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REY ARTURO: LA LEYENDA DE EXCALIBUR

Probablemente lo único que recuerden de la última película que revisitaba el mito artúrico (El rey Arturo, 2004) fue la controversia levantada al aumentar mediante un burdo photoshopeo el tamaño de los pechos de su actriz principal, Keira Knightley, en el póster oficial de la película. No se preocupen: tampoco ocurrió nada más remarcable en el cuento medieval de Antoine Fuqua, aparte de la habitual falta de talento de Clive Owen (sorprendentemente enmendada en películas posteriores como Hijos de los hombres) y el hecho de que, pese al desastre económico que supuso, Warner Bros. decidiese lanzarse otra vez a la producción de una película inspirada por la historia. Y no solo eso, sino que firmaba una saga de seis películas sobre el personaje. ¿Será que el mundo no estaba preparado entonces y que ahora (con el inabarcable éxito de Juego de tronos) Warner puede exprimir otra gallina de los huevos de oro?

El caso es que el proyecto se ha movido durante los últimos diez años entre las manos de Bryan Singer y David Dobkin para acabar en las de Guy Ritchie, han circulado por su casting actores de lo más variopintos (Kit Harington y Colin Farrell para ponerse en la piel de Arturo, Joel Kinnaman y Gary Oldman para hacer lo propio como Lancelot) y, por supuesto, se ha saldado con un guion escrito a ocho manos (Joby Harold, Lionel Wigram, David Dobkin y el propio Guy Ritchie). Como suele ser habitual, esta última información se traduce en un guion que parece una versión de 120 páginas y en papel del gigantesco monstruo de Frankenstein, construido a partir de los miembros amputados de seres humanos recientemente fallecidos.

No les engañaremos: Rey Arturo: La leyenda de Excalibur podría ser peor. De hecho, por momentos lo es tanto que adquiere un tono delirante. Como el prólogo, que parece una versión apócrifa de El retorno del rey (elefantes gigantes mediante), la repentina aparición de David Beckham enfundado una vez más en armadura, o la presencia repentina de una mujer-serpiente (¿?) cuyo único propósito como personaje es avanzar un poco la trama. En sus mejores momentos, Guy Ritchie intenta replicar el estilo rompedor de sus obras maestras (Lock & Stock, Snatch: Cerdos y diamantes y RocknRolla), discusiones entre timadores cockney incluidas, pero estas también se hacen repetitivas, largas y, por qué no decirlo, algo trasnochadas.

En los peores momentos (que en este caso significa mediocres) es aburrido, simple, común y rozando el desencanto. No funcionan sus montajes videocliperos (que deberían permanecer enterrados en el mar del tiempo junto con los peinados al estilo Vanilla Ice), como tampoco funciona su voz en off (ya saben, eso del recurso pobre y trillado), ni su CGI, que convierte todas las escenas de acción en algo con la textura de una cinemática de videojuego, pero que ciertamente no pertenece al mundo del cine. Y aunque las actuaciones estén envueltas de un halo de corrección (a destacar Jude Law y los músculos de Charlie Hunnam, con una capacidad interpretativa bastante más elevada que la del propio Charlie Hunnam), también alcanzan mínimos históricos con la desubicación de Aidan Gillen (¿otro guiño más a Juego de tronos?).

Rey Arturo: La leyenda de Excalibur es una película sobre la masculinidad, atada de forma permanente a un pasado sin cerrar y al trono de Inglaterra. Es un juego constante al “quién-la-tiene-más-larga” entre protagonista y antagonista, remarcado por un juego de símbolos fálicos (espadas, torreones, flechas, serpientes… y si quieren sigo) sin fin, que termina con nuestro Arturo cockney derruyendo la torre de su contrincante. Es una película sobre un hombre abandonado de infante y criado por prostitutas (un concepto con gran potencial pero subdesarrollado en la pantalla por Guy Ritchie) que por desgracia olvida que una de las partes más importantes de una obra narrativa es la de generar empatía por sus personajes y ofrecernos información sobre su mundo de una forma sutil pero potente. Rey Arturo: La leyenda de Excalibur, aunque entretenida, resulta confusa la mayor parte del tiempo, ya sea por razones narrativas o estéticas, y ofrece al espectador bastante menos de lo que promete… ¡en la película no sale ni Merlín!

Ah, ¿lo de la saga de seis películas? Tras los malos números de la película en la taquilla estadounidense (poco más de 50 millones de dólares frente a los 175 millones del presupuesto), Warner Bros. se ha retractado y ha cancelado cualquier proyecto relacionado con la mitología artúrica. Es bueno saber que las audiencias tienen voz y voto en este mundo cinematográfico dominado por las presiones económicas.

LO MEJOR:

  • Su banda sonora, plagada de música tecno, genera un bonito contraste entre imagen y sonido.
  • Su tono, a ratos paródico (aunque sea intencionalmente).

LO PEOR:

  • El mal uso del CGI convierte las escenas de acción en cinemáticas de videojuego.
  • Su exceso de montajes videocliperos.
  • Su narrativa confusa.
  • La actuación de Aidan Gillen.

Pol Llongueras

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