TARDE PARA LA IRA
Ha demostrado todo lo que vale encima de las tablas, en la pequeña pantalla como uno de los buenos Compañeros (entre otras cosas) y en la grande de muchas maneras: en su primer papel consolidado asumiendo la homosexualidad de su personaje en Azuloscurocasinegro; a las órdenes de Antonio Banderas en El camino de los ingleses; como clérigo en Los girasoles ciegos… Además, ganó un Goya por Gordos, protagonizó una de las mejores escenas de Los amantes pasajeros de Almodóvar como azafato de vuelo (memorable su momento musical con I’m so excited), investigó como policía un homicidio en La isla mínima… Y así podemos seguir destacando una larga lista de trabajos. Hablamos de Raúl Arévalo, uno de los mejores actores (y uno de los más camaleónicos) de nuestro país, que tras una larga filmografía delante del objetivo, se pone ahora detrás de este para contar una historia diferente, marcándose un gran guion y una gran dirección en su primer largometraje, Tarde para la ira. Este proyecto, que sale a la luz tras ocho duros años de trabajo, lleva ya a sus espaldas una gratificante ovación del público y de la crítica durante su presentación en el Festival de Cine de Venecia.
Tarde para la ira es un thriller que nos presenta a dos personajes, José y Curro: el primero con un secreto que esconder; el segundo, recién salido de la cárcel. Ambos están envueltos en una circunstancia que tiene mucho que ver.Indignación, enfado, deseo de venganza, furia… Todo son sinónimos de ira. Y es que hay situaciones en la vida que nos provocan tanto dolor que seríamos capaces de hacer cualquier cosa por subsanar dicho sufrimiento, tantos si es por algo que nos han hecho directamente, como si ha sido a alguien de nuestro alrededor al que queremos. Estos son los temas e ingredientes principales de este largometraje lleno de suspense y acción desde el minuto cero. La película comienza con fuerza, ya en su primer plano se aprecia una apasionante secuencia de una persecución de coches, tras un atraco a una joyería. Esto es solo el principio, ya que la secuencia va, progresivamente, a más.
Un guion que ha escrito su director, Arévalo, junto a su amigo el psicólogo David Pulido. Estos han hecho un espectacular trabajo narrativo y una fantástica introducción de personajes (separados por títulos) con un resultado de trabajo muy reposado, con mucho trasfondo en todos los sentidos: a nivel técnico, de localización, narrativo e interpretativo. Todos los planos están muy bien analizados: en ellos no hay adornos ni hay nada al azar. Son ásperos, secos y directos durante todo el filme, cuyo ritmo es voraz e incansable sin perderse en ningún instante (algo muy difícil de conseguir durante 92 minutos y que no todo el mundo logra).
Tarde para la ira no decae. El cine se convertirá en un lugar en el que el espectador querrá estar y en el que disfrutará el cine español, de la violencia justificada por amor, por venganza, por despecho, por ira. Nos atrevemos a decir que todo el público de la sala saldrá entusiasmado. Se nota que Arévalo ha absorbido al máximo y que ha aprendido de los grandes directores con los que ha trabajado (Alberto Rodríguez, Daniel Sánchez Arévalo, Gracia Querejeta, Pedro Almodóvar, Icíar Bollaín, Álex de la Iglesia…).
Los planos, rodados con una película de 16 mm (primeros planos, planos con movimiento, cámara en mano, planos secuencia) muestran una historia realista (situaciones, ambientes, conversaciones) gracias también a la fotografía de Arnau Valls Colomer (Anacleto: Agente secreto). Conforman así un largometraje que el director ha decidido contar a su manera, enseñando y no enseñando, insinuando o no haciéndolo, una serie de aspectos y momentos que en cualquier bar de barrio pueden darse, situaciones en las que te dan ganas de coger la escopeta sin pensar… Arévalo ha sabido perfectamente lo que quería expresar en cada momento y ha confirmado lo que nos temíamos: este hombre es un monstruo delante y detrás de la cámara. Además, ha decidido potenciar más los sentimientos violentos de ira y de amor que los de pena.Un relato de marca Arévalo que ha contado con los mejores. Y es que con una joya de historia así, tenía que escoger a dos grandes de la interpretación, nuestro siempre querido Antonio de la Torre (Caníbal) y el gran Luis Callejo (Cien años de perdón). Por un lado está Curro (Callejo), un hombre recién salido de la cárcel que quiere rehacer su vida con su hijo y su novia Ana, una excelente y potente Ruth Díaz (Ciudad Delirio) que se deja llevar por la lucha de la dura vida, la pasión y el amor, protagonizando un pequeño triángulo amoroso de sexo y corazón; por el otro lado está José (de la Torre), un hombre aparentemente bueno y sin nada que ocultar, que propone emprender un viaje «de carretera y manta» a Curro para saldar cuentas que tiene pendientes con el pasado. Dos hombres con caras opuestas, pero que en el fondo son más similares de lo que parecen. Nos atrevemos a adelantar que se avecinan Premios Goya y lo que no son Premios Goya, señores. En un papel secundario tenemos a un increíble Manolo Solo (La isla mínima, B), que da más de un momento de humor y sangre.
—Yo ya he hecho lo que tenía que hacer.
—Yo no.Este es uno de los diálogos que marcan cómo cambian las tornas en los personajes y cómo se frenan o se dejan llevar en la situación. Todo un descubrimiento que el espectador irá averiguando junto a la cámara y este par de portentos de la interpretación.
Un día, una tarde, una noche… de pura furia, una obra maestra (a sus pies esperamos ansiosos la próxima). Si es con Arévalo y todo su equipo, ni nos lo pensamos.
LO MEJOR:
- La dirección: Raúl Arévalo muestra que nada se le resiste.
- El guion, con ritmo y acción.
- Grandes personajes insuperablemente interpretados.
LO PEOR:
- Te engancha.
- Tienes ganas de más cine de marca Raúl Arévalo.
María Páez