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EL FÚTBOL O YO

LOS ANTECEDENTES

No es descabellado afirmar que la religión mayoritaria en Argentina se llama fútbol. Como dato, el 90 % de la población se reconoce hincha de algún equipo. Nueve de cada diez. Sin distinción de sexo, edad o estatus social. Es algo más que una afición. Es una pasión. Y, por supuesto, un filón a la hora de llevarlo al cine. Para muestra, taquillazos como la genial Futbolín (Metegol), la divertida Papeles en el viento o la coproducción hispano-argentina Fuera de juego, filmes que atrajeron a las salas a millones de espectadores.

Por ahora, la fórmula de fútbol y cine parece ser inagotable. El último en aprovecharla ha sido el director Marcos Carnevale, creador de una joya titulada Elsa y Fred (que por cierto, si aún no la has visto, estás tardando). El cineasta presenta El fútbol o yo, una comedia amable que cumple su promesa de pasar un buen rato. De momento, y con el Mundial de Rusia a las puertas, este largometraje, auténtico exitazo en su país, ha traspasado fronteras, y pronto tendrá un remake mexicano.

LA PELÍCULA

El fútbol o yo plantea una propuesta sencilla. Un hombre tan obsesionado por el juego que pierde a su familia. Un tipo exasperante y algo boludo que a ratos llega a caer pesado por el pasotismo hacia lo que le rodea y sus ínfulas de macho argentino. Por supuesto, se acaba redimiendo. En ese sentido, la historia ofrece pocas sorpresas y alguna escena melodramática con intentos de ser profunda, que, en general, suponen un lastre para la trama.

Sin embargo, dejando los prejuicios aparte, el filme invita al entretenimiento y al disfrute. Relajarse y reír, que no es poco. Porque sí, cuando la historia no se desvía de la comedia, rueda sola gracias sobre todo al gran hacer de sus protagonistas: Adrián Suar y Julieta Díaz dan vida con mucho desparpajo y solvencia al mal avenido matrimonio formado por Pedro y Vero, a quienes acompañan un enorme reparto de secundarios.

Además, propone una interesante y sencilla reflexión que va más allá de la afición o la adicción al fútbol: al alcohol, al tabaco, al móvil, a las redes sociales… Adictos, hoy en día, hay en todas partes.

ELLOS Y ELLAS

Adrián Suar, quien da vida a Pedro, es también uno de los guionistas de El fútbol o yo. Y se nota. El personaje parece estar construido a su medida. El actor se mimetiza con la forma de ser de este tipo histriónico y obsesionado con el fútbol, lo conoce al dedillo y lo llena de matices y de veracidad. Su compañera de reparto y consorte en la ficción, Julieta Díaz, también aguanta bien el tipo ante un personaje algo estirado que cabalga entre la desesperación por un matrimonio que se va a pique y la frustración de haber abandonado sus sueños de juventud por el camino.

Entre el plantel de secundarios, la dinámica es la misma y el resultado que consiguen nombres como Peto Menahem, Federico D’ElíaNatalia Santiago o Martín Tecchi es magnífico. Y, sobre todo, el de un genial Alfredo Casero.

LA SORPRESA

El despliegue de medios técnicos es descomunal con respecto a lo que suelen ofrecer este tipo de películas. Uno no se espera al inicio del filme que vaya a ser testigo de persecuciones de coches y escenas a lo Spiderman.

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

La terapia de grupo. Pedro se confiesa futbolhólico y Suar enseña la vena cómica en su máximo esplendor interpretativo.

TE GUSTARÁ SI…

Dejas los prejuicios en casa y simplemente te limitas a disfrutar de una comedia ligera y sencilla de ver.

LO MEJOR

  • Los personajes que, pese a su histrionismo, son interpretados con desparpajo y solvencia por todo el plantel de protagonistas y secundarios.
  • Es apta también para los no futboleros. Quien esté libre de adicciones, que tire la primera piedra…
  • La filosofía infalible que oferta: disfruta y desconecta.

LO PEOR

  • Cuando la trama vira por el camino del melodrama.
  • Los «golpes de efecto» con los que se pretende dar algo de acción a una historia por lo general poco compleja acaban resultando demasiado básicos y predecibles.
  • Los personajes masculinos desprenden algún tinte machista que chirría e incomoda.

María Robert

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