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CRÍTICA: MIA MADRE

 

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MIA MADRE cuenta la historia de Margherita (MARGHERITA BUY), una directora de cine de mediana edad que, en plena crisis existencial, tiene que hacer frente a un trabajo cada vez más estresante. Está rodeada de personas que parecen no comprenderla; extraños que acatan sus órdenes pero que pasan a su lado indiferentes, como sombras invisibles. Su trabajo como cineasta se vuelve más tenso cuando su madre (GIULIA LAZZARINI) es ingresada en el hospital a causa de una enfermedad respiratoria grave. La noticia de que morirá pronto coincide con la llegada de Barry Huggins (JOHN TURTURRO), la estrella americana que protagoniza la última película de Margherita. Impotente y devastada, con el único apoyo de su hermano (NANNI MORETTI), sin poder dejar su trabajo y cada vez más impaciente ante las excentricidades de Huggins, la mujer se encuentra al límite de sus capacidades.

La película trata muchos temas en un espacio muy corto de tiempo (quizás demasiados para digerirlos en un primer visionado). Como eje principal de la trama está la crisis existencial que sufre la protagonista: mientras que hace frente a la inminente muerte de su madre, tiene que lidiar con su trabajo en la industria cinematográfica, que no es precisamente el más adecuado para controlar el estrés. La creatividad de Margherita se ha apagado con los años, y su dedicación al cine, que antaño debió satisfacerla, es ahora la única manera que tiene de abstraerse de una vida personal que no le llena. A pesar de tener una hija adolescente, fruto de un matrimonio fallido, y un hermano atento y comprometido, Margherita se siente sola e incomprendida. Tanto que cuando pregunta a los demás cómo la ven, estos tan solo pueden reprocharle su actitud imperiosa y difícil de tratar.

 

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La crisis creativa de este personaje recuerda a la de Mick Boyle (HARVEY KEITEL) en LA JUVENTUD, otra de las grandes cintas italianas que se estrena esta semana. Ambos son cineastas frustrados incapaces de encontrar palabras para materializar sus ideas. Sin saber cómo ajustarse a un modelo social predeterminado, e indiferentes ante el éxito (lo que los vuelve humildes a ojos del espectador), se mueven como almas en pena en un mundo al que parecen no pertenecer. Han caído en el descrédito propio tras darse cuenta de que su trabajo se ha vuelto insustancial, casi repetitivo, y necesitan reinventarse a sí mismos con urgencia para mantenerse a flote.

MORETTI tira de experiencia propia y también retrata, como ya hizo Truffaut en su maravillosa LA NOCHE AMERICANA, el día al día de un director de cine: su trato con las estrellas y con el equipo técnico; los conflictos agresivos en mitad del rodaje; las crisis de ansiedad delante y detrás de las cámaras; la toma de decisiones, a veces descabelladas o terriblemente absurdas, como ocurre en aquella escena en la que Huggins (TURTURRO) debe conducir con tres cámaras frente a los ojos y está más preocupado por no estrellarse que por decir bien su diálogo, etc. MORETTI evoca las andanzas truffautianas y recuerda que la vida del cineasta, si bien hermosa por su compromiso para con el arte, es también un auténtico caos, más cercano a un delirio surrealista extraído del subconsciente de Buñuel que a la propia realidad.

Si a un lado está la crisis creativa de Margherita, al otro se encuentra la crisis sentimental que le provoca la perspectiva de la inminente muerte de su madre. Profesora de latín, mujer cultivada y de buen corazón, su madre parece ser para ella un modelo a seguir, un espejismo de lo que podría haber sido y que nunca será. MORETTI indaga en la tragedia personal de Margherita, pero al mismo tiempo trata temas universales como la pérdida de un ser querido y la impotencia de no poder hacer nada para remediarlo. La protagonista, si ya tiene que hacer frente a los desequilibrios personales que le supone su trabajo (la imposibilidad de mantener una relación seria, no tener tiempo suficiente para su hija, desplazarse continuamente), ahora, además, debe enfrentarse a la pérdida de una de las pocas personas que le ha acompañado durante toda su vida.

 

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A pesar de que toda la trama parece estar marcada por la tragedia, MORETTI le inyecta su personal toque de humor; un humor cotidiano, más efectivo por su universalidad que por el simple hecho de ser gracioso. MIA MADRE alterna escenas lacrimosas con otras realmente divertidas. Estas últimas generalmente están protagonizadas por el excéntrico Huggins, un JOHN TURTURRO que recuerda a una versión desfasada y envejecida –pero igual de divertida– del Jesús de EL GRAN LEBOWSKI. MORETTI se permite la licencia de introducir un personaje estrafalario para que la película respire. La dicotomía entre el melodrama y la comedia está bien medida, lo que convierte la obra en un producto equilibrado y cercano, divertido y triste a partes iguales. Las notables interpretaciones de Margherita Buy y Turturro hacen el resto.

Sin embargo, si algo se le puede reprochar a MORETTI, y probablemente sea lo único, es una estética excesivamente sencilla: una planificación de lo más simple y una fotografía aburrida y nada innovadora hacen que el producto se quede un par de escalones por debajo del éxito incondicional. Si bien el contenido de la obra es intenso y está repleto de matices, su superficie no es demasiado llamativa. Algo parecido le pasaba a MIEL, la última película de VALERIA GOLINO, cuyo trasfondo estaba cargado de mensajes interesantes, pero que, debido a su simpleza visual, no llegó a tener éxito.

Resumiendo: MORETTI le da una vuelta de tuerca al tópico del cineasta frustrado y lo humaniza al mezclar su tragedia personal (una mujer que va a perder a su madre enferma) con la vida caótica de un rodaje. Todo ello contado desde el humor y la cotidianidad, lo que convierte la película en una experiencia cercana y positiva, que deja buen sabor de boca a pesar de su trama trágica. MIA MADRE es una obra equilibrada y sensible, recomendable para todos los géneros y edades.

 

 

LO MEJOR:

  • La interpretación cercana y realista de MARGHERITA BUY.
  • El excéntrico actor al que da vida JOHN TURTURRO y que desquicia a la protagonista.
  • La combinación equilibrada entre el humor y la tragedia.

LO PEOR:

  • Su estilo visual es muy pobre. Se echan de menos algunos logros en la fotografía.

 

 

David García Maciejewski

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Periodista y crítico de cine. Estudia en UCM. Diplomado en Dirección de Cine y TV por Escuela TAI. Trabaja en Abania Eventos S.L. Colabora en Farrucini y El Palomitrón.