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ESPECIAL CHRISTOPHER NOLAN: ORIGEN

What is the most resilient parasite? Bacteria? A virus? An intestinal worm? An idea. Resilient… highly contagious. Once an idea has taken hold of the brain it’s almost impossible to eradicate. An idea that is fully formed, fully understood, that sticks; right in there somewhere.

(¿Cuál es el parásito más resistente? ¿Una bacteria? ¿Un virus? ¿Una solitaria? Una idea. Es resistente… y contagiosa. Cuando una idea se instala en el cerebro es prácticamente imposible erradicarla. Una idea bien formada, bien entendida, se queda ahí; en alguna parte de la mente.)

Don Cobb, Origen

Bienvenidos a la quintaesencia del cine de Nolan, desde su juego constante con el tiempo (su obsesión última) hasta el uso de efectos prácticos para sus espectaculares set pieces, y a las caras que se repiten película tras película tanto delante (Cillian Murphy, Michael Caine, Tom Hardy) como detrás de la pantalla (Emma Thomas, Wally Pfister, Hans Zimmer, Lee Smith). Bienvenidos a una película que es mucho más 8 ½ que Matrix. Bienvenidos a la película de robos y atracos más catártica de la historia. Bienvenidos al sueño de Christopher Nolan. Bienvenidos, una vez más, y ahora más que nunca en su filmografía, al cine.

Porque Origen habla, sobre todo, de cine. Los personajes de la película se equiparan a los diferentes roles específicos dentro de la industria (director, guionista, productor, actor, encargado de efectos especiales y sonido, inversor y, por último, la audiencia), y todo lo que hacen traza alegorías con la propia producción de una película, como buscar localizaciones y sets para aunar las emociones de la narrativa con lugares físicos y mantener cierto apego por la realidad dentro del sueño para no alertar al soñador de la falsedad del sueño (el mantenimiento de la suspensión de la incredulidad en las audiencias del cine). El equipo inmersa al objetivo en una narrativa y un espectáculo de la misma forma que, en este caso Nolan y su equipo, nos inmersan en una película.

El concepto del origen, la infiltración en la mente de una persona a través de los sueños para plantar una idea, es lo que las grandes películas consiguen hacer con el espectador. Salimos del cine tras ver una buena película un sutil cambio en la reconfiguración de nuestra mente, con nuevas ideas en nuestras cabezas. Con esta película, esta aventura artística hasta el fondo del subconsciente, Nolan revuelve sobre el mismo tema una y otra y otra y otra vez: el equipo protagonista orquestra una farsa, una treta que se vuelve real, produce un proceso de aceptación de una nueva realidad y rechazo de una antigua. Y eso es exactamente lo que se le pide al espectador cuando cruza las taquillas de un multisalas.

Observa estas imágenes. Son veinticuatro por segundo. Son estáticas. Y aunque no se muevan, creete que lo hacen. Cree en la mentira. Porque cuando crees en la mentira, las emociones son reales. Como lo son las lágrimas que nos cayeron en el clímax de Toy Story 3, o en Del revés, o como el miedo que sentimos tras haber visto una buena película de terror, esa de las que nos acompañan hasta el dormitorio y nos observan desde el ángulo oscuro. No importa que la película que estás viendo no sea una historia de verdad, ni que la gente que ves en la pantalla sean solo personas mucho mejor pagadas que tú que organizan un espectáculo y una simulación: si una película te mueve por dentro, te mueve por dentro.

Origen habla del poder de las historias. De cómo una buena narrativa modula nuestros procesos mentales. El viaje de Cobb y Fischer (Leonardo DiCaprio y Cillian Murphy respectivamente) pasa por lidiar la pérdida de un ser querido de dos maneras muy diferentes. El primero, mediante su relación con el show que prepara para el segundo, y el segundo con el show perpetrado por el primero. A su vez, nosotros como espectadores hacemos el viaje que nos propone Nolan (perpetrador del show que nos produce a nosotros la catarsis en este nivel del sueño al que llamamos realidad). Origen es, más que una alegoría sobre el arte de crear cine, una autobiografía velada a cómo Nolan opera y entiende el séptimo arte, y más allá de eso, una historia sobre cómo el cine nos afecta y nos cambia si nos dejamos seducir por él, tanto al creador como al espectador.

Se han vertido mares de tinta, y se han gastado océanos de saliva, discutiendo sobre si, al final de la película, Cobb está en la realidad o está en un sueño. Si queréis, podéis seguir elucubrando. Pero la realidad es que no importa. No importa, porque lo único que importa son las emociones que nos provoca. Cómo experimentamos el mundo a nuestro alrededor a través del arte. Si somos o no somos capaces de dejarnos conquistar por la experiencia. Si Cobb puede hacerlo, ¿por qué nosotros no podemos?

Pol Llongueras

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