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CRÍTICA: EL BAILARÍN DEL DESIERTO

DESERT DANCER

 

A partir del 14 de Agosto podremos disfrutar de EL BAILARÍN DEL DESIERTO, la nueva película del director inglés RICHARD RAYMOND, basada en la vida de Afshin Ghaffarian (interpretado por REECE RITCHIE), un joven iraní que deberá luchar contra las opresivas normas de su país para poder dedicarse a su pasión, el baile. Nos situamos en Irán, año 2009. El país está asolado por revueltas populares apoyando la oposición, todo ello bajo la constante amenaza de la «policía moral», el principal instrumento de represión social que se encarga de imponer las leyes contra las libertades individuales y colectivas del pueblo bajo el mando del gobierno autoritario de Mahmud Ahmadineyad.

RICHARD RAYMOND nos permite asomarnos al mundo del protagonista, un apasionado de la música y el baile que deja su pueblo natal para estudiar en la universidad de Teherán, donde una gran mayoría quiere liberar a su país de la opresión del gobierno y dar paso a una nueva etapa más liberal. Con unos compañeros de universidad (FREIDA PINTO, MARAMA CORLETT, TOM CULLEN, NASER JAVADI) creará un grupo de baile clandestino con el único fin de sentirse libres y crear algo propio del que sólo ellos puedan tener el control, desafiando las leyes vigentes. Completan el reparto NAZANIN BONIADI, a la que pronto veremos en BEN HUR, interpretando a Parisa Ghaffarian, la madre de Afshin, MAKRAM KHOUDY en el papel de Mehdy, mentor del joven bailarín y SIMON KASSIANIDES como Sattar, jefe de la policía.

Con este largometraje el director inglés logra con cada escena retratar un país oprimido por leyes dictatoriales que restringen todo tipo de voluntad artística o política, presentando un país dividido como tantos otros entre el pueblo y la autoridad vigente. A pesar del contexto político y social, el director consigue introducir el punto de vista optimista y luchador de una juventud que no se resigna, con fuerzas suficientes para rebelarse y soñar por un mundo más justo. Estas dos visiones lejos de ser contradictorias consiguen equilibrar la película (quizás demasiado), mezclando dos tipos de escenas: las que reflejan el día a día, grabadas casi a modo de documental y con la tensión represiva que representa la policía, y las de baile que por su condición clandestina transportan a Afshin y sus amigos a un universo propio lleno de vida y esperanza. Posiblemente la película esté demasiado equilibrada para tratar un tema tan básico como la libertad de expresión y que por ello la narrativa pierda fuerza, pero para poder apreciarla es preciso tratar el fondo de la cuestión más que la superficie. No os espereis una película de baile con una técnica espectacular, ni ver saltos y coreografías demenciales. Se trata de conocer una realidad distinta y dejarse mecer por cada historia, cada movimiento y cada expresión de personajes que sobreviven en un lugar en el que bailar es castigado con penas de cárcel y lapidación.

 

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EL BAILARÍN DEL DESIERTO es ante todo una película humana que nos permite reencontrarnos con nuestra condición más primaria y natural, que es la de seres vivos y libres. No habla del baile, pero narra a través del baile. Su verdadero mensaje es mucho más real y sutil; habla de la libertad de existir y de expresar, vengas de donde vengas, sin importar lo lejos que llegues. Nos recuerda que si creamos el arte fue por la libertad de soñar, y que éste no tiene que ser bello, ni tiene porque ser complicado, ni técnico, ni mucho menos útil. El arte debe ser sentimiento y autenticidad. El arte es único porque es diferente para cada uno. El arte es soñar y crear a la vez, pero también es sentir y liberarse.

Cuando el ser humano suprime el arte, se anula a sí mismo, su capacidad de convertir emociones en belleza. El arte transforma la vida, que es efímera, en algo eterno. Sin arte no hay libertad para soñar, todo se vuelve monótono y homogéneo. Si existe una característica propia del hombre es la capacidad de crear de forma consciente con su mente y sus manos. El arte permite viajar, liberar la mente, reflexionar, cuestionar… Por ello es comprensible que en algunos países gobernados por partidos autoritarios sea una actividad prohibida por la ley; si el arte alimenta la creatividad y la diversidad, y viceversa, la única manera de mantener el poder es destruyendo y/o limitando las fuentes de inspiración.

 

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Si os gustan las películas que invitan a reflexionar, cargadas de crudeza y realidad pero elegantes y llenas de belleza, estáis de enhorabuena. Una ventana abierta a un lugar no muy lejano, también llamado Mundo, en el que bailar, cantar, gritar y reunirse está prohibido, y que nos recuerda que lo importante es, ante todo, la libertad de decidir.

 

LO MEJOR

  •  Con un lenguage simple y elegante, la película narra la vida de los personajes de manera sencilla, sin añadir más drama de lo que conlleva vivir bajo una autoridad opresora. Las historias cobran realidad gracias a la interpretación de REECE RITCHIE en el papel protagonista y FREIDA PINTO que consiguen expresar la pasión de unos bailarines que a pesar de los impedimentos para ejercer su arte, mantienen su pasión impulsados por la necesidad de expresarse.
  • A pesar de que el tema principal sea el baile, al ser un hecho real y debido a su contexto político sólo es comparable entre otras películas del mismo género a FOOTLOOSE de HERBERT ROSS, en la que el protagonista, también amante de la música y del baile rock and roll, aterrizaba en un pueblo en el que se le prohibía disfrutar de sus aficiones. Los casos, aún así, son claramente diferentes ya que en el filme de ROSS la situación se arreglaba, lo que difiere de lo acaecido en Irán, donde siguieron persiguiendo artistas y libres pensadores.
  • RAYMOND consigue definir un largometraje serio y muy visual, una fotografía pura y secuencias de baile muy conseguidas. El guión de JOE COCKER  abre una ventana a una historia con final abierto que concluye lanzando un emotivo mensaje de paz y libertad a pesar de los fracasos y que logra lo más importante, hacernos pensar.

LO PEOR

  • Puede que para los amantes del baile ésta no sea una película muy jugosa en cuanto a contenido por la falta de formación y experiencia debido a la situación social de Irán, pero muchas otras del género han triunfado sin calidad artística y con menos calidad cinematográfica, por lo que os animamos a conocer la historia del hombre que huyó para poder bailar.

 

Naomi Barki

 

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