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EL NIÑO Y LA BESTIA

El niño y la bestia en El Palomitrón

El cine japonés nos vuelve a traer, una vez más, una de esas pequeñas joyas que habitualmente nos regala en forma de animación. Tras El recuerdo de Marnie y El cuento de la princesa Kaguya, el próximo viernes 22 llega a nuestras carteleras la nueva película de Mamoru Hosoda, director de Summer Wars y Los niños lobos: El niño y la bestia. Para algunos el nuevo Hayao Miyazaki, para nosotros… la verdad que no; El niño y la bestia, pese a ser una muy digna película, está muy lejos del arte del genio de Ghibli.

Pese al estereotipado ejercicio de empatía (un clásico del anime japonés) por parte del protagonista de la historia, Kyuta; un niño que tras la muerte de su madre desarrolla una misantropía enfermiza que le condena a la soledad; nadie duda de la sensibilidad de la película para transmitir unos sentimientos que si bien no son extraordinarios en comparación con otras grandes del género, si que son lo suficientemente valiosos como para convertir la película de Hosada en una de las recomendadísimas de la cartelera de cara a la próxima semana.

El niño y la bestia en El Palomitrón

Porque, siendo honestos, El niño y la bestia es una película muy normalita, nada excepcional; pero al final el cine es sentimiento ¿Y qué importan las formalidades cuando una película llega al corazón? El niño y la bestia puede ser previsible, de risa fácil y con último cuarto de película desastroso (que ya comentaremos más adelante) pero lo importante aquí es que sus personajes calan, la magia de su mundo colma nuestra imaginación y el niño que todos llevamos dentro celebra poder asistir a una película de este calibre.

Puede que el mayor tributo de Hayao Miyazaki sea su capacidad para dividir el realismo de la fantasía con un trazo tan fino que a veces parecen confundirse, como un sueño del que no se es consciente del todo. Perfección onírica que por desgracia El niño y la bestia no alcanza, aquí el trazo es tan grueso e irregular que la verosimilitud de la película; (lo que es real y lo que no dentro de su propio universo) se sitúa en un punto un tanto indefinido. Se echa de menos la magia del Estudio Ghibli en este sentido.

El niño y la bestia en El Palomitrón

El mundo de las bestias se nos antoja forzado y poco imaginativo. Lo contrario que sus personajes. Desde el protagonista hasta el más mínimo secundario, cada elemento que interviene en la película encandila de una manera excepcional, engranando una pieza final (algo oxidada) que brilla gracias a la indudable contribución del carisma de sus personajes.

El desarrollo de la trama es un tanto desordenada y la propia película parece confundirse con sus propias intenciones; sobre todo en el último cuarto de la película. Tras un aparente final la película da un vuelco, tan inverosímil como injustificado, que cambia por completo de la historia: lo que antes era una trama secundaria (metida, por cierto, con pinzas) ahora se convierte en el eje central de la película y es resuelta a trompicones y de forma rídicula. Un final amargo, sin duda.

Pero todo pasa a un segundo plano cuando hay una película como El niño y la bestia detrás. Se le perdona ese decepcionante final y cualquier cosa. El niño y la bestia es una obra para disfrutar desde el corazón, para recordarnos; en este mundo cada vez más frío y distante, que los sentimientos pueden nacer de unos simples trazos de arte dibujados con el alma.

LO MEJOR:

  • Su sensibilidad, para disfrutar como un niño
  • Sus personajes, maravillosos

LO PEOR:

  • El último cuarto de película, desastroso.
  • Que no podamos evitar compararla con el Studio Ghibli.

Víctor camarero

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