El Palomitrón

Tu espacio de cine y series españolas

ANIVERSARIOS CINE REDACTORES

ESPECIAL 2º ANIVERSARIO. 11 DIRECTORES ESPAÑOLES SE CONFIESAN.

Si el año pasado eramos el equipo de El Palomitrón los que compartíamos con vosotros las películas que nos descubrieron la magia del cine y despertaron en nosotros una pasión sin límites por el séptimo arte en nuestro Especial Primer Aniversario, esta vez hemos querido ir más allá y superarnos para reunir en el especial de este año a 11 directores jóvenes directores españoles que por su talento, osadía y proyección pasan por ser el futuro de nuestro cine. 

11 artesanos que con su lucha nos han demostrado a todos que es posible contar historias y llegar a la gente, pese a la delicada (y crónica) situación en la que el sector vive instalado desde hace unos años. Llamar a todas las puertas, buscar nuevas fórmulas de financiación como el crowdfunding o directamente hacer las maletas para vender su talento más allá de nuestras fronteras son algunos de los retos con los que han tenido que lidiar nuestros jóvenes directores. Y es que no hay meta que se antoje imposible cuando la pasión corre por las venas e inunda el cerebro de nuestros creadores. 11 directores que miran (y observan) el mundo con la cabeza bien alta porque saben que sí, que sí se puede y porque el aplauso y los premios que han atesorado sus películas son el reconocimiento al trabajo bien hecho, pero también a su valentía y a su tesón. Y es que gracias a ellos y la fuerza de su generación nuestro cine está llamado a una encontrar su camino compartido con el público. 11 héroes que han querido escribir en nuestra web para regalaros un especial de primera división en el que el cine es el protagonista absoluto.

No resulta nada fácil para un medio tan modesto como el nuestro poner en marcha este tipo de acciones, y los nervios por tenerles a todos nos han acompañado hasta casi el último minuto, así que no queda otra que agradecer con el corazón en la mano su participación a JORGE DORADO, ALEJANDRO MARZOA, BEATRIZ SANCHÍS, MANUEL CARBALLO, RODRIGO SOROGOYEN, ALFREDO MONTERO, CARLOS MARQUET-MARCET, MIKEL RUEDA, GABE IBAÑEZ, NACHO VIGALONDO y PAULA ORTIZ. Que todos ellos hayan aceptado compartir con nosotros sus experiencias y dedicar parte de su tiempo a escribir estas líneas para celebrar con nosotros nuestro segundo año de vida es algo que de verdad, nos anima a seguir haciendo lo que hacemos. No nos podemos olvidar tampoco en el apartado de agradecimientos de Katia Casariego (Filmax), de Cecilia Calvo (Avalon), de Marta Gómez (A6 cinema), y de Eva Calleja (Prisma Ideas), que tantas facilidades nos han brindado para que este especial sea una realidad.


