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ESPECIAL HAYAO MIYAZAKI: MI VECINO TOTORO

Papá, en el piso de arriba hay fantasmas.

No sabes cuánto me alegro. Siempre he querido vivir en una casa encantada, es el sueño de mi vida.

Satsuki Kusakabe, Mi vecino Totoro

Tras haber analizado El castillo de Cagliostro, La princesa Mononoke, Nausicaä del Valle del Viento y El castillo en el cielo, ahora nos centramos en una de las obras cumbre de Studio Ghibli: Mi vecino Totoro (1988) o, en japonés, Tonari no Totoro, cuyos primeros títulos (que al final modificaron debido a su longitud y palabras) fueron Mi vecino el fantasmaMi vecino el fantasma Tokorozawa. Al principio nadie quería apostar por ella y decidieron estrenarla junto a La tumba de las luciérnagas el 16 de abril de 1988. Al sacarla, vieron que fue la gallina de los huevos de oro, pues les dio bastante dinero (aproximadamente 588 millones de euros) para posteriormente seguir financiando nuevos títulos como El viaje de Chihiro o El castillo ambulante.

De todas las obras de Miyazaki, Mi vecino Totoro es la más autobiográfica. Se centra en una familia japonesa urbanita (dos hijas y un padre) de los años 50 (1958) que se muda al campo para estar cerca de la madre de la niñas, que se encuentra hospitalizada. Un lugar perfecto para explorar nuevo mundo. Y esto es lo que harán dos de sus protagonistas, las hermanas Satsuki y Mei, de once y cuatro años respectivamente. Allí conocerán a unos llamados duendes del polvo y a un ser mágico muy grande y peculiar que será bautizado por la pequeña Mei con el nombre de Totoro, un espíritu del bosque con el que entablarán una bonita amistad.

Su escena de apertura con los títulos de crédito ya nos enamoró desde el principio y transmite buen rollo desde el primer segundo, aventurando la lindeza que vamos a ver. El mundo de la imaginación se abre en el espectador como la mente de las protagonistas, y es que el padre de estas les estimula la imaginación a través de relatos mágicos de fantasmas, duendes y espíritus protectores del hogar. Un punto importante en la educación que explica la razón por la cual estos personajes son así de risueños.

Esta producción de Isao Takahata (ojito derecho de Miyazaki), Toshio Suzuki y Toru Hara se estrenó en Japón en 1988 y años más tarde en el resto del mundo (en 1993 en Estados Unidos y en 1995 en Europa, pero a España no llegó hasta 1996, y directamente en VHS). Se ha hablado mucho de ella porque está llena de muchas curiosidades que hemos estudiado y analizado, a pesar de que en la cinta no se explican, como por ejemplo: ¿De dónde sale el nombre de Totoro? Parece ser que Totoro viene de una mala pronunciación de la palabra japonesa torooru, en español troll. El personaje, que fue totalmente creado por Miyazaki y dibujado por Kazuo Oga, está inspirado en varios animales: el gato, el búho y los tanukis japoneses, es decir, un tipo de mapache.

¿Interpretaciones falsas o verdaderas?

Indagando sobre esta película nos damos cuenta de que tiene bastante simbolismo, del cual se puede entender que es una cinta sutilmente inocente para niños y que, por el contrario, para los adultos reflexivos que van más allá de las cosas no es tan solo una cinta de animación para niños. Una de las teorías que existen según el folclore japonés es que Totoro significa «dios de la muerte». Por ello, se puede interpretar que en realidad Mei murió ahogada en el estanque y cuando Satsuki la va a buscar abre las puertas de la muerte y el propio Gatobús es el que la lleva al cielo o al infierno.

Estas referencias han sido habladas por muchos pero desmentidas por el propio Studio Ghibli, así que les dejamos, queridos lectores, que indaguen y formen su propia opinión. Otro de los simbolismos que dicen haber inspirado a Miyazaki (que él también desmiente) es la obra de Lewis Carrol, Alicia en el país de las maravillas. Y es que cuando Mei cae por el árbol y aparece con Totoro y sus demás amiguitos vive una situación semejante a la que vive Alicia en ese mundo al otro lado del árbol, donde la fantasía es la protagonista de la aventura. También la propia cara de Totoro tiene semejanzas al gato de Cheshire, un personaje de dos metros con el que todos nos encariñamos y al que querríamos tener como peluche encima de nuestra cama.

