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LA TEORÍA DEL TODO

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No es la primera vez que se aborda la figura del genial Stephen Hawking, una mente privilegiada de las que la humanidad solo tiene la oportunidad de disfrutar muy de vez en cuando. Mentes que son cometas en disciplinas tan lejanas para la mayoría de los mortales como son la física teórica, la astrofísica o la cosmología, y que iluminan la senda que debemos seguir para comprender los secretos del universo, eterno campo de batalla entre la ciencia más teórica y nuestra vertiente más religiosa. Ya en 2004 la BBC llevó a la pequeña pantalla en forma de telefilme una interesante aproximación a su figura con HAWKING, protagonizado por el ahora celebérrimo BENEDICT CUMBERBATCH. Una década después, JAMES MARSH, un multipremiado (y ecléctico) director británico afincado en Dinamarca, vuelve a acercarnos la figura del popular científico firmando uno de los mejores Biopics que hemos visto en los últimos años, porque LA TEORÍA DEL TODO es un brillante manual de estilo de cómo mantener al espectador entretenido, despierto y pendiente de lo que le están contando.

Stephen Hawking es el punto de partida para que JAMES MARSH arme una sólida historia de superación espoleada por el amor. Una historia que mantiene un sutil equilibrio entre su acercamiento a la figura de Hawking y sus logros en el campo de la ciencia con su mirada a la relación entre el científico y Jane Wilde, su primera mujer. No en vano la cinta adapta realmente la autobiografía de Jane Wilde, razón que explica que nos encontremos ante una cinta que si bien en sus inicios presta atención al desarrollo de las teorías científicas de Hawking, finalmente opta por plasmar la lucha de la pareja por hacer frente y superar la enfermedad del ELA. Combinar ambos planos es el mayor acierto de la cinta, pero también supone su talón de Aquiles porque si LA TEORÍA DEL CAOS arranca con una formidable primera hora que pasa por encima de la mayoría de los Biopics del cine reciente (y hablamos de la última década) es en su segundo tramo donde el nivel baja puntos (solo un par de ellos) al conceder un excesivo protagonismo a la figura de Jane y sus sentimientos, perdiendo ese equilibrio que tanto disfrutamos en su primera mitad.

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Y es que JAMES MARSH nos brinda un Biopic que atrapa desde sus inicios gracias a un guion muy bien elaborado que alterna la vida academicista de Hawking y su encuentro con Jane con una sensibilidad exquisita. Así, el espectador no puede evitar asistir con sumo interés a la concepción de las bases que conformarán las piedras angulares de las teorías de Hawking, como tampoco podrá evitar emocionarse ante algunas secuencias que recrean la maravillosa historia de amor entre el científico y Jane Wilde. Todo ello servido con una factura técnica impoluta (bravo por esa fotografía y puesta en escena) y un ritmo que encuentra en la BSO (maravillosa) un apoyo sensacional para que el espectador disfrute cada secuencia. Esta magia se pierde en parte cuando entra en escena la figura del sacerdote que ayudará al matrimonio Hawking a sobrellevar la enfermedad del ELA, y es aquí cuando MARSH flirtea demasiado con algunos tópicos más propios de un telefilme de sobremesa, que chirrían sobre el conjunto. Afortunadamente hablamos de secuencias y situaciones aisladas que no terminan de ensombrecer al conjunto de manera definitiva.

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Nada de todo esto funcionaría sin dos actores totalmente entregados. EDDIE REDMAYNE está soberbio y va a ser muy difícil que no se lleve el Oscar de este año (máxime si tenemos en cuenta que dar vida a discapacitados es casi sinónimo de premio para los académicos). Se mimetiza con Hawking y es capaz de trasladar sensaciones de desasosiego y angustia al espectador cuando de reflejar los estragos del ELA se trata. Su manera de andar, sus posturas y sus miradas nos hacen olvidar que estamos ante una recreación. Formidable REDMAYNE. Junto a él, una FELICITY JONES que borda su papel y cuyas miradas y gestos faciales transmiten de una manera inusual, por su emotividad, el amor que Jane Wilde debió sentir por el científico, así como su fortaleza ante tal adversidad. Suyas son las secuencias más emotivas de la cinta. Un verdadero homenaje al amor que de vez en cuando no está nada mal disfrutar. Para no desentonar, nos encontramos también con un trabajo muy correcto en el plano de secundarios de EMILY WATSON y DAVID THEWLIS. En contrapartida, lo peor se lo lleva CHARLIE COX, en su papel de sacerdote, que no tiene nada que hacer frente al nivel de REDMAYNE y JONES, además de ser víctima de la propia concepción de su personaje, que parece metido con calzador para abrir (erróneamente) nuevas vías narrativas en la historia.

En resumen, podemos afirmar que LA TEORÍA DEL TODO, pese a sus pequeños errores, funciona como uno de los Biopics más interesantes de los últimos años. No adolece de la narrativa lineal (en algunos casos soporífera) a la que estamos mal acostumbrados ni de saltos temporales que compliquen la comprensión completa del relato. Una cinta muy estimulante para los aficionados al género y muy sorprendente para los más reacios a este tipo de cine. Muy recomendable para todo tipo de público.

 

LO MEJOR:

  • El trabajo de EDDIE REDMAYNE y FELICITY JONES. Sus momentos juntos funcionan de maravilla.
  • Hawking jugando al croquet ante Jane, que asiste, y entiende, por primera vez los estragos motores del ELA que están por venir. Una secuencia que rebosa fuerza y amor traducidos en la cara de Jane. Tremenda.
  • La BSO. Cumple su función a la perfección subrayando las secuencias más emotivas y ayudando a que la narrativa avance.
  • Es cine que se disfruta y que garantiza la inmersión del espectador en la historia que le están contando.

LO PEOR:

  • Todo lo que rodea a la historia del sacerdote. Telefilme puro y duro.
  • Los espectadores más sesudos pueden salir decepcionados si lo que buscan es un Biopic centrado en los avances científicos.
  • Que el pobre nivel de algunos Biopics recientes eche para atrás a algunos espectadores.

 

Alfonso Caro

 

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.