1. JORGE DORADO

A principios de este 2014 JORGE DORADO estrenaba MINDSCAPE, presentada en la pasada edición del Festival de Sitges. Nacido en Madrid en 1976, JORGE DORADO ha sabido aprender de su amplísima experiencia como Ayudante de Dirección (MOULIN ROUGE, LA MALA EDUCACIÓN, HABLE CON ELLA, EL ESPINAZO DEL DIABLO…) y en el mundo de la publicidad. Con MINDSCAPE, su ópera prima que os presentamos en enero con esta entrevista, el director madrileño ha puesto encima de la mesa una dirección detallista y metódica acompañada de una excelente factura técnica. Sus cartas de presentación.
La película: LA ARDILLA ROJA (JULIO MEDEM, 1993)
Creo que fue en 1992, yo tenia 15 años y ya era un enamorado del cine. Mi hermana trabajaba en una distribuidora de video y traía a casa peliculas de Kun-fu y ciencia ficción que eran las que a mi mas me gustaban. Por aquel entonces escribía mis propias historias y hacia mis cortos amateur con una cámara de video VHS. Yo sabia que quería ser director de cine, quería narrar historias pero no sabia muy bien en que podía consistir eso, digamos que mi vocación era fuerte pero muy difusa. De cada película que veía hacia una ficha con la sinopsis y una pequeña crítica para no olvidarlas. Un tarde de domingo fui con mi hermana a ver “Viven” de Frank Marshall, una historia de supervivencia que me apetecía mucho ver, la promoción estaba siendo bestial. Sin embargo tras hacer la cola (antes había colas) nos sorprendió el cartel de “entradas agotadas”. Frustrado, yo quería volverme a casa pero mi hermana, que solo quería pasar un rato en el cine, propuso cruzar la acera y ver qué ponían en el cine de enfrente. La perspectiva no podía ser menos atrayente “La ardilla roja” de un tal Julio Medem. Siempre me ha interesado el cine español incluso a esa edad pero ¿La ardilla roja? Por favor, vaya título. No recuerdo si hacia frío o calor pero el caso es que entramos a verla.
Durante una hora y media mis ojos estuvieron como platos. La película no era una película, era una pequeña obra de arte sacada de la mente de un artista loco. Recuerdo que me fascinaron los lugares donde se ubicaba la cámara: dentro del casco de una moto, en lo alto de un árbol simulando la visión de una ardilla… La narrativa medio romántica, medio thriller, medio cuento de hadas me capturó. Salí del cine pensando: Yo quiero ser Julio Medem. Mi hermana me picaba diciendo: “Y no querías entrar eh” pero no me dio mas conversación. Esa tarde solo pensé en la película y fue cuando supe con certeza que iba a dirigir películas que hicieran sentir a la gente lo que yo había sentido aquella tarde.

2. ALEJANDRO MARZOA

Nacido en vigo en 1979, ALEJANDRO MARZOA se graduó en la ESCAC en la especialidad de fotografía, donde actualmente imparte clases. Con SOMOS GENTE HONRADA, presentada en el 16 Festival de Cine Español de Málaga, el director firmaba su debut en el largo con una cinta que se mueve entre la comedia y el drama, destacando en sus aspectos técnicoxs (maravilloso trabajo en fotografía, que capta perfectamente la luz de Galicia) y en una dirección de actores de resultados muy notables. (Podéis recuperar aquí nuestra entrevista que tuvimos la oportunidad de hacer a Alejandro en el 16 Festival de Málaga)

La película: INDIANA JONES Y EL TEMPLO MALDITO (STEVEN SPIELBERG, 1984)

En el año 1984 yo tenía solamente 5 años y mi padre decidió llevarme al cine después de insistir duramente durante 2 semanas. El problema era que la película en cuestión estaba calificada como no recomendada a menores de trece, catorce o dieciséis años . Si no recuerdo mal, en aquella época las calificaciones por edades eran diferentes a las actuales. El caso es que mi edad distaba mucho de la recomendada para su exhibición pública en salas, y eso a mi padre no le hacía ninguna gracia.  Esta no era ni mucho menos la primera vez que mi padre me llevaba al cine. Aún tengo presente la “llorera” que me entró con el final de E.T cuando éste se despide de su amigo Elliot antes de subirse a la nave que lo llevará de vuelta a “su casa”, o esas clásicas películas de “karate” que cada fin de semana me llevaba a ver al Cine Salesianos de Vigo, o las miles y miles de películas que cada fin de semana y para uso doméstico me alquilaba en formato Beta ( mi padre no hizo caso a los expertos y en vez de pasarse directamente al VHS prefirió apostar por el Beta para posteriormente arrepentirse) en el videoclub… pero esta vez era especial. Había algo prohibido en todo esto. Posiblemente ésta si que era la primera vez que me llevaba a ver una película de “mayores” con todas las de la ley. Indiana Jones y el Templo Maldito.

