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KANNA KII: DE LAS NIEVES EN QUALIA A LA ORILLA DEL MAR

A la hora de escribir este borrador pensaba en hablar de como Kanna Kii me había sorprendido. De cómo su dibujo evocaba pura fantasía sobre la realidad y sus líneas me han abrazado más veces de las que puedo contar con los dedos. Hablar de su magia y su forma de evocar los mismos sentimientos, bajo la capa de nieve de Qualia o a la orilla del mar, como dicotomía.

Pero si con algo me ha conquistado la autora ha sido, más allá de lo evidente, con su sinceridad. Y es esa misma sinceridad la que me llama, por encima de todo, a hablar de su obra. Porque aunque Qualia bajo la nieve y Un extraño a la orilla del mar me han observado cientos de veces en las estanterías de la librería, siempre quedando atrás ante las novedades de un mercado creciente y los encargos que definen muchas de las lecturas. Si bien no ha sido hasta el inminente estreno de su película cuando me he visto sin margen, no lamento haber esperado a encontrar un momento de calma para adentrarme en sus líneas.

La nieve da paso a la primavera

Meses atrás me veía reflejado en una afirmación tan simple y poderosa como el hecho de unir Soul Eater y Gorillaz en un solo concepto. La idea, para mí, tiene ese trasfondo tan interesante de que cada persona tiene un momento y forma exacta de entregarse a la lectura. Una nota adicional, que no va tanto con la intención del autor sino con la simbiosis que forman obra y personalidad. Un placer único e intransferible con el que me reencontrado a través de la obra de Kanna Kii.

Una cura que ha llegado en el momento idóneo en forma de serenidad. Un bálsamo ante esos tiempos en que leer pierde el sentido cuando tu afición también forma parte del trabajo. Una sinceridad que alejaba la angustia en la figura de Akio en Qualia bajo la nieve. En un chico capaz de vivir aislado sin necesidad de resultar en ese fetiche de lo antisocial que tiene por gusto ofrecer la ficción. Al otro lado, Umi, representando la fragilidad de los aspectos sociales. La fragilidad de lo que es la necesidad de sentir, de arroparse con el cariño de otra persona. También de la frialdad que supone hacerlo como terapia, sabiendo de su falsedad, sólo como motor del día a día; «eres buena gente por estar conmigo aunque no nos acostemos juntos».

Sin necesidad de hablar más allá de la vida de ambos chicos; sin poesía y sin invitar directamente a la reflexión, adentrarse en la obra de Kanna Kii ha sido como navegar a través de uno mismo para chocar de cara contra esas mismas ideas y repetir jugada al pasar página.

Si bien Qualia bajo la nieve se asemeja como una obra ligeramente más adulta, sus planteamientos no dejan de resultar algo que atribuimos, por lo general, a la idea más adolescente. Es una búsqueda interior estrictamente atada al pasado de cada uno. Una idea general que formaba parte del eje central de Kanojo ni Naru Hi en el caso de Akio y su padre —en el como busca escapar de cualquier semejanza con él— y que no puedo evitar relacionar con Domestic Girlfriend al pensar en el pasado de Umi y como vio su amor traicionado a través de su profesor.

Un sentimiento que se hace notar a lo largo de toda la obra. Incluso del estilo de la autora. Un sentimiento que interiorizo, lo reconozco, y que evoco en como Kii utiliza su temática en favor de lo que narra. En como se extrapola el frío de Qualia en esa necesidad de resguardarse y sentir el calor. Una evolución que marca en sus personajes de la forma más natural posible, difuminando poco a poco las barreras entre ellos y demostrando que no solo Umi sino también Akio quiere ser correspondido.

«Me pregunto si esta nieve dará paso a la primavera».

Con las ideas tan claras desde un principio y su formato auto conclusivo, la pregunta no se encuentra en sí Akio y Umi acabarán juntos, sino en cómo se forjará su relación. La pregunta reside en cuando la nieve dará paso a la primavera para ambos. En ese escarpado camino que les obliga, sin salir de su día a día, a afrontar su pasado para ser capaces de aceptarse a sí mismos antes de aceptar al otro.

Un espacio donde la autora da libertad a sus personajes y, más allá de confrontar sus miedos, tenemos la oportunidad de ver como se abren mientras es su propia narrativa la que, sin esfuerzo alguno, acaba con muchos de los estigmas de la sociedad. La relación de Akio con las flores o su escaso interés por las ideas de Umi, al margen del sexo al que pertenezca. Incluso a la idea de olvidar y seguir adelante.

