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RIDLEY VS. SCOTT: GLADIATOR

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Este viernes 16 de octubre, Ridley Scott (Prometheus) estrena su nueva película Marte. Desde El Palomitrón hemos querido dedicarle una semana entera para defender sus mejores proyectos y demostrar al mundo por qué es uno de los directores más aclamados del séptimo arte. Y no hay mejor defensa que el valor de todo un ejército y miles de romanos llenando el Coliseo.

Gladiator es una historia sobre el Imperio Romano, ese gran Imperio cuyos terrenos ocupaban la extensión de la actual Europa, parte de Asia y África. Un Imperio que forjó a toda una civilización posterior y que, milenios más tarde, sigue presente. Pero Gladiator también es la historia de un hombre, Máximo Décimo Meridio, apodado el Hispano e interpretado de una manera excepcional por Russell Crowe. Máximo es soldado imperial y mano derecha del Emperador Marco Aurelio, cuyo hijo Cómodo (Joaquin Phoenix) hará de Roma un lugar cruel y despreciable. Una vez muerto Marco Aurelio, Máximo ve su vida reducida a cenizas por la envidia y la avaricia de Cómodo, naciendo en él un deseo de venganza, más fuerte que su honor por el Imperio.

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Si bien es cierto que algunos personajes existieron durante la época imperial. Pero la historia es ficción. El tridente masculino que encabeza esta película son la representación de tres valores muy presentes en el Imperio Romano: Marco Aurelio es la sabiduría, que descansaba en las manos del Senado y llega a su culmen reencarnada en la República que tanto se añoraba; Máximo es el honor, es la representación de ese Imperio invencible y luchador; Cómodo es la decadencia de Roma, a la que dejaron morir lentamente a causa de la corrupción. Pero el Imperio Romano era mucho más. Eran las mujeres, representadas por Lucila (Connie Nielsen), y los herederos imperiales como Lucio (Spencer Treat Clark), pero también eran los esclavos.

Existen dos pilares que sustentan todo este entramado político representado por personajes diversos: el Coliseo y las escenas de lucha. La reconstrucción del Coliseo (a cargo de la compañía The Mill) hace que escuchemos el rugir de la plebe y sintamos que estamos presenciando una batalla de gladiadores real. Las escenas de lucha, coreografiadas hasta el último movimiento, ponen a prueba nuestros nervios de acero e incluso dejan alguna que otra referencia mitológica, como el encumbrar a Máximo como un nuevo Hércules en la lucha con su propio León de Nemea, aunque aquí es un tigre (incluso el propio Cómodo hace referencia a Hércules).

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Esta película no tendría el mayor sentido sin sus secundarios, un entramado de actores tan complejos como el propio imperio donde nos encontramos a los amigos inseparables de Máximo: Cicerón y Juba (Tommy Flanagan y Djimon Hounsou), el senador Graco (Derek Jacobi, protagonista de la excepcional Yo, Claudio) y Próximo (Oliver Reed), amo de Máximo mientras es gladiador. Con ellos, Máximo planea la destrucción del mandato de Cómodo, no solo para completar su venganza, sino para llevar a cabo el último deseo de su verdadero emperador, Marco Aurelio: restaurar la gloria de Roma.

Gladiator marcó un antes y un después en la historia del cine. Es cierto que nos sabemos de memoria los gazapos, como también sabemos que hay quién ha estudiado al milímetro los escenarios y las vestimentas para encontrar hasta el más mínimo anacronismo. Sin embargo, el resurgir de la temática imperial a partir del año 2000 se la debemos a Ridley Scott: series como Roma y Spartacus, películas como Centurión o La legión del águila, pero también Troya, Alejandro Magno o 300, que si bien no hablan del Imperio Romano, beben mucho de esta película.

Es por esto que no es desacabellado afirmar e insistir en que Gladiator es la mejor película de la filmografía de este director británico, avalada por 48 premios (entre ellos, 5 Oscar y 2 BAFTA) y por una banda sonora que haría tambalearse a todo un imperio, compuesta por Hans Zimmer (Rush) y Lisa Gerrard. Máximo decía «lo que hacemos en esta vida tiene su eco en la eternidad». Pues Ridley Scott se ha ganado la gloria en vida. ¡Ave César, los que disfrutan del buen cine, te saludan!

Lorena Rodríguez

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Una tarde, con siete añitos, entré en el salón cuando mi madre veía El Padrino. La escena en cuestión era la del caballo y mi madre me gritó que no mirase, pero miré. Desde aquel entonces no pude dejar de mirar, de observar y soñar. Lo más cerquita que pude quedarme del cine fue haciéndome historiadora del arte. El cine es mi Tardis, un Delorean que me hace la vida real más fácil. Mi primera serie fue Urgencias, siempre fiel, a pesar de lo mal que la trató la tele. No sé decirle que no a una serie.