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SWEET/VICIOUS, EL ÁNGULO INVERSO DE «POR 13 RAZONES»

Sweet Vicious Poster - El Palomitrón

Desde su estreno el pasado viernes 31 de marzo, Por 13 razones se ha convertido en uno de los mayores éxitos de la temporada para Netflix. Con una aplastante mayoría de comentarios positivos en redes y una puntuación de 8.4 para los usuarios de Metacritic, la plataforma ha conseguido por fin conectar con el público con un drama adolescente.

Su temática, centrada en el acoso sexual y escolar, está siendo tratada con mayor frecuencia y atino por las series de ficción, paralelamente al creciente clamor social por la impunidad de los violadores en Estados Unidos. Por 13 razones es un relato serio sin apenas concesiones para el humor. Sin embargo, a finales de 2016 MTV encontró en Sweet/Vicious una forma de tratar la lucha contra los abusos sexuales con un tono radicalmente opuesto.

La serie, creada por Jennifer Kaytin Robinson, está ambientada en un campus universitario en el que el aumento de los casos de abusos sexuales es inversamente proporcional al de sentencias condenatorias para los violadores.

Como pudimos ver en el documental de CNN (en España, disponible en Netflix) The hunting ground, esta realidad se percibe en cualquier universidad estadounidense. Con una estructura económica demasiado dependiente de los éxitos deportivos y la buena imagen de las propias instituciones académicas, sus órganos directivos suelen tratar de resolver los casos de violación bajo cuerda y al margen de la justicia. En primer lugar, intentando influir en las víctimas para que no denuncien. Cuando los cortafuegos no funcionan, las campañas de desprestigio para hacer que la víctima parezca culpable (victim blaming) de mentir o incluso de haber provocado el crimen suelen funcionar para proteger a los violadores, en muchas ocasiones deportistas que llenan las vitrinas universitarias de trofeos y sus cuentas bancarias de ceros.

Eliza Bennet - El Palomitrón

Jules (Eliza Bennett) es una estudiante y miembro de fraternidad que es violada en su primer año de universidad. Los efectos que el abuso causa en ella, unidos a las injusticias que padecen muchas de sus compañeras cuando intentan denunciar, hacen que decida tomarse la justicia por su mano. Vestida como una ninja y con un distorsionador de voz, ataca a todos los hombres que han salido indemnes tras haber abusado de una o varias estudiantes del campus.

Ophelia (Taylor Dearden) es una chica vaga, camella y lo suficientemente asocial como para adquirir conocimientos informáticos de hacker. Accidentalmente descubre el secreto de Jules y decide unirse a ella, creando la sociedad vengadora Sweet/Vicious.

Durante el primer tercio de la temporada la serie funciona casi a modo procedimental, resolviendo casos episódicos y avanzando poco en su trama horizontal. El carisma de las protagonistas y el ingenio en los guiones sirven para aguantar la espera antes de la traca final. Jennifer Kaytin Robinson consigue equilibrar muy hábilmente el humor (que aporta principalmente el personaje de Ophelia) con la seriedad de los temas que se tratan, consiguiendo un producto divertidísimo sin llegar a frivolizar con los abusos sexuales.

Paralelamente a la emisión de la serie, MTV ha creado una web en plataforma Look different, en la que ofrecen asistencia a las víctimas e informan acerca de la cultura de la violación. La cadena lleva encadenando en los últimos años varias producciones que, sin dejar de dirigirse al público adolescente, han tratado de ir más allá en la concienciación sobre la desigualdad de género y la lucha por los derechos LGTBi como Faking it o Teen Wolf.

Los datos de audiencia de Sweet/Vicious, que despidió su primera temporada el pasado mes de enero, han sido más bajos de lo habitual incluso para una cadena a la que siempre le han funcionado mucho mejor los realities que las series. Más de dos meses después del último episodio, MTV aún no se ha pronunciado sobre su renovación. La temporada acaba lo suficientemente cerrada como para no dejarnos con la sensación de haber asistido a un final abrupto, pero con muchas posibilidades narrativas para el futuro.

Fon López

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He crecido viendo a Pamela Anderson correr a cámara lenta por la arena de California, a una Carmen Maura transexual pidiendo que le rieguen en mitad de la calle, a Raquel Meroño haciendo de adolescente con 30 años, a Divine comiendo excrementos y a las gemelas Olsen como icono de adorabilidad. Mezcla este combo de referencias culturales en una coctelera y te harás una idea de por qué estoy aquí. O todo lo contrario.