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EL AÑO DE ORSON WELLES EN ANAGRAMA

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El año de ORSON WELLES continua. El pasado 6 de mayo recordábamos el centenario de su nacimiento haciendo alusión a dos libros con los que la editorial Anagrama homenajea al autor: Mis almuerzos con Orson Welles. Conversaciones entre Henry Jaglom y Orson Welles, edición de Peter Biskin; y una reedición de la novela de WELLES, Mr. Arkadin, en la que se basó la película del mismo nombre, estrenada hace sesenta años.

 

MIS ALMUERZOS CON ORSON WELLES. UN REPASO A LA HISTORIA DEL CINE

 

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Las conversaciones mantenidas entre el director de cine independiente, HENRY JAGLOM, y ORSON WELLES, entre los años 1983 y 1985, y transcritas por el crítico y periodista Peter Biskind, se convierten, en este libro, en un documento interesantísimo que nos descubre dos personalidades que comparten y discrepan sobre la historia del cine y sus protagonistas. Más allá de las anécdotas, opiniones personales sobre las grandes estrellas de cine, e incluso sus posiciones ante la vida, asistimos a una conversación con cierto aire de exhibición. Como en todo gran diálogo, esos en los que WELLES era un auténtico experto, ambos pretenden impresionar, defender posturas, sorprender a su interlocutor o despertar su interés. Lo que se oculta, se esboza o se niega a relatar, acaba siendo más interesante que lo que se cuenta.

Veremos al WELLES charlatán, al que le gusta provocar y presumir de su protagonismo en una época mítica del cine y de la historia. Trata a las grandes estrellas con la familiaridad, incluso desprecio, que acarrea cualquier trato personal. Pero no sólo es WELLES el que evidencia sus posiciones. JAGLOM se presenta como un admirador de un cine y un mundo que pretende hacer más suyo gracias a su amistad y proximidad con ORSON WELLES. Aunque lo matice con críticas y oposiciones, sabe hasta dónde puede contradecirle y sabe cuándo la contradicción o el reproche se convierten en un halago en los oídos del veterano director. La parte más interesante del libro se encuentra en este fluir de la conversación que desvela la psicología de sus protagonistas. Si JAGLOM se ve arrastrado por los deseos de impresionar de WELLES, éste también parece querer rebuscar aquello que pueda impactar, sorprender o provocar. Incluso podemos dudar de la veracidad de lo que narra pero no de las intenciones con las que lo hace. Parece como si él mismo se hubiera convertido en uno de esos grandes personajes de sus películas, rodeados de un misterio inventado y cuya poderosa presencia no debe dejar indiferente a nadie. El creador creado, que sólo puede empezar a existir con un público que le admire (o le deteste), pero nunca que le ignore. Y para sacarle de ese olvido aparece JAGLOM.

 

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En una de sus reflexiones Welles demuestra su rechazo a las biografías, por muy laudatorias que sean, porque según sus palabras, “… Si sacas a la luz todos los defectos, los defectos parecerán mayores de lo que eran. Si esas personas fueran amigas mías, sus defectos no me importarían tanto como importan al leerlos en un libro”. Él conocía mejor que nadie los efectos de la manipulación y las maneras de distorsionar la imagen en pos del efectismo. En otra interesante reflexión dice: “los jóvenes directores de la última generación han visto demasiadas películas” y hablará de una época en que los guionistas y los directores debían contar con una cultura global, artística y literaria que enriquecía sus obras. Sin embargo en la actualidad, cualquiera puede escribir un guión, su única inspiración parece ser su cultura cinematográfica, a todas luces, insuficiente. No podemos dejar de preguntarnos qué diría del desalentador panorama actual en el que, ya no sólo se ignora la cultura, sino que se alardea de carecer de ella.

Ideológicamente ambos directores defienden una postura de izquierda. Pero apreciamos la diferencia temporal entre el izquierdismo de WELLES, fruto de un contexto político que ampara el liberalismo democrático keynesiano, entendido como postura política que necesita ser defendida, frente a la mayor intolerancia de la izquierda de los setenta que representa JAGLOM, instalados en un cómodo sistema garantizado. WELLES se deja contagiar, en ocasiones, por la ingenuidad ideológica de JAGLOM, pero no sabemos si lo hace desde el cinismo o desde su necesidad de ser admirado. Es evidente que cuando las inquietudes vitales las plantean JAGLOM, la conversación decae. En este contexto político, WELLES nos sorprende con las confesiones que le hizo Roosevelt, con el que tuvo una gran amistad, en las que reconocía su error por no haber intervenido en la Guerra Civil Española. Su condición de ciudadano del mundo y el haber tenido una presencia activa en momentos convulsos de la historia, se percibe en todas sus anécdotas.

