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SSIFF: CRÍTICA: LAS CORRIENTES

ANTECEDENTES

Milagros Mumenthaler (1977, La Falda, Argentina) es una cineasta con voz propia. Tras estudiar en la Universidad del Cine de Buenos Aires y realizar varios cortometrajes, en el 2011 dirigió su primera película, titulada Abrir Puertas y Ventanas. Desde aquel largometraje se escuchaban los ecos de una mujer que tenía mucho que contar, y que además lo hacía con un estilo y una sensibilidad característicos. En el 2016, los buenos presagios se confirmaron con La Idea de un Lago, su segundo largometraje. En esta ocasión, compite en el Festival de San Sebastián con Las Corrientes, película argentina que no ha dejado a nadie indiferente. 

LA PELÍCULA

Las Corrientes es una especie de milagro. Desde su comienzo, se presiente que estamos asistiendo a algo grande. Quizás abstracto, encerrado en sí mismo, pero grande. Muy grande. La película comienza presentándonos a la protagonista, una mujer de unos cuarenta y pico años casada y con una hija pequeña, que recibe un premio en Suiza por su exitosa carrera. Automáticamente, lo tira a la basura, y, pocos minutos después, se tira ella misma por un puente. Ahí es donde se sumerge en las corrientes, que dan título a la película.

Lo que le sigue a este atronador comienzo es propio de un cine cuyo estilo está por encima de todo. Desde luego, si algo tiene Mumenthaler es estilo para contar historias. La película, acusada de, tras semejante arranque, perderse en la nada más absoluta, es precisamente todo lo contrario. Las Corrientes nunca pierde el tono, simplemente varía en su forma de narrar. Su nudo es más bien una reflexión y exploración de sus personajes y del interior de un personaje principal que, sin palabras, tiene mucho que contar.

No vamos a negar que nos encontramos ante una película con pocos diálogos y mucho espacio para la contemplación, pero tampoco se puede decir que la película se pierde en su abstracción. Al contrario, es precisamente en su abstracción, en su escasez de palabras pero en su abundancia de gestos, detalles y miradas, en donde encuentra su punto álgido. Y la película alcanza cotas muy altas.

Las Corrientes, en el fondo, además de un retrato sutil sobre las enfermedades mentales y el complicado equilibrio entre ellas y la vida diaria, es la fantasía de volver a ser niña cuando ya eres madre, de jugar tú cuando sólo puedes ver jugar a los demás. Por eso la protagonista disfruta tanto en las corrientes, un lugar sin responsabilidades, sin dolores, pero con el riesgo de ahogarte. Y esta señora tiene una hija a la que no se permitiría dejar sola (aunque a veces lo hace). Podríamos decir que su trasfondo tiene mucho que ver con el de Una Vida No Tan Simple, película rodada en Bilbao recientemente. De todas formas, Las Corrientes no es sólo trasfondo. Las Corrientes es cine estilizado, y del bueno.

ELLOS Y ELLAS

Isabel Aimé González debe ganar la Concha de Plata a mejor actriz del Festival de San Sebastián. Su interpretación queda grabada en la retina por la sencillez y calidez de su personaje. A pesar de interpretar a una gran profesional, siempre se atisba humanidad y dolor en su rostro. Mucho dolor. Y ese es, precisamente, el gran triunfo de su interpretación.

Se encuentra, además, muy bien acompañada por Esteban Bigliardi, que encarna a un marido con buenas intenciones, cansado de las abstracciones y huidas de su mujer. 

LA SECUENCIA

La mejor secuencia de la película quizás sea entre madre e hija, cuando la protagonista de Las Corrientes acude a casa de su madre.

TE GUSTARÁ SI…

Si te gustan esas películas que tienen un estilo muy particular y no les importa la abstracción.

LO MEJOR

  • La interpretación principal de Isabel Aimé González.
  • Su vocación de ser cine particular.
  • Su importante trasfondo.

Jorge G. Leguina

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