Si mal no recuerdo, la película la proyectaban en el cine Tamberlick de Vigo, uno de los clásicos cines vigueses de la época. Los fotogramas a la entrada del cine y el cartel de la película no podían ser más sugerentes.

Recuerdo disfrutar mucho. La película no daba respiro: si no estabas alucinando con sus trepidantes secuencias de acción y aventura, (ese prólogo con la secuencia del salón y la persecución por Shangai), alucinabas con sus poderosos efectos especiales (la secuencia de la persecución en la mina o el final en el puente), y si no,  cuando menos te lo esperabas, te encontrabas riendo sin parar con el histrionismo de Kate Capshaw o las ocurrencias de “Tapón” ( quien no salió del cine soñando con ser “Tapón” y poder ser amigo de Indiana Jones). Pero entre tanto disfrute, llegó el momento de la verdad. El momento en el que comprendí por qué esta película no estaba recomendada para niños como yo. Si, lo entendí y muy bien. El terror se apoderó de la pantalla y he de reconocer que durante algunos momentos me cagué de miedo. Hay una secuencia que con todo merecimiento se ha quedado grabada en el imaginario popular de toda una generación:  el sacrifico que “Mola Ran” nos ofrece sacándole el corazón a su víctima. Auténticamente memorable. Pero como en toda buen película de aventuras el mal sucumbe, el bien gana y el amor y la amistad salen victoriosos.

Por todo ello, en vez de dar las gracia a Spielberg, creo que sería más justo agradecer a mi padre esas tardes de cine que me brindó durante mi infancia y la oportunidad de que con tan sólo 5 años pudiera vivir esa montaña rusa de sensaciones en el “Templo Maldito”.

Alejandro  Marzoa.


3. BEATRIZ SANCHÍS

BEATRIZ SANCHÍS, nacida en Valencia en 1976, ha presentado TODOS ESTÁN MUERTOS en el marco de la última edición del Festival de Cine Español de Málaga, un filme que supuso la Biznaga de plata a la Mejor actriz paraa ELENA ANAYA (Ex aequo con NATALIA TENA) y se alzó con el Premio especial del jurado y con la Biznaga a la Mejor banda sonora original también. Otra ópera prima en la que la directora valenciana ha volcado todo lo aprendido en el campo del cortometraje y los videoclips que confirma que una nueva óptica de entender el cine está empezando a hacerse un sitio en el seno de nuestro cine.

La película: LA ROSA PÚRPURA DEL CAIRO (WOODY ALLEN, 1985)

Mi amor por el cine está intrínsecamente ligado a mi madre. Las embarazadas suelen tener antojos. Cuando se quedó embarazada de mi, el apetito de mi madre era voraz, pero no de pepinillos, sardinas o chocolate; sino de películas. Cada tarde, después del trabajo, se sentaba en  el cine y se zampaba una… o dos.

En mi infancia vi muchas pelis con mi madre, pero una marcó mi vida. Fue una plomiza tarde de verano, en una sesión doble y yo no tenía ni idea de quién era Woody Allen, era “La Rosa Púrpura del Cairo”

El cine es la única válvula de escape de la miserable vida que lleva Cecilia (Mia Farrow), una mujer con una personalidad obsesiva que devora compulsivamente “La Rosa Púrpura del Cairo”, hasta que un día el galán de la película abandona la pantalla para escaparse con ella. El momento en el que Tom Baxter, saca la cabeza de la pantalla y se deja caer en la platea está grabado en mi memoria, como uno de esos “momentos mágicos” que sólo el cine es capaz de crear. Pero la película continúa por vericuetos tanto o más interesantes que su genial premisa. Es una comedia romántica en la que el chico y la chica pertenecen a dos mundos opuestos. Hasta ahí… todo normal, solo que en este caso los mundos que colisionan son el mundo real y el del celuloide. Mundos con reglas diferentes que chocan produciendo situaciones hilarantes. La cosa se complica cuando entra en juego Gil Shepherd el actor que ha dado vida a Tom Baxter. La película se convierte en un juego de espejos en el que ambos se enfrentan, introduciendo el debate de la independencia de la criatura creada sobre el creador una vez se le ha dado vida (sin ser una película sobre inteligencia artificial).

