MARAVILLOSO BOCCACCIO
A sus casi noventa años, los hermanos Paolo y Vittorio Taviani pueden vanagloriarse de ser una de las referencias cinematográficas europeas más influyentes. Con títulos a sus espaldas como la multipremiada Padre patrón, la historia de un rudo campesino que maltrata a su hijo para que siga sus pasos, o Goodbye Babilonia, en la que recrean los comienzos de la industria cinematográfica, los Taviani, siempre transgresores y originales, han sabido diversificar los temas de sus películas para no repetirse nunca.
En Maravilloso Boccaccio siguen su dinámica y trasladan la acción a las calles de la Florencia del siglo XIV, una época en la que la peste, que ha segado ya miles de vidas en la ciudad, acosa a los protagonistas, un variopinto grupo de jóvenes mujeres y hombres que huyen al campo para evitar contagiarse. Allí, apartados de todo lo que conocen, reflexionan sobre la vida y la muerte narrando historias de la sociedad florentina.
Tragedias, comedias, fábulas y traiciones. Las historias en las que se divide Maravilloso Boccaccio (cinco más la principal) oscilan en torno a esos cuatro temas, con la presencia omnipresente (salvo en la segunda) del amor. Un amor shakesperiano, imposible, marcado por la desdicha y la desgracia, ya sea porque los protagonistas viven en una época en la que la muerte los acecha, como ocurre con los jóvenes que escapan de la pandemia, o porque el estatus social de algunos de sus personajes (los de las fábulas narradas) les impide estar juntos.
Amor, sexo y opresión en todos los frentes, siempre con la extensión de la sombra de la muerte: un padre que estrangula y le saca el corazón al amante de su hija porque no quiere dejarla marchar; una hermosa mujer a la que dan por muerta después de tener la peste y a la que nadie quiere acercarse después de sobrevivir porque creen que vuelve del infierno; un hombre caído en desgracia que mata y cocina a su único amigo, un halcón, porque no tiene nada que ofrecer a su amada durante una comida; y unas monjas de una abadía que se rebelan contra el sistema y deciden traer a sus amantes por las noches para mantener relaciones sexuales.
Todas estas historias están inspiradas en El Decamerón de Giovanni Boccaccio. Dividido en cien cuentos, entre los que se encuentren muchas novelas cortas, la obra de Boccaccio, que data de mediados del siglo XIV, se nutre de diferentes historias que tocan los temas más diversos. Entre ellos, destacan por encima de todos el amor y el erotismo que tan bien le vino a Pier Paolo Pasolini a la hora de adaptar la obra en 1971 y que ahora han utilizado los Taviani para canalizar su pintoresco fresco episódico.
El problema que surge a la hora de escoger narrar una película de episodios siempre es el mismo: pocas veces hay un hilo conductor que enlace las diferentes historias, y, si lo hay, siempre hay alguna que cojea y que se queda por detrás de las demás. En esta película de amores imposibles y frustrados está fuera de lugar la historia de Calandrino, un pintor con escasas capacidades mentales a la que sus compañeros de trabajo engañan para hacerle creer que una piedra negra le hace invisible. Cuando llega a casa y su mujer le ve, el hombre piensa que es una bruja que ha roto el hechizo y le da una paliza. Luego, como represalia, ella le destroza la cabeza con la piedra mientras come.
Aunque la historia es la más plausible y amena, su temática no encaja con el eje argumental que modula el resto de narraciones. Algo parecido le pasó al polaco Walerian Borowczyk en sus Cuentos inmorales, película de tintes eróticos que narraba diferentes episodios contextualizados en distintas épocas en las que sus personajes vivían aventuras de amor marcadas por fuertes experiencias sexuales y donde algunos, irremediablemente, caían en el olvido por su baja calidad y su “anacronismo temático” respecto al tema medular.
Sin embargo, este fallo, junto a ciertos toques de humor que desentonan, es lo único que se le puede reprochar a Maravilloso Boccaccio. Por lo demás se trata de una película profundamente pasoliniana marcada por un toque pictórico que recuerda a las pinturas del Trecento, sobre todo a las historias franciscanas de Giotto en la escuela florentina y a las de Masaccio.
Además, se asimila en su influencia visual a la interesante (por original) película del también polaco Lech Majewski, El molino y la cruz, cinta histórica de tintes épicos y de estructura teatral donde los fotogramas son una representación de los cuadros de Pieter Brueghel. Algunas imágenes de Maravilloso Boccaccio son igualmente tableaux vivants, cuadros en movimiento, donde la belleza del paisaje parece contrastar con la indecencia de una sociedad enferma (en todos sus sentidos) subyugada por las corrientes de pensamiento impuestas por las élites.
Finalmente solo queda añadir que los Taviani, como todos los grandes cineastas, son unos excelentes directores de actores. La interpretación del reparto es sobresaliente. El magnetismo de las miradas y el peso de los silencios conceden a Maravilloso Boccaccio un dramatismo que en algunas secuencias resulta sobrecogedor, como aquella en la que la mujer abandonada tras ser dada por muerta es rechazada por su marido después de decirle que vuelve del infierno. Ella le responde con una mirada devastadora que recoge el odio, la tristeza y la ira. Luego le sigue una frase lapidaria: “Vengo del paraíso”.
LO MEJOR:
- Su estética pictórica.
- Las interpretaciones de los personajes.
- La historia de amores imposibles que se extiende a través de casi todos los relatos.
LO PEOR:
- La falta de unión entre algunos episodios.
- La combinación del humor con la tragedia.
David G. Maciejewski