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THE GOOD WIFE NOS DEJA CON SABOR AGRIDULCE

The Good Wife finale

The Good Wife se ha despedido de la CBS (y de Fox Life en España) para siempre tras siete temporadas. Lo que empezó siendo un muy buen procedimental de abogados ha terminado por ser una de las series más complejas, adictivas y arriesgadas de la televisión en abierto de la última década. Y aun así, su marcha nos deja algo fríos.

Cuesta decirlo en voz alta, porque ha seguido siendo una muy buena serie hasta el último episodio y sentimos especial cariño por ella, pero la temporada final no ha estado a la altura de lo que se podía esperar de los hermanos King tras un desarrollo más que brillante de las tramas y los personajes durante todo este tiempo. Nos ha emocionado despedirnos de Alicia Florrick, pero no hemos despegado nuestros traseros del asiento por la tensión como en otras ocasiones.

The Good Wife lleva demasiado tiempo de despedida, probablemente desde la marcha de Kalinda y el fracaso político de Alicia. A pesar de haber introducido nuevos personajes interesantes en su última etapa (es una pena que Lucca Quinn haya llegado tan tarde), se ha desperdiciado el potencial de veteranos como Cary o Diane, otrora imprescindibles para la evolución de la historia. Verles protagonizar tramas en ocasiones anecdóticas ha sido difícil de comprender y han quedado bastante desdibujados por momentos.

The Good Wife finale
Alicia y Diane, litigando entre ellas hasta el último episodio

Pese a todo, la séptima temporada ha mantenido algunas de las virtudes que han hecho a The Good Wife tan grande como el humor, los personajes episódicos y las frases-sentencia de una Alicia Florrick cada vez más deslenguada y empoderada. Que la serie y su protagonista sean feministas o no es una discusión que no termina de cerrarse. Rara vez hemos visto a Alicia sin un hombre (o dos) alrededor, y ha sacrificado muchas cosas por la carrera política de su marido, pero tampoco se nos ha vendido como virtud y ha tenido el antagonismo de Diane. El bofetón final y la huida de Jason han enfatizado ambas cosas.

El punto de inflexión

The Good Wife llegó a su cima dramática en la quinta temporada, magistral desde el primer hasta el último episodio y con algunos momentos de extrema violencia. La ambición de los personajes y sus relaciones personales fueron suficientes para que hubiera capítulos que cortaran la respiración. Incluso tuvo su particular Boda Roja. La serie ha sido extrema de tan verosímil. De hecho, se ha adelantado o ha vivido paralela a la realidad legal de su tiempo en varias ocasiones.

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Episodio 5 de la quinta temporada de The Good Wife

Precisamente la inverosimilitud ha sido el acicate de la trama empresarial, a la que le han sobrado un par de giros de guion y la que mayor muestra de agotamiento creativo ha puesto de manifiesto. Tantas idas y venidas, renamings y rebrandings en cuestión de dos años no son asumibles a ojos del espectador. La independencia laboral de Alicia dejaba fuera de juego a buena parte del elenco y la serie lo ha notado.

Aun así, el último episodio ha estado a la altura pese a las críticas y ha cerrado las tramas suficientes para que no nos sintamos estafados. Puede que una hipotética octava temporada con el reinicio de la carrera política de Alicia nos hubiera interesado más que verla de abogada de oficio o montando un pequeño bufete, pero The Good Wife tuvo su momento, y que nos duela su marcha es positivo. Nada peor que la indiferencia ante una de las grandes ficciones de la década.

Fon López

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He crecido viendo a Pamela Anderson correr a cámara lenta por la arena de California, a una Carmen Maura transexual pidiendo que le rieguen en mitad de la calle, a Raquel Meroño haciendo de adolescente con 30 años, a Divine comiendo excrementos y a las gemelas Olsen como icono de adorabilidad. Mezcla este combo de referencias culturales en una coctelera y te harás una idea de por qué estoy aquí. O todo lo contrario.