Con guiños tan inteligentes como cuando Cecilia le enseña una iglesia a Tom y le habla de Dios como el “creador de todo” y Tom lo entiende; ¡Dios es como los guionistas de su película!. O para terminar la reflexión agridulce de la ficción como algo perfecto, que nunca te defrauda.

En definitiva, un guión que funciona con la precisión de un cirujano, profundamente complejo y a la vez tan sencillo que una niña de once años como la que era yo entonces, puede disfrutar en plenitud.

La Rosa Púrpura del Cairo es una película de amor, de amor al cine.  Ese día yo también me enamoré.

Beatriz Sanchís.


4. MANUEL CARBALLO

La premisa de su ópera prima, RETORNADOS, es una de las más potentes y novedosas que hemos visto en el género zombie. El tratamiento de los infectados como enfermos y su posible reinserción en una sociedad recelosa que en muchos casos les identifica como apestados guarda muchos paralelismos con las experiencias vividas por muchos enfermos del SIDA u otras enfermedades víricas a finales del siglo pasado, y lamentablemente también en la actualidad. Un soplo de aire nuevo al género que el director, MANUEL CARBALLO y su guionista HATEM KRAICHE nos explicaban con detalle en esta entrevista.

La película: LA LEY DE LA CALLE (FRANCIS FORD COPPOLA, 1983)

La infancia es un tiempo confuso en el que uno no tiene ni idea del rumbo que tomará su vida, ni quién le acompañará en el viaje. Buceando entre las brumas de la memoria, me doy cuenta que esta confusión también impregna el recuerdo de mi incipiente amor por el cine. Gran cantidad de películas, rostros, y las emociones que me generaron, se entremezclan formando una amalgama mítica, sin una jerarquía clara, de la que no emerge un valor absoluto e indiscutible: John Wayne, La guerra de las galaxias, El bueno, el feo y el malo, La mosca (versión Kurt Neumann), Jerry Lewis, Blade Runner, Katherine Hepburn, El hombre tranquilo, Grupo salvaje, Burt Lancaster, Indiana Jones, El día de los tramposos, y un largo, confuso, y misceláneo etcétera, a partir del que se tejieron los sueños, y también las pesadillas, de mi imberbe pasión cinéfila. Así que me veo obligado a acudir a mi primera adolescencia, concretamente a una noche de primavera de finales de los 80, y al visionado de una película que, a partir de aquel día, se enroscaría por siempre jamás en mi vida y en mi personalidad, cristalizando de paso mi decisión por hacer cine.

Y todo ello por muchos motivos, tanto puramente cinematográficos, como otros más personales e intransferibles. Era la primera vez que acudía a los emblemáticos cines Verdi en Barcelona, a ver una película subtitulada en pantalla grande, y además de madrugada!! Un pase intempestivo de esos que se dieron en llamar, con gran éxito posterior, sesión golfa, adjetivo que añadía un matiz canallesco a la experiencia, algo nada desdeñable para un chaval de mi edad. Además, fui acompañado de mi hermano mayor, que ejercía más de mentor vital y cultural que otra cosa, y que con suma audacia había sabido orientar mis inquietudes culturales más allá de lo convencional.

La sala era de reducidas dimensiones comparada con los grandes cines que triunfaban por aquella época. Un puñado de espectadores apenas justificaban una proyección a la hora de las brujas. Entonces se apagaron las luces y el silencio se esparció por la modesta sala. Un antiguo logo de la Universal apareció en la pantalla, seguido de un título escrito con una tipografía violenta y singular: Rumble fish. Aquellas dos palabras carecían de sentido para mí. No así el subtítulo, el primero que leía en una pantalla de cine, que estaba cargado de transgresoras resonancias: La ley de la calle.