Personajes que enternecerán al más duro

Hacía años que no veíamos la cinta y, desde luego, por ella no pasa el tiempo: revisionada en pleno 2017, Mi vecino Totoro podría pasar por haber sido realizada el mes pasado. Es una producción alucinante, además de por lo evidente (su magnífico dibujo y posterior animación), porque todo es detalle: esos paisajes verdes, las aguas azules, los bosques, los baños japoneses tradicionales, los personajes en sí (su apariencia estética y también su psicología gracias a sus actores de doblaje, tanto japoneses como españoles, que les dan esa personalidad con un espectacular trabajo de interpretación). Unos 90 minutos que se pasan como un soplo de aire fresco en un segundo donde no hay personajes malvados en la cinta que haya que vencer. Un largometraje para mayores y pequeños, con ritmo calmado pero sin pausa, que hace un homenaje a la familia, a la naturaleza, al respeto a esta, a los ancianos y también a la infancia y lo bonita que puede llegar a ser.

Grandísimas escenas son las que dan las niñas, como por ejemplo en la que están descubriendo la casa (los duendes del polvo, esas pequeñas bolitas negras con ojos que habitan en las casas viejas y vacías) y van correteando, abriendo todas las puertas y armarios mientras van gritando: «Nada, nada por aquí», o «Vamos a subir, si hay alguien que se marche»; o la misma en la que están junto a Totoro en plena noche plantando las bellotas que les ha dado junto a los conejitos nocturnos y crece ese gran árbol, ese alcanforero descomunal.

Autobiografía de Miyazaki

Tokorozawa es el lugar donde se ambienta la historia, lugar además donde estuvo viviendo durante años el propio Hiyao Miyazaki. De hecho, el director donó la cantidad de dos millones de euros conseguidos por el filme para conservar este lugar. Otro dato autobiográfico es la enfermedad de la madre de las niñas, la tuberculosis, la misma que sufría la madre de Miyazaki y que la mantuvo 9 años ingresada en un hospital. ¿Quién no podría pensar que Miyazaki se trasladó a esta película encarnando su propia infancia bajo los personajes de Satsuki o Mei? ¿O quizá de ambas?

Unos personajes que enamorarán a todos

Entre los personajes destacan: Kanta (Toshiyuki Amagasa/Amparo Bravo), el chico tímido pequeño que aparece en la película y que estaba deseando que dos niñas apareciesen en sus vidas; Satsuki, la responsable y mayor de las dos hermanas (Noriko Hidaka/ Sandra Jara), que se encarga de todo y cuida a su hermana pequeña y revoltosa, la dulce y miedosa Mei (Chika Sakamoto/Eva Díez). La abuela de Kanta, Granny (Reiko Suzuki/Begoña Hernando) será uno de los personajes clave que ayuden a las niñas, una mujer siempre con la sonrisa en la boca y muy agradable. Yasuko Kusakabe (Sumi Shimamoto/Laura Palacios) es la madre de las niñas que hace pocas pero intensas apariciones en la película, debido a que se encuentra interna en el hospital. Por último, Tatsuo (Shigesato Itoi/Ignacio Gijón) es el padre de la familia, profesor de universidad, siempre pendiente de sus hijas y de su esposa enferma. 

No podíamos dejar de mencionar al protagonista del largometraje, ya sin él el filme no sería lo mismo: el adorable y gran Totoro (Hitoshi Tagaki/Juan Perucho), el habitante mágico del bosque que va acompañado de otras criaturas peludas de diferentes tipos. Este y las pequeñas dan momentos maravillosos, con una fantástica banda sonora de fondo de Joe Hisaishi (otro de los puntos fuertes del filme).

Mi vecino Totoro es una vuelta a la infancia. Es calidez, buen humor, belleza, magia, fantasía, pura emoción y te ayuda a plantearte la vida con más calma. ¿A qué esperas? Hay que reírse para espantar a los fantasmas.

¿Qué mejor que todo esto en pleno verano para volver a disfrutar de esta belleza de 29 años? Como decía Albert Einstein: En los momentos de crisis solo la imaginación es más importante que el conocimiento. Gracias, Miyazaki, por poder recurrir a la bella infancia a través de esta obra de arte.

María Páez

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Periodista que considera que para ser una verdadera cinéfila tienes que ser una 007, con licencia para devorar todo el cine. Eso sí, prefiero quedarme atrapada en una cueva con Michael Myers, el payaso de It, Chucky, y la niña de El exorcista que en un palacio con princesas de cuento.