LOS VALORES DISNEY: LO QUE NO QUEREMOS VER
¿Quién era Walt Disney? Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre este hombre: que si era un mago de la animación, que si era la personificación del conservadurismo americano… Bueno, en realidad era ambas cosas.
WALT ELIAS DISNEY nació el 5 de diciembre de 1901 en Chicago. Hijo de una familia numerosa y humilde, no pasó hambre en su niñez, aunque sufrió la estrechez económica de su familia en forma de falta de oportunidades y mudanzas continuas debido a la búsqueda de trabajo del padre. Hasta que fue adolescente no pudo matricularse en el Instituto de Arte de Kansas City, donde aprendió las primeras nociones sobre la técnica del dibujo y descubrió el cine, algo que le maravilló desde el primer momento. En esa misma ciudad emprendió sus primeros trabajos como dibujante y empresario; sin embargo, la cosa no cuajó, y, por uno u otro motivo, todos sus intentos fallaron, hasta que Walt puso la mira en Hollywood, a donde llegó en 1923 sin billete de vuelta y dispuesto a comerse el mundo. En la ciudad de Los Ángeles se reunió con su hermano, y juntos crearon la DISNEY BROTHERS STUDIO, que más tarde pasó a llamarse WALT DISNEY STUDIO, factoría en la que se crearon las películas más famosas del sello Disney, empezando por el primer cortometraje sonoro protagonizado por el ratón MICKEY MOUSE.
A este le siguieron una serie de cortometrajes recogidos en la serie SINFONÍAS TONTAS (1932), de los que salieron personajes tan importantes como el pato DONALD o los perros PLUTO y GOOFY. Pero llegó 1937 y con él el estreno de la primera película de animación de la historia: BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS. Producida por Disney, fue un rotundo éxito, al que siguieron considerables decepciones en taquilla como PINOCHO (1940) y FANTASÍA (1940), paliados por los éxitos consecutivos de DUMBO (1941) y BAMBI (1942).
En los años 50, Disney se embarcó hasta en 18 producciones diferentes, algunas tan conocidas como CENICIENTA (1950), ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS (1951) o PETER PAN (1953). A la par que su imperio iba creciendo, también crecía su americanismo y su odio a cualquier cosa que fuera o pareciera comunista. Es bien conocido que Walt colaboró con el FBI desde finales de los años 30 hasta su muerte, y que incluso participó en la Declaración Waldorf, en la que un gran número de cineastas americanos se comprometieron a colaborar con la Comisión de Actividades Antiamericanas en la “caza de brujas” que se llevó a cabo en Hollywood a mediados del siglo pasado.
Supuestamente este germen anticomunista se originó en Disney tras sufrir una gran huelga en su productora fomentada por el descontento de muchos de sus trabajadores a los que, entre otras cosas, no se les permitía afiliarse a ningún sindicato. Aunque la huelga terminó favorablemente para los empleados, Disney nunca olvidó lo sucedido, y, en cuanto pudo, despidió a 400 trabajadores, argumentando recortes de personal. Y aunque este dato ya dice mucho de la personalidad y manejo del poder real de WALT DISNEY, un análisis de sus películas muestra mucho más.
EL REY LEÓN (1994), LA SIRENITA (1989), BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS (1937), HÉRCULES (1997), LA CENICIENTA (1950) y muchas más buscaron en su momento (y, por qué no decirlo, siguen buscando) no solo entretener, sino también educar en unos valores claramente conservadores llenos de estereotipos y divisiones sociales. Actualmente, cuando uno piensa en Disney le vienen a la mente dibujos infantiles, graciosos y entretenidos; sin embargo, resulta interesante conocer que, en sus orígenes, las producciones Disney no estaban dirigidas a un público infantil. En las historias se buscaba hacer reír, mostrando personajes que se comportaban de manera socialmente incorrecta y anormal. Para muestra el primer MICKEY MOUSE, que en los años 20 representaba a una persona de clase baja de raza negra, amante del jazz, gamberro y un poco díscolo, alejado de las normas sociales imperadas por personas de raza blanca.
