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CINE CRÍTICAS

BARBACOA DE AMIGOS

 

BARBACOA DE AMIGOS. Crítica. Cine y estrenos en El Palomitron.

 

En toda vida hay un punto de inflexión. Tras la tormenta de la existencia, siempre llega la inquietante calma, la que nos sobreviene y hace plantearnos qué estamos haciendo con nuestra vida y hacia dónde queremos llevarla. Y quizá lo que termina siendo más importante, con quién queremos disfrutarla. No podemos escoger dónde ni cuándo enfrentarnos a ese dilema moral, al igual que nos es imposible elegir nuestra familia u origen, pero una vez enfrentados a ese principio del fin que supone la inflexión, somos libres de escoger cómo afrontarlo y formar la compañía necesaria, esa segunda familia que conforman la amistad y las relaciones interpersonales, como punto de partida para superarlo. Con el realismo y complejidad que esto supone como premisa, BARBACOA DE AMIGOS, del francés ERIC LAVAINE, encuentra en su fórmula de ligero moralismo, credibilidad, positivismo, madurez y amistad la clave de su éxito, siendo una digna integrante del destacable género que es ya la comédie française.

Y qué bien se mueven los franceses en ese terreno. Con el éxito de GUILLAUME Y LOS CHICOS, ¡A LA MESA! aún presente, la industria gala vuelve a ofrecernos una simple lección vital encerrada en un complejo trasfondo y disfrutable contenido, personificada en la vida de Antoine (LAMBERT WILSON) y su grupo de amigos. A sus 50 años, la vida de Antoine es plena hasta que, en mitad de una maratón y de forma inesperada, sufre un ataque al corazón. Desde ese momento, va a tener que empezar a ser más cauteloso, pero Antoine ya ha pasado toda su vida cuidando su salud, dieta, trabajo, familia o amigos. En ese punto de inflexión que supone el infarto, Antoine toma una decisión y decide cambiar su hasta entonces cautelosa vida, cambiando irremediablemente la de su familia y todos aquellos que le rodean.

Fresca, inteligente y, ante todo, comedia, dentro de sus límites y clichés BARBACOA DE AMIGOS consigue el fin último al que toda producción debe aspirar, y del que no muchas pueden presumir: hacer reír al espectador. En su gran labor de guionizaje se encuentra el ingenio y la cotidianeidad que caracterizan a las situaciones que viven los protagonistas, así como los vínculos que se establecen entre ellos. Absorbiendo el realismo de la vida, LAVAINE lo traslada a la producción cinematográfica de una forma efectiva y con el ritmo necesario para enlazar todos los capítulos de una historia que, en manos de otro, parecería dispersa.

 

BARBACOA DE AMIGOS. Crítica. Cine y estrenos en El Palomitron.

 

Como piezas de ese puzle incompleto que es la vida de Antoine, cada uno de sus amigos forman parte de un sólido grupo y de los capítulos de su historia. Una historia que, como ellos, madura, cambiando por las circunstancias y el entorno, pero que en esencia, sigue siendo tan pura como la amistad que les une décadas después de conocerse en la universidad. Con el telón bajado y el escenario ante ellos, el paso del tiempo no hace que cada uno deje de interpretar el personaje estereotipado que desde jóvenes llevan haciendo, característicos en cualquiera de los grupos que conocemos. Y es que, realidad o ficción, siempre hay un líder (el ya mencionado LAMBERT WILSON), un intelectual (GUILLAUME DE TONQUÉDEC), un inocente (JÉROME COMMANDEUR), un gracioso (FRANCK DUBOSC) y una integrante femenina o uno masculino (FLORENCE FORESTI). Como la solidez en un grupo que sólo estos clichés terminan provocando, cada uno de los actores del reparto se contiene para proporcionar una destacable interpretación coral, sin individualidades a destacar o criticar. Y en esa generosa contención grupal, brillan cada uno de ellos.

Con un exceso de positivismo edulcorado en su tramo final, BARBACOA DE AMIGOS cierra el telón de su historia. Y lo hace otorgándonos una lección vital de aparente simplicidad que, más que aleccionar, proporciona al espectador un punto de origen para plantearse nuevamente y de forma ligera la alegría de existir  y el sentimiento por la vida. En su transcurso, pasa por altibajos en el ritmo o confusiones en el tono de la historia, ¿pero no es así la propia vida, irregular? ¿Y no es eso lo que la película nos trata de contar? Nacemos y morimos solos. Y en ese transcurso entre ambas, vivimos. Felices, despreocupados, cautelosos, estresados, qué más da. Quizás la vida pueda ser muchas cosas, pero en realidad, todo depende de las personas con quienes queramos disfrutarla.

 

 

LO MEJOR:

  • El realismo de la obra. Ya sea en su trama, en sus diálogos, en los personajes o en las situaciones cotidianas que les acompañan. La pantalla se convierte en ventana y los personajes en cualquier vecino, amigo o conocido que podamos tener. Inteligente e ingeniosa, su aparente simplicidad implica emocionalmente al espectador y le atrapa.
  • La lección vital que trasmite. La alegría de vivir implícita en cada uno de los personajes, la simplicidad que adquieren los problemas cuando sucede algo grave. De alguna forma, lo que era una simple película se termina convirtiendo casi instintivamente en un canto a la esperanza.

LO PEOR:

  • Su tramo final. Sin llegar a desmerecer lo que la producción ha ido construyendo a lo largo del metraje, empeora el resultado final del conjunto. Le resta el destacable realismo y cotidianeidad y provoca que el espectador desconecte y despierte de ese trance para chocarse con la brutal realidad: la ficción es sólo eso, ficción.

 

Lydia Martínez.

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