EL RECUERDO DE MARNIE Y EL CUENTO DE LA PRINCESA KAGUYA
Cuando las luces se apagaron y el azul inundó de ilusión los ojos de los espectadores, el aura inconfundible del Studio Ghibli se apoderó de la sala. El recuerdo de Marnie, nominada en los últimos Oscar a Mejor película de animación, y El cuento de la princesa Kaguya, también nominada a Mejor largometraje en la edición de 2014 de los Oscar, iban a ser proyectadas durante las horas siguientes con motivo de su estreno este viernes, 18 de marzo, en las salas españolas. Un regalo visual y narrativo al que asistimos encantados y que os desgranamos a continuación:
El recuerdo de Marnie
¡Ay, Studio Ghibli! Gracias por dejarnos disfrutar de tu animación una vez más. Porque otra cosa no, pero las películas del estudio japonés son siempre un auténtico placer para la vista, una delicia visual que invita a la contemplación más absoluta de sus escenas. Es un cine impresionista, que te atrapa con una de las paletas de colores más bellas de la animación actual.
El recuerdo de Marnie no se queda atrás. El cuidado dibujo con el que se diseña el pequeño poblado costero en el que se desarrolla la historia integra maravillosamente multitud de paisajes que dotan al filme de esa aura tan característica de las películas del Studio Ghibli. Que no falte el mar bañando la película de nostalgia y esos planos tan frecuentes en su filmografía, donde unos pájaros volando a la cálida luz del sol son suficientes para despertar en el espectador una sensibilidad tan poco frecuente como excepcional.
Sin embargo, y por mucho que nos duela, esto es lo mejor que puede ofrecernos El recuerdo de Marnie, cuya protagonista, enferma de asma y obligada a pasar el verano en este pequeño pueblecito costero que comentábamos antes, se vuelve demasiado empalagosa desde el primer minuto. Anne es, por desgracia, un personaje incapaz de sostener el peso de la trama.
Los rasgos que definen a nuestra protagonista, estereotipados y con una tendencia exagerada al melodrama, entorpecen, al ser ella el epicentro de la historia, el desarrollo de una película que pudo haber sido mucho más. El recuerdo de Marnie sacrifica la magia por el drama y, al contrario que en El viento se levanta, fracasa en el intento.
Esa cualidad excepcional del Studio Ghibli, la de fusionar la cotidianidad con el misticismo, creando así un universo donde lo real y lo onírico convergen perfectamente, se echa de menos en una película donde el sentimentalismo y el drama es elevado al entretenimiento más barato.
Sin embargo, y pese a que en ocasiones la película se hace demasiado cargante en este sentido, al final de la misma, y en un atisbo de genialidad, la conclusión consigue salvar parcialmente una película que parecía hundirse definitivamente. Al final, y como siempre ocurre con las joyas que este estudio japonés fabrica, la razón se rinde ante la sensibilidad, y las lágrimas afloran ante una pantalla que derrocha sentimiento.
El cuento de la princesa Kaguya
Pocas veces una animación ha hecho tanta justicia a una película como en El cuento de la princesa Kaguya. Con ella, la palabra «cuento» adquiere más significación que nunca gracias a unos trazos, cercanos al boceto, que dibujan una realidad hipnótica, colorida y, sobre todo, poética, que elevan su concepción hasta la belleza más pura.
Adaptando un cuento clásico japonés conocido como El cortador de bambú, El cuento de la princesa Kaguya recupera en todo su esplendor la magia que siempre ha caracterizado al Studio Ghibli y nos regala una bellísima y delicada historia ambientada en el folclore japonés y sus tradiciones más clásicas.
El desarrollo de la historia, tan poético como su animación, consigue mantenerte en todo momento pegado a la pantalla durante las más de dos horas que dura la película gracias a unos personajes y a unas situaciones que son capaces de elevar hasta la excelencia todos y cada uno de los momentos que se suceden en el filme.
Sin embargo, y en contraposición con El recuerdo de Marnie, El cuento de la princesa Kaguya acaba tristemente desinflándose hacia el final. Una pena. Porque si durante toda la película habían hecho gala de un excepcional manejo de la metáfora y la insinuación para explicar la trama, en los últimos minutos todo se vuelve un borrón explicativo (y algo barroco) que le resta esa magia que habíamos comentado al principio. El cuento se derrumba y deja paso a una historia con un triste final, nada que en realidad no compense una historia perfectamente hilada por un maestro como Isao Takahata, director de La tumba de las luciérnagas y, por qué no reconocerlo, genio a la sombra eclipsado por Hayao Miyazaki. El cuento de la princesa Kaguya es, sin duda, una película en la que perderse, en la que dejarse embriagar por sus cerezos en flor y en la que caer conquistado ante la sencillez y la belleza de la princesa Kaguya y el amplio repertorio de personajes que desfilan por su tapiz.
LO MEJOR
- Que lleguen dos películas del Studio Ghibli a los cines españoles.
- La animación, un placer como siempre.
- La extraordinaria sensibilidad de ambas ¿Qué es el cine sino sentimiento?
LO PEOR
- Que el Studio Ghibli atraviese horas bajas.
- Anne, demasiado melodramática.
- El final de El cuento de la princesa Kaguya.
Víctor Camarero