A partir de ahí, la leyenda. Totalmente personal, pero leyenda al fin y al cabo. Nubes moviéndose a velocidad inusual, grafitis en una señal y en un muro proclamando que “el chico de la moto reina”, el skyline de una ciudad desconocida, el rótulo de una tienda de animales, un negro con pinta de macarra entrando en los billares de Benny´s… Todo ello servido en un áspero blanco y negro y envuelto con una música hipnótica, que hacía de la percusión, sutil y rotunda a un tiempo, su leitmotiv. No en vano el compositor era Steward Copeland, batería de The Police. Esta fue también la primera banda sonora que cayó en mis manos, gracias a Israel, fiel compañero en las tóxicas y pertinentes correrías adolescentes de rigor, otro personaje clave en mi formación temprana que nunca me reprochó -y si lo hizo ya no me acuerdo- que no le devolviera aquel casete comprado durante sus vacaciones en Irlanda. Sirvan estas líneas de extemporánea disculpa.

Matt Dillon y Mickey Rourke bordando sus papeles de hermanos, los inolvidables secundarios que se te incrustaban en el cerebelo, encuadres expresionistas que respiraban Welles y Eisenstein por los cuatro costados, el lírico travelling final, y todo un festival de recursos cinematográficos, más o menos experimentales, convertían aquella pequeña historia, situada en una remota ciudad industrial americana, en una epopeya callejera universal de inusitado vuelo poético, una tragedia griega con olor a humo y asfalto, preñada de un simbolismo ni forzado ni indigesto. Ya desde esa noche supe, en una convicción no exenta de paranoia, que aquella película se imbricaría con mi vida a un nivel íntimo y esencial. No estaba equivocado. Y también aprendí muchas cosas: que la lealtad podía ser un vicio, que el hecho de que todos te consideraran un loco no te convertía en loco, que nadie hizo caso a Casandra, y lo más importante, que si quieres que la gente te siga, tienes que saber hacia dónde vas.

Manuel Carballo.


5. RODRIGO SOROGOYEN

STOCKHOLM supuso uno de los filmes más sorprendentes de 2013. Esta joya, presentada también en la 16 Edición del Festival de Cine Español de Málaga, llevándose de la ciudad andaluza varios premios: a Mejor actriz para el excelente trabajo de AURA GARRIDO (Ex aequo con CANDELA PEÑA), a Mejor dirección para RODRIGO SOROGOYEN, el «Premio Alma» a Mejor guionista novel, compartido por SOROGOYEN e ISABEL PEÑA, así como la Mención Especial del Jurado. La película de SOROGOYEN, (cuya entrevista al equipo podéis recuperar aquí) con un extenso bagaje en la televisión y cuyo primer largo en el cine fue 8 CITAS (codirigida junto a PERIS ROMANO), no sólo ha tenido una excelente acogida por la mayor parte del público y la crítica, sino que además supuso el primer desafío claro y firme a la industria del cine español en su concepción más tradicional. El Goya a Mejor actor revelación para JAVIER PEREIRA (podéis recuperar aquí nuestra entrevista al actor en la libreria Ocho y Medio de Madrid) y su Premio Feroz a Mejor película dramática redondearon un año de alegrías para el director nacido en Madrid en 1981.

La película: ¡IMPOSIBLE!

¿Cómo poder contestar a esta pregunta?

¿Con qué película me enamoré del cine? O ¿en qué momento descubrí esa magia?

Es cómo si te preguntan qué día se enamora uno de alguien. Imposible contestar. No hay un día. Hay varios días que merecen la pena ser recordados y que todos ellos aportan, influyen, para que hoy día uno sienta eso llamado amor. Amor hacia la chica en cuestión o, en este caso, hacia el cine, el otro gran amor de mi vida.