 

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Además vierte sin piedad su opinión sobre directores y actores: ERICH VON STROHEIM es visto como uno de los mejores directores de cine, aunque destruido por la política de estudio, y un gran actor; RENOIR, es sorprendentemente irregular, aunque nadie se atreve a reconocerlo, pero capaz de hacer obras de arte como LA GRAN ILUSIÓN; BOGART, es un cobarde pendenciero; RICHARD BURTON, un talento desperdiciado que se ha convertido en acompañante de estrella; RITA HAYWORTH, una estrella que quería ser ama de casa…. Y entre todos estos comentarios, destacaremos uno en el que podemos percibir su concepto de la mujer: “Las mujeres son de otra raza. Son como la luna, siempre cambiantes. Con ellas, la única forma de ganar es ser frío y sereno centro de su existencia. Tienes que representar algo sólido y amoroso. Ser el ancla. Aunque no lo seas. Y no puedes decirles la verdad. Tienes que mentir, fingir, jugar a ser otro. Nunca he estado con ninguna mujer con quien haya podido ser exactamente como soy”, es decir, traslada sus propias dificultades para relacionarse con ellas a un problema de género. Estrategia conocida, comprensible por la gran diferenciación de roles de la época, pero decepcionante en un hombre cosmopolita y vividor como WELLES.

En conclusión, el libro nos proporciona una interesante imagen de ORSON WELLES, de su vida y su pensamiento, pero al mismo tiempo hace un repaso de la historia del cine desde la posición de testigo, aproximándonos a los aspectos más íntimos y desconocidos (sean o no ciertos).

 

 

MR. ARKADIN Y LOS GRANDES MONSTRUOS DE ORSON WELLES

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También este año conmemoramos el sexagésimo aniversario del estreno de la película MR. ARKADIN, escrita, protagonizada, dirigida y producida por ORSON WELLES, y que se basa en su novela del mismo nombre. Se trata de una historia de intriga detectivesca que reúne los grandes mitos creativos de WELLES.

Bien es cierto que el estilo literario de WELLES no aporta nada especialmente innovador (a diferencia de su faceta de cineasta) a la novela negra. Se mueve en los parámetros abiertos por los relatos de Black Mask en Estados Unidos de los años veinte y por la novela negra de la francesa Gallimard de los cuarenta. Es una narrativa ágil, fácil y de brillantes diálogos, que maneja los tiempos con maestría para crear suspense y expectación en el lector. La técnica es la prototípica en este tipo de novelas: narradas en primera persona, vivimos junto al protagonista una investigación que nos va desvelando un misterio elaborado a través de una ingeniería de pistas. Sin embargo, lo más destacable de la obra de WELLES es algo que ya utilizó en CIUDADANO KANE, el leitmotiv que desencadena el periplo investigador del protagonista está siempre determinado por averiguar lo que se esconde detrás de un nombre.

 

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Van Stratten, es un hombre que vive de su ingenio y falta de escrúpulos. Su educación cosmopolita le permite moverse por Europa con una familiaridad que nos recuerda al propio WELLES. En uno de los viajes a los que le llevan sus trapicheos, presencia el asesinato de un hombre que antes de morir le “regalará” un nombre: Arkadin. Junto con su compañera, Milly, comenzarán una investigación que les conducirá a un callejón sin salida en el que el perseguidor se convierte en perseguido. Arkadin es uno de los hombres más ricos del mundo cuya fortuna se ha labrado a base de los más terribles atropellos. Él les conducirá a otros nombres con otros misterios detrás. Esta búsqueda incesante hará desfilar una serie de personajes internacionales cuya pintoresca descripción es la aportación más interesante de la novela.

Volvemos a encontrarnos frente a uno de esos monstruos que tanto obsesionan a WELLES. Un hombre poderoso, influyente y sin moral que sólo sirve a sus propios intereses. En este caso engañará al propio Stratten, con una estratagema bastante pobre, para que descubra algo oscuro de su pasado. A pesar de la previsibilidad y los estereotipos (sobre todo en los personajes femeninos) de la historia, la novela se sustenta en los enfrentamientos psicológicos del protagonista con cada uno de los personajes a los que le va llevando su búsqueda, especialmente el propio Arkadin. Escenarios inverosímiles, llenos de connotaciones, recargan nuestra mente de imágenes barrocas que, por supuesto, transcurren en un brillante blanco y negro, llenas de claroscuros imposibles que distorsionan, aún más si cabe, los esperpénticos personajes.

La fuerza del cine de WELLES se filtra a través de su novela.

 

Marina Calvo

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