FREEHELD, UN AMOR INCONDICIONAL
Resulta complicado criticar una película con una historia e intención tan nobles, especialmente si no ha resultado tan conmovedora y excitante como se esperaba en la víspera de esta producción.
La película está basada en la historia real de Laurel Hester (Julianne Moore), abordada ya con anterioridad en el oscarizado documental del mismo título, Freeheld (Cynthia Wade, 2007). Laurel Hester fue una oficial de policía de Nueva Jersey a la que le diagnosticaron cáncer de pulmón en fase terminal a los 49 años. El corazón de su historia, y lo que la hace tan remarcable, es la homosexualidad de Laurel y, concretamente, la ardua lucha que llevó a cabo para poder transferir a su compañera, Stacie Leigh (Ellen Page), todos los derechos sobre sus ahorros y el reconocimiento de una pensión de viudedad a su muerte.
¿Debería preocuparnos quedarnos tibios y apáticos tras visionar una historia como esta? No, nuestra compasión y ternura continúa tal y como estaba previsto. Pero el enfoque de la película nos conduce por el carácter más activista y jurídico del personaje de Laurel, dejando a un lado la garra romántica que tanto nos hace falta para sentirnos más “tocados” por relatos tan inspiradores como este.
La desaturación de los colores, la cámara inerte y una abundancia de escenarios sobrios institucionales (hospitales, comisarías, cortes, juzgados, etc.) hacen del visionado de esta cinta un mero acompañamiento a la lucha política de una causa que en nuestra actualidad concebimos como conquistada. Quizá sea esta otra de las razones por las que Freeheld no termina de activar nuestro afán de justicia y no levanta nuestro puño reivindicativo; su estreno llega en un momento en el que el cine norteamericano y europeo vive su plenitud respecto a simpatía y sensibilización por las historias de amor homosexual, tanto desde el punto de vista político como desde el personal y emocional. Nos suenan tan irrelevantes y desgastados los comentarios machistas de los oficiales compañeros de Laurel (“no quieren que sus impuestos vayan a parar a su novia”) que, si estuviéramos allí, en lugar de contestar, les abriríamos una pequeña ventanita al mundo real.
Freeheld se convierte así en una película entretenida en el ámbito judicial. Es correcta en su ejecución, pero fría en el sentimiento, y algo desubicada en el presente de nuestras luchas. Una muestra pedagógica moral que en estos momentos (afortunadamente) no necesitamos con tanto ahínco.
Sobra valorar y resaltar las actuaciones de sus cuatro protagonistas, las cuatro razones por las que es una difícil decisión puntuar esta película del uno al cinco: las cuatro estrellas van para ellas y ellos, y la estrella restante, para la dirección de Peter Sollett (Nick y Norah, una noche de música y amor, Camino a casa), quien ha escogido un camino sincero pero seguro: consigue alabar y glorificar la causa de la lucha; sin embargo, nos falta brío en un proceso lleno de obviedades.
El tratamiento de los personajes se balancea entre los extremos del bien y del mal de forma excesivamente canónica. Los buenos son muy buenos y se toman la lucha como si fuera la suya propia; por una parte, tenemos a Dane (Michael Shannon), compañero de Laurel y completo antagonista de una parte de “los malos”, aquellos compañeros homófobos que cumplen perfectamente el estereotipo de oficial de policía de Nueva Jersey; por otra, al personaje de Steven Goldstein (Steve Carell), que es de los buenos porque, además de apoyar a Laurel, es un famoso activista homosexual con una sobreactuada “pluma” innecesaria.
Freeheld es una buena apuesta para los amantes de tan maravillosas actrices y actores como los mencionados, a pesar de que no podamos acompañarles a lo más hondo de los personajes a los que interpretan.
LO MEJOR:
- Las interpretaciones de Julianne Moore, Ellen Page, Steve Carell y Michael Shannon.
- Steve Carrel ilumina y lidera cada escena en la que aparece.
LO PEOR:
- Guion demasiado correcto y personajes buenos/malos demasiado estereotipados.
- Quietud, mesura y poca emoción.
Blanca Álvarez