No obstante, no tenemos por qué irnos tan atrás en el tiempo para demostrar lo anteriormente dicho: muchas de las siguientes y más famosas películas hechas por Disney seguían representando los mismos valores (valores como el respeto a la autoridad, el papel central de la familia, la jerarquización social, las diferencias raciales o las desigualdades de clase). Esta tendencia fue reforzándose con el paso del tiempo.
En las películas Disney, las mujeres tienden a ser personas sumisas y obedientes, con el amor como único pensamiento, y con un objetivo llamado matrimonio. No suelen ser muy polifacéticas: o son malvadas o son ingenuas e inocentes. LA SIRENITA (1989), por ejemplo, es una película en la que el personaje principal se rebela, aunque lo hace únicamente por amor a un hombre, y por amor está dispuesta a perder la voz, lo que haría comunicarse y mostrar su verdadera personalidad. Y es que ya lo dice Úrsula en una canción:
“Los hombres no te buscan si les hablas
No creo que los quieras aburrir
Allá arriba es preferido
Que las damas no conversen
A no ser que no te quieras divertir
Verás que no logras nada conversando
A menos que los pienses ahuyentar
Admirada tú serás si callada siempre estás
¡Sujeta bien tu lengua y triunfará, Ariel!”
Es decir, que Ariel tiene que renunciar a su voz y a su personalidad para lograr enamorar a un hombre, su mayor objetivo, sin el que no puede ser feliz.
Lo mismo sucede con Cenicienta, Aurora en LA BELLA DURMIENTE (1959) o Blancanieves, que necesitan que finalmente un hombre venga y las salve del mal en el que han caído (aunque la que más pierde es la última, que ha tenido que limpiar la casa de los enanitos porque claro, son hombres, y han tenido que esperar a que viniera una mujer a poner orden y limpieza en sus vidas).
HÉRCULES (1997), una película bastante reciente comparada con otras ya nombradas, demuestra que la senda feminista de Disney seguía brillando por su ausencia bien entrados los años 90. La película está llena de estereotipos machistas; primero Hera, diosa del matrimonio y madre de Hércules, es la que, por su condición, se encarga del bienestar de su hijo, mientras Zeus, el padre, es el que se encarga de divertirse con él o, más tarde, de enseñarle los verdaderos valores que debe tener un hombre. Por su parte Meg, la protagonista e interés amoroso de Hércules, es vista al principio como peligrosa por ser una mujer seductora, preocupada siempre por su físico como buena fémina, pero que, al enamorarse del hombre adecuado, torna a ingenua y bondadosa.
En cuanto a estereotipos raciales… ¿nadie se ha dado cuenta de que en ALADDIN (1992) el malvado Jafar tiene rasgos árabes, mientras que los rasgos de Aladdin y Jasmine están más occidentalizados? ¿O que en EL REY LEÓN Scar es más oscuro que Mufasa y Simba? Además, ¿acaso en esta última película las leonas tienen voz y voto en la lucha? No. Siguen las directrices que marcan los machos, gobernados todos ellos junto con los demás animales por un líder supremo: Mufasa antes y Simba después.
Aunque bien es cierto que parece que han llegado ligeros vientos de renovación a la factoría Disney y ya no se siguen las directrices que marcó su creador. Ejemplos como MULAN (1998) o FROZEN (2013) dan a entender que ha llegado la hora de que personajes femeninos sean de una vez por todas personificaciones de mujeres fuertes que toman el mando de la situación sin la necesidad de contar con un hombre (en el caso de TIANA Y El SAPO, por ejemplo, se muestra que un personaje de color puede perfectamente ser la protagonista de una bonita historia).
Nadie sabe qué películas nos deparará Disney en el futuro. Lo que sí esperamos es que no estén sujetas a estereotipos o clasismos de ningún tipo. Las películas hechas para un público infantil al que se busca entretener y dar unos valores deberían, como mínimo, mostrar una igualdad de todas ante todos, sin anticuadas preferencias de raza, color o distinción social que, si bien en tiempos de su creador se permitían, hoy en día afortunadamente ya no sirven.
Nacho B. Gutiérrez