Creo que puedo hacer un desglose de mi fase de enamoramiento cinematográfico con una serie de películas, de hitos vitales que marcaron mi amor, mi romance con el séptimo arte. Intentaré ser preciso.

 El primer beso.

La primera película que uno ve en pantalla grande no puede olvidarse nunca. Es como el primer beso, seguro que no fue el mejor, pero fue el primero y eso cuenta. “El retorno del jedi” (Richard Marquand 1983). Un espectáculo así, para alguien que tiene solo tres años debe obligatoriamente marcar algo en el devenir de su camino hacia el enamoramiento. Recuerdo perfectamente a mi madre tapándome los ojos cuando Luke Skywalker iba a ser engullido por un enorme Rancor y yo, rebelándome a sus deseos, intentando apartar sus manos para poder ver cómo el joven Jedi se deshacía de él. ¡Tenía tres años y quería ver, quería ver aventuras, ver cine!

El primer flechazo.

En un corto periodo de tiempo, con tan solo diez años, vi tres películas que hicieron mella en mi.  “La gran evasión” (Jonh Sturges, 1963), “Doce del patíbulo” (Robert Aldrich, 1967) y “Los siete magníficos” (John Sturges, 1960).

En todas ellas participaba Charles Bronson y “me enamoré”. Siempre me han gustado los héroes atípicos, los que se supone que no son los que hay que admirar. Así que pasé de Steeve McQueen, Lee Marvin o Yul Bryner y me quedé con aquel emigrante lituano, moreno, rudo y de pocas palabras. Igual que recuerdo a aquella primera chica de la que me enamoré en el colegio, recuerdo a Bronson con una mezcla de ternura y cariño. Un poco gracias a él, fui definiendo mi personalidad cinematográfica.

Primera identificación.

Por esa época viví en el cine otra experiencia para el recuerdo. La primera vez que me sentí dentro de la aventura, que no era solo un espectador. Supongo que sabía que Charles Bronson y Luke Skywalker estaban muy lejos de mi y de mi pacífica existencia, pero viendo en los ochenta a esos cuatro chavales caminando por la vía del tren en “Cuenta conmigo” (Rob Reiner, 1986)  experimenté algo nuevo en el cine. Esa sensación tan potente en la que dices “yo soy ése” o “eso me ha pasado a mi” o “me podría pasar a mi”. No es que mis gustos cinematográficos cambiaran en ese momento, pero ese día descubrí la poderosa cualidad que tiene el cine para reflexionar sobre uno mismo.

El primer mal rato.

Hasta entonces el cine era siempre maravilloso. Los buenos ganaban a los malos. Pero como en el amor, eso se acaba pronto (y más pronto que tarde, la verdad) Siempre hay un día en que te rompen el corazón. A mi me lo rompió en 1994 Luc Besson con su inolvidable León (el profesional). Recuerdo que salí del cine contrariado, no hablaba, no podía entender cómo alguien me podía haber hecho algo así. La muerte de Jean Reno me dejó días traumatizado. Tenía la sensación de haber visto una gran película, que lo más lógico era que acabase así, pero no podía creer que ese asesino de enorme corazón no consiguiese salvar la muerte y terminar sus días feliz junto a Matilda, una ya espectacular Natalie Portman. El cine me estaba enseñando el lado cruel de la vida. Y supongo que era necesario que lo aprendiese.

El primer “yo quiero hacer esto”.

Luego vino la época en que decidí querer dedicarme a esto del cine. Y por esa época cada película la veía bajo el prisma “¿quiero hacer yo esa peli?”. Así que en el cambio de siglo me enamoré (igual que lo haces en la juventud, ciegamente, locamente, absurdamente y con más fuerza que nunca) de una película que tocó muy hondo a muchos de nuestra generación. “El club de la lucha” (David Fincher, 1999)  fue una experiencia cinematográfica inolvidable. Dije: ¡Yo quiero hacer eso!

Y es que con dieciocho años uno quiere cambiar el mundo, y lo que es peor, cree que puede.