Amar no siempre es la meta

La meditativa Qualia y sus tonos fríos daban paso a un pequeño cambio de ritmos y conceptos que, siguiendo con ese sentimiento evocativo, traslada sus efectos a notas más cálidas. La traslación a la costa de Okinawa trae consigo una inevitable sensación de calidez, donde el amor no se encuentra tras las paredes de una habitación que resguarda del frío, sino que se siente libre y desatado.

Un sentimiento que lo hace sentir también a través de una faceta más alocada y arrojada, como si ese ligero peso de la madurez se derritiera con el calor —claro que también tendría sentido relacionarlo con la evolución de la autora, ya que Qualia es una obra posterior. Sea como sea, Un extraño a la orilla del mar resulta una presentación formidable para la autora, capaz de transmitir sus ideas incluso sin necesidad de adentrarse en sus páginas.

Los paralelismos son claros y es, de nuevo, su sinceridad la que hace resaltar la personalidad abatida de Mio, el cariño entrañable de Shun y la construcción de una relación que vuelve a sostenerse sobre la capacidad de ambos para aceptarse a sí mismos antes que pensar en sus diferencias. El pasado también forma parte de su fórmula. La pérdida de Mio y, en otra medida, la huida de Shun al darse cuenta de que es incapaz de vivir una vida que él no siente.

Sin embargo, esta vez Kanna Kii si busca jugar, levemente, con la idea de la orientación sexual y su aceptación. Shun habla, en diversas ocasiones, como el hecho de amar a una persona del mismo sexo no es algo tan simple como una sensación o un sentimiento. Un fantasma propio de su pasado que le persigue en tanto como su propia vida se vio atada y decidida sin dejar el más mínimo espacio al libre albedrío y a la opción de escoger por sí mismo a quien amar.

El formato que la autora esgrime en Qualia bajo la nieve, que parece reducirlo todo a fragmentos más pequeños, queda de lado y acentúa los contrastes para dar forma a una historia que, aunque funciona bien como pieza individual, funciona mejor en el tiempo. Un detalle que se entiende en el como se utiliza el pasado de Shun de hilo conector entre ambos, jugando con la idea de su relación a otro nivel y suponiendo ciertas nuevas complicaciones que afectan a su reciprocidad.

Y es que Un extraño a la orilla del mar es, quizás, más juvenil que su predecesora pero es aquí donde se habla de la aceptación a un nivel más global. Donde el amor entre dos personas del mismo sexo genera inseguridades que no deberían existir. Donde lo complicado del amar toma un sentido más notable. Porque si en Qualia el amor era la meta, en este caso es prácticamente la casilla de salida. La meta es superar las adversidades que trae consigo.

El viaje a Okinawa es, en esencia, uno más consciente del mundo que rodea a la pareja protagonista. Abandonar las cuatro paredes que conforman el lugar de confort, el refugio, también supone abrir la puerta a todo aquél que se cruce en tu camino. Así, incluso siendo más breve, su historia consigue sentirse más intensa; menos etérea. Un hecho que abre la puerta a su continuación, Un extraño en primavera.

Más allá de un estilo personal

Al final ni Qualia bajo la nieve ni Un extraño a la orilla del mar han sido una sorpresa. La forma en la que Kanna Kii ofrece historias cálidas adornadas por un trazo inconfundible, así como su capacidad para destronar roles de género y estigmatizaciones referentes a la libertad e identidad sexual son puntos intrínsecos que las convierten en obras tan interesantes como necesarias. Y las adoro por ello. Pero la sorpresa, en última instancia, ha sido el como su naturaleza y su narrativa acompasada ha supuesto un abrazo tan sereno.

Su sinceridad, de nuevo, es su mayor fortaleza. El como construye ideas reales. Personas reales, con problemas reales. Es un estilo inconfundible, tanto en lo narrativo como en lo pertinente a su arte pero, y con todo lo que supone, siento que es lo de menos. Tras su presentación impecable se esconde algo que no se puede leer sobre el papel. La forma en la que su autora ha conseguido conectar a niveles tan personales es un regalo tan —quizás incluso más— grande como las historias que se esconden entre sus páginas.

Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.