Festival Prisma Siglo XXI: OPTIMISTAS
OPTIMISTAS (2006) cierra la trilogía, tras POLVORÍN (1998) y EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE INVIERNO (2004), que el director GORAN PASKALJEVIĆ dedica a su tierra natal, Serbia. La necesidad de una exploración emocional tras una catarsis como la vivida en la antigua Yugoslavia no se agota en la impactante realidad. Sus efectos van más allá y empujan a mirar al pasado para exponer el horror del presente. Es un continuum histórico donde la naturaleza hobbesiana del hombre se impone a la anestesia de la civilización.
Con un estilo que recuerda por momentos a Pasolini, recurre a la fábula, la parábola y la sátira para dotar de expresividad su mensaje. Los personajes se estereotipan para alcanzar un abstracto común, evitando la distracción con hechos minuciosos o con psicologías profundas. De este modo, los conceptos se materializan a un nivel más emocional y aprehensible. Es un proceso de radicalización en la exposición de mensajes que se ven superados por una realidad abrumadora.
En OPTIMISTAS, PASKALJEVIĆ acude por necesidad a la filosofía más reveladora: La Ilustración. Voltaire partió del terremoto de Lisboa de 1755 para escribir “Cándido” y hacer desde él una condena al optimismo conformista de la época, preconizado por autores como Leibniz: “el mundo que vivimos es el mejor de los posibles”. Voltaire se rebela: “el destino del hombre es vivir en las convulsiones de las angustias, o el paroxismo del fastidio”. Vivimos en un medio hostil, tal y como afirma desde el pesimismo de uno de los personajes de su novela, “lo normal es la desgracia, no hay que quejarse”. Los paralelismos con la realidad actual son irresistibles.
Partiendo de esta visión volteriana del optimismo, la película, al igual que la novela, nos lleva en un viaje de revelación que nos permite abrir los ojos para desenmascarar el conformismo y la resignación: una pasividad que se acomoda en la desgracia y vive de la quimera de un futuro que nunca ha de llegar. Si para Voltaire el optimismo es “el empeñarse rabiosamente en sostener que todo está bien cuando todo está mal”, PASKALJEVIĆ nos demuestra, en cada una de sus cinco historias, que su único objetivo es estimular el sometimiento y la ausencia de crítica.
Lo hace de forma explícita en la primera de ellas. Un loco fugado pretende crear felicidad hipnotizando a la gente para que olviden que han perdido todo lo que tenían en una inundación. “Es inofensivo”, afirma el médico. Pero PASKALJEVIĆ nos va a demostrar que no es así, que debemos despertar de la hipnosis que hace “renunciar a la razón para decantarse por la aceptación”. Esa renuncia-aceptación se hace evidente en la segunda historia. Un poderoso cacique transforma la realidad (una violación) a su conveniencia, con el sometimiento de sus víctimas (la violada deberá pedirle perdón) que aceptan por el miedo a perder la nada. Y esa nada puede acabar convirtiéndonos en los cerdos del matadero de la cuarta historia, indiferentes a la locura de los que disponen arbitrariamente de su vida. O vivir de la ilusión de una fortuna que depende del azar mientras esperamos en la pasividad, como el jugador de la tercera historia.
Y lo hará de forma alegórica en la última, la más estremecedora. En ella, unos enfermos terminales desesperados son víctimas de una vulgar estafa que se niegan a reconocer. Acabarán revolcándose en el fango de una obra con la ilusión de una curación ficticia. Un fango que inmoviliza y paraliza a toda una sociedad que no es capaz de liberarse de las cadenas que le retienen en “la caverna” platónica.
El reconocido actor serbio, LAZAR RISTOVSKI, protagoniza cada una de las cinco historias haciendo un recorrido que le hace representar las distintas caras de una misma sociedad. Su interpretación, estimulada por una expresividad teatral, acrecienta el tono fabulístico y el fin moralista de las historias.
Si Cándido, el optimista de Voltaire, acababa su viaje en un pesimismo resignado cuya única aspiración será “cultivar su propio huerto”, la película de PASKALJEVIĆ parece querer sacarnos del fango para, por lo menos, luchar contra la aceptación. OPTIMISTAS es un alegato a la razón y a la lucha necesaria frente a las “permanentes desgracias provocadas por el hombre y por la naturaleza”. Porque sin esa lucha, perdemos nuestra razón de ser.
LO MEJOR:
- El tono de fábula y alegoría que acrecientan el impacto de un mensaje complejo pero de carácter universal y atemporal
- Tanto los personajes, como la ambientación y las situaciones están claramente contextualizados en una Serbia conmocionada por la guerra. Además, la originalidad de los estereotipos locales enriquece el relato
- Las interpretaciones, por actores desconocidos fuera de sus fronteras, son brillantes de forma general
LO PEOR:
- La distinta intensidad de la historias hace que en su conjunto la película tienda a cierto desequilibrio
- Los referentes culturales que la enriquecen no resultan siempre evidentes
Marina Calvo