El Palomitrón

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BOJACK HORSEMAN: DEPRESIÓN Y SONRISAS

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Se llama BoJack Horseman y su apellido lo define tan bien como la canción que suena en los créditos finales de sus episodios. «Te haré entender que soy más caballo que hombre… o soy más hombre que caballo». Las dudas existenciales de BoJack no tienen nada que ver con el hecho de vivir en un universo formado tanto por humanos como por animales antropomórficos; vienen directamente de su oscuro interior. Porque este caballo-hombre tiende a la depresión desde que en los noventa viviera el éxito (y posterior caída) con una sitcom tontorrona. Desde que aquello acabó, se dedica a beber, sufrir y vivir las desventuras que vimos en las temporadas anteriores. Pero siempre con una mirada al pasado.

Es curioso el sentimiento de nostalgia que consigue aflorar la canción de los créditos. Como si viniera del pasado para intentar rescatar recuerdos perdidos en esta línea del tiempo que solo parece avanzar. Puede que la nostalgia venga como un hecho catártico tras acabar un fin de semana de largo maratón ante Netflix. O puede que durante todo el tiempo ante el televisor nos haya estado trasladando a las emociones previas que esta misma serie nos provocó en el pasado. Sea cual sea el motivo de esta nostalgia, lo importante es que podemos volver a oír la canción. “Back in the 90’, I was in a very famous TV show…». Esa es la señal. BoJack ha vuelto, y os podemos asegurar que en plena forma.

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Las temporadas anteriores de BoJack Horseman (una de las series de animación para adultos del catálogo de Netflix) han tratado sin temor temas tan complejos como la depresión, el alcoholismo, las drogas, el aborto, el feminismo y la familia, además de servir como sátira de Hollywood, el cine y la televisión. Pero por delante de todos estos temas siempre ha sido una serie sobre la condición humana, sobre cómo nos comportamos y reaccionamos ante el mundo. En esta cuarta temporada, probablemente la mejor hasta el momento, la serie continúa por el mismo camino, añadiendo nuevos personajes y tramas de lo más interesantes.

Destacan especialmente dos nuevos personajes, la hija y la madre de BoJack, que provocan en el caballo el mayor desarrollo de personaje que hemos visto en mucho tiempo. BoJack comienza la temporada siendo consciente de todo lo malo que provoca en los demás, por lo que comienza a intentar rebajar la toxicidad natural de su ser. La trama principal de la serie nos habla de cómo ser mejor persona, y lo hace de forma más positiva de lo habitual. Esta temporada es, en cierto modo, la redención de BoJack, y aunque nunca se aleja del sentimiento depresivo que ha caracterizado a la serie desde su origen, nos provoca sensaciones más cercanas a lo agridulce que a lo trágico. Ciertas tramas incluso ofrecen un claro final feliz, algo impropio en la serie, pero que resulta merecido y aliviador.

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Por detrás de la trama principal del caballo nos encontramos con Princess Carolyn, la exagente de BoJack que está decidida a formar una familia a la vez que produce sus propios proyectos. No cabe duda de que es la historia con menor interés de la temporada, y que ciertos episodios le otorgan un protagonismo excesivo a la gata rosa, aunque por otro lado nos regala uno de los mejores momentos de la serie. No podemos evitar destacar el capítulo 5 (Mis condolencias), una sátira bestial sobre cómo el cine utiliza la violencia del mundo real para su propio beneficio.

También volvemos a encontrarnos con el Sr. Peanutbutter, que se presenta a gobernador sin saber absolutamente nada sobre como ejercer el cargo. La crítica a Donald Trump está servida, pero no presenta nada nuevo. El asunto mejora cuanto más afecta a Diane, un personaje que ofrece varios grandes momentos esta temporada. Pero quien sin duda se lleva el gran premio es Todd, que abandona su rol de mero payaso secundario para presentarse en sociedad como asexual, un colectivo apenas visibilizado en televisión y por el que hay que aplaudir a Raphael Bob-Waksberg, creador de la serie. Hemos echado en falta más desarrollo sobre el tema y algo menos sobre la nueva empresa que decide formar Todd, pero es de agradecer que empiecen a aparecer personajes abiertamente asexuales en la ficción comercial.

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BoJack Horseman es una serie que siempre ha destacado más por su guion que por la dirección. Mantiene los gags visuales (casi siempre relacionados con los animales) y los diálogos cómicos más ágiles de la televisión, con una velocidad, inventiva y juegos de palabras sorprendentes. En lo visual la serie se mantiene en su línea habitual, correcta aunque nunca especialmente virtuosa. Pese a ello, esta temporada contiene algunos momentos donde la animación presenta nuevos estilos o alguna idea muy inteligente. Destaca el episodio 11, probablemente el mejor de la temporada, dedicado a hablar del pasado de la madre de BoJack.

En definitiva, ese es uno de los grandes temas de la serie: el pasado. El tiempo y cómo solo tiene una dirección. BoJack da que pensar, en esta ocasión más que nunca. Y es que con permiso de Rick y Morty, estamos ante la comedia de animación para adultos más importante de las últimas décadas. BoJack Horseman es una serie sincera, que no tiene miedo a hablar (y reírse) de la depresión y otros temas impropios. Es una serie capaz de hacerte llorar, de ponerte los pelos de punta en sus dos últimos y fantásticos episodios. Es, para ser claros, la mejor serie de Netflix. ¿Cuándo dices que empiezas el maratón?

https://www.youtube.com/watch?v=Bf12qwPWDVI

Ignasi Muñoz

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