City’s breaking down on a camel’s back
They just have to go ‘cause they don’t know whack
So while you fill the streets, it’s appealing to see
You won’t get undercounted ‘cause you’re damned and free
You got a new horizon, it’s ephemeral style
A melancholy town where we never smile
And all I wanna hear is the message beep
My dreams, they got her kissing, ‘cause I don’t get sleep, no

Si habéis llegado hasta aquí, posiblemente, hayáis reconocido ante qué canción estamos. Efectivamente. Feel Good, de Gorillaz. ¿Y por qué hablar de Gorillaz cuando no estamos en una web de cultura rock? Realmente no tendría que haber una explicación, todas las culturas están entremezcladas en nuestro día a día, pero cuando hablamos de música estamos ante la más extensa de todas. La cultura que galopa entre las distintas artes. Y eso es, justamente, de lo que vengo a hablar aquí. De cómo a través de la música llegamos a identificar incluso una obra.

Particularmente vengo a hablaros de un caso en concreto, de una experiencia que desde el día que conocí ambas partes supe que, de una forma u otra, estaban unidas por su arte. Hablo de la dupla que se crea entre Gorillaz y Soul Eater. Una nace en 1998 y otra en 2003, pero cuando emergen ambas en un mismo plano es imposible no pensar en una sin hacerlo en la otra. Es cierto que Okubo no habla de música ni la postula como elemento de su obra; y también es lícito que Gorillaz no se nutre de la historia de Soul Eater para ninguna de sus letras. Pero, sí que es cierto que es a través de su arte y significado como ambas obras se aúnan en una. Crean una simbiosis única que pocas veces sucede entre Japón e Inglaterra.

Desde siempre he sido una fiel amante de Gorillaz, pero no sólo de sus letras, sino también de cómo conseguían transmitirlas a través de sus videoclips. Unos que, para aquellos que no hayan tenido el placer de verlos, recomiendo echar un ojo y descubrir por qué son tan sorprendentes y protagonizan, en gran parte, las palabras de este texto. No se si será por sus colores, diseño o movimiento, los videoclips que crea el grupo para representar sus letras parecen obra del propio Atsushi Okubo. Poseen un arte similar e incluso un color que te traslada a ese estilo punk de los 90 tan difícil de olvidar. Es algo que ha caracterizado al grupo desde sus inicios y ese factor es el que me trae hoy aquí, un elemento que no dejo de ver cuando leo Soul Eater. No sólo lo veo en sus viñetas, sino que también se postula en los diseños de las sobrecubiertas. Unos diseños que parecen salidos directamente de los videoclips de Gorillaz.

Puede resultar complicado unir todo esto bajo un mismo plano, pero al mismo tiempo que ambas obras comparten un arte similar, Gorillaz consigue sintonizar Soul Eater. Puede que sea un fetiche personal, pero escuchar al grupo leyendo la historia que Okubo concluyó el pasado 2013 es una sensación única que te hace vivir la historia desde otra perspectiva. Prácticamente siempre intento leer escuchando música al mismo tiempo, una dupla que yo llamo “momento perfecto”; pero no siempre se logra encontrar los acordes para todas las obras, aunque en esta ocasión desde el minuto uno sabía que Gorillaz era mi telón de fondo para Soul Eater y que su arte, cada uno en su propia línea, sabrían compaginarse en mi interior.

La intención de este texto no es obligar a nadie a vivir esta experiencia, tan sólo es una recomendación. Una posibilidad entre tantas otras, ya que creo que no seré la única a la que le guste leer y escuchar música al mismo tiempo. Es cierto que contamos con millones de canciones, pero al final, cada obra tiene su propia sonoridad. Y para mí, Soul Eater siempre tendrá Gorillaz como tema principal. Y para vosotros, ¿cuáles son las combinaciones perfectas que habéis logrado encontrar hasta el momento?

Marisol Navarro

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