CRÍTICA: EL ASPIRANTE (2024)
ANTECEDENTES
El aspirante es el primer largometraje de Juan Gautier. Este cineasta es habitual del formato documental con obras como Tánger Gool (2015) o Shooting for Mirza (2021). De otra manera, el trasfondo social también está presente en El aspirante, un thriller que se desarrolla durante una jornada de novatadas.
La película está basada en un corto homónimo que protagonizó en 2015 Patrick Criado. Ahora, nueve años más tarde, el director se adentra aún más en estos rituales de iniciación ―o lacras― sin perder un ápice de la intensidad de la historia original.
El aspirante se proyectó en la Sección Oficial de Atlàntida Mallorca Film Fest el pasado 23 de julio. Tuvo tan buena acogida entre la crítica y el público que se alzó con el Premio Dama Agustí Villaronga a la Mejor Película Nacional.
Con guion de Josep Gómez Frechilla y Samuel Hurtado además del propio Juan Gautier, la historia explora unas circunstancias en las que muchos jóvenes dan rienda suelta cada año a sus instintos más primitivos.
LA PELÍCULA
Madrid, inicio del curso. Jornada cero.
En el interior de la Residencia Universitaria Tolentino, los novatos intercambian miradas de nerviosismo mientras los veteranos se frotan las manos.
Carlos y Dani son dos estudiantes recién llegados a la capital. Aunque a simple vista son muy diferentes entre sí, comparten el objetivo de integrarse. Antes de que puedan ubicarse en su nuevo hogar, los veteranos los conducen junto al resto de los novatos a Las Catacumbas, los sótanos del Tolentino.
Las reglas son aparentemente sencillas: durante las siguientes veinticuatro horas, solo tienen que obedecer.
Todas las pruebas ―o humillaciones― están supervisadas por Pepe, el líder de los veteranos. Serio y despiadado, el chico mueve los hilos de unos rituales cuya intensidad va aumentando a medida que avanzan las horas y las drogas y el alcohol hacen efecto.
¿Qué estamos dispuestos a hacer, y a dejar que nos hagan, a cambio de formar parte del grupo?
El aspirante nos muestra la existencia de un lugar (una residencia universitaria) y un tiempo (los primeros días del curso) en los que muchos jóvenes se reparten el papel de víctimas y verdugos. En otras palabras, los que ordenan y los que obedecen.
La historia se mueve siempre cerca del precipicio. Desde los primeros minutos nos envuelve una atmósfera tensa, a punto de estallar. En El aspirante, los personajes se encuentran continuamente al límite.
La violencia, más que un episodio aislado, es aquí una ambientación. La película explora los diferentes tipos de violencia a los que se enfrentan los jóvenes, desde la física, que puede ser la más evidente, hasta el silencio, una de las más crueles.
Se tocan varios géneros: drama, suspense, incluso algunos elementos de terror. No obstante, es en el thriller donde mejor encaja. La estructura a contrarreloj logra desde el principio un ritmo trepidante. El reloj se cierne continuamente sobre las cabezas de los personajes, que saben que solo deben aguantar hasta que pasen las veinticuatro horas, pero también sobre los espectadores, a los que les llega toda esa tensión acumulada.
En El aspirante hay tiempo para todo: tiempo para hacer el payaso, para tener flechazos, para rozar la línea de la ilegalidad o cruzarla, para pelearse, emborracharse… Hay tiempo incluso, aunque parezca imposible, para descansar. Para respirar. Antes de volver a la espiral.
Muy acertadamente, la cámara no juzga; se limita a mostrarnos esa tierra de nadie, un lugar más o menos violento, dependiendo de la generación que mueva los hilos, donde el vacío legal y el silencio perpetúan la impunidad de los verdugos.
Entre todos los temas que se tratan, destaca la rebeldía. No en vano el cortometraje de 2015 comienza con la siguiente cita del psicólogo Erich Fromm: El bien y el mal no existen si no hay libertad para desobedecer. El aspirante nos demuestra que una de las cosas más valiosas que poseemos es precisamente la libertad para hacerlo.
En algunos tramos de la película uno no puede evitar fijarse en las semejanzas entre este diminuto universo y la vida real. Y es que siempre quedará cierta duda de si las novatadas son, en cierto modo, una preparación para el mundo que espera a los jóvenes más adelante.
ELLAS Y ELLOS
La historia de El aspirante parte de una premisa potente y se desarrolla en un escenario que muy pocas veces ha tratado la ficción. A pesar de eso, el pilar fundamental de la película son los personajes. Y el elenco está más que a la altura de la tarea.
Más allá de los roles y de las apariencias, el mayor logro de los actores es encarnar con veracidad a personajes que deben desenvolverse en circunstancias extremas y atravesar en muy poco tiempo toda una amalgama de emociones.
Personajes grises, en definitiva. Un ejemplo de ellos es el eterno veterano encarnado por Pedro Rubio (Acacias 38, Libélulas), que a lo largo de la historia es capaz de mostrar desde crueldad hasta compasión.
Otro de los temas centrales de la obra es la masculinidad. ¿Hay más presión en los chicos para formar parte del grupo? ¿Por estar a la altura de las expectativas?
Aquí podemos encontrar a varios perfiles, que encarnan los diferentes arquetipos de masculinidad: Eduardo Rosa (El desorden que dejas, La casa de las flores) es Pepe, el duro; Felipe Pirazán (Cuéntame cómo pasó, Tratamos demasiado bien a las mujeres) encarna a Fer, el alumno aventajado. Los roles protagonistas pertenecen a Lucas Nabor (SKAM, Todos los hombres del rey) como Carlos, el chico rebelde, y a Jorge Motos (nominado al Goya por Lucas) como Dani, el niño inocente.
El peso de la actuación femenina recae en Catalina Sopelana (Modelo 77, La estrella azul). Lau es una joven que ya ha vivido, aunque siempre a cierta distancia, las humillaciones que los veteranos se dedican a imponer durante las novatadas. No podemos evitar preguntarnos por qué sigue ahí, qué la mueve para seguir frecuentando, por ejemplo, las siniestras Catacumbas.
La extraña relación entre ella y Pepe, su primo, es una de las subtramas más interesantes.
Muchas veces, nada más echar un vistazo a la gente, nos hacemos una idea de quiénes son. El instinto de supervivencia funciona así. Sin embargo, El aspirante nos enseña que estos roles son fácilmente intercambiables, y que quien fue víctima puede convertirse en verdugo.
LA SECUENCIA
Las Catacumbas son un escenario recurrente a lo largo de la película. Un lugar en penumbra, repleto de objetos de lo más variados, que casi parece la guarida de algún monstruo. La escena en la que Carlos empieza a sospechar todo lo que lleva sucediendo allí durante años hace que la película dé su giro oscuro definitivo.
TE GUSTARÁ SI…
- Disfrutas de los ritmos trepidantes
- Buscas una película con la que evadirte y a la vez reflexionar
- Disfrutas explorando cómo se comportan los personajes en situaciones límites
LO MEJOR
- El trabajo de un elenco joven y prometedor
- La atmósfera tan bien construida, que escala a lo largo de la película hasta convertirse en asfixiante
- Los toques de terror
LO PEOR
- Un final que puede resultar algo precipitado
Elena Romero