La primera obra maestra

No sé cuándo la vi por primera vez. Pero sí sé que de las veinte (por poner un número) obras maestras oficiales de la historia del cine, a la que recurro cuando estoy triste, cuando quiero volver a enamorarme del cine, cuando quiero volver a enamorarme de la vida o simplemente cuando quiero pasar un buen rato es “El gran dictador” (Charles Chaplin, 1940). De todas las de esta lista, es la única que perdura, es la que seguí viendo año tras año. Es a la que nunca le encuentras fisuras. Es cómo la chica que no olvidas, la que te hizo aprender y a la que le estarás agradecido siempre por lo que te hizo vivir. Charles Chaplin, uno de los mayores genios del celuloide, da un puñetazo en la mesa en medio de una Europa sumida en la locura fascista y lo hace con ternura, parodia, drama, amor y pacifismo, dejándonos para el recuerdo un gran puñado de escenas (Y UN DISCURSO) inolvidables.

Rodrigo Sorogoyen.


6. ALFREDO MONTERO

Con su segundo largometraje, tras la sorpresa que supuso la cruda NIÑ@S en 2006, ALFREDO MONTERO ha sido capaz de plantar cara a los todopoderosos PACO PLAZA y JAUME BALAGUERÓ presentando el mejor filme español de terror del año: LA CUEVA. Con medios muy limitados pero con mucho ingenio y un plantel de actores al máximo, la segunda cinta de este alicantino nacido en 1978 en Formentera del Segura convenció, y mucho, a público y crítica en la pasada edición del Festival Nocturna de Madrid, que premió a la cinta con los Premios Nocturna Paul Naschy a Mejor película y la Mención especial del jurado para EVA GARCÍA VACAS por su interpretación.
La película: REGRESO AL FUTURO II (ROBERT ZEMECKIS, 1989)

En realidad soy incapaz de elegir una sola una película porque no fui seducido por el cine de forma súbita sino que fue un proceso gradual.

Pero si hago memoria y tengo que elegir algunas me viene a la cabeza la película con la que he pasado más miedo que con ninguna, SATURNO 3 de Stanley Donen. La vi en casa con mi madre en un televisor pequeño y en blanco y negro, debía tener 5 años, terrorífica., ninguno de los dos se atrevía a irse a dormir. He pasado miedo con muchas otras películas pero como con esa nunca más. Evidentemente Alien también me marcó por su calidad, pero no recuerdo esa primera vez que la vi.

Si tengo que Elegir una experiencia cinematográfica me quedo con la primera vez que vi REGRESO AL FUTURO (Parte 2) del maestro Robert Zemeckis en el cine, debía tener 11 años y ahí si quedé fascinado. Los viajes en el tiempo siempre me han maravillado y mezclados con esa acción y humor me marcaron profundamente. Tal vez fue allí donde empecé a preguntarme cómo se hacen las películas. Vi la segunda parte primero que ninguna y luego conseguí ver la primera y recuerdo cómo me sorprendió descubrir la perfección con la que fueron escritas. Entendí muchas cosas de la segunda parte mientras veía por primera vez la primera con lo que fue un chute de cine brutal.

Y cómo no, las películas de Spielberg. ¿Cuantos cineastas somos cineastas gracias a Spielberg? ¿Cuanta gente no se ha vuelto a meter en una playa después de ver TIBURÓN?… Yo me interesé por la dirección de cine con la saga  “INDIANA JONES”, puedo verlas miles de veces y sigo descubriendo cosas, divirtiéndome.

Pero volviendo a REGRESO AL FUTURO, si el cine me atrapó en algún momento, si tengo que señalarlo porque me inyectó la droga cinematográfica y a partir de ahí dije quiero más, fue sin duda alguna el momento en que el Dr Emmet Brown le dice a Marty:

-Tenemos que regresar

-¡Regresar a dónde?

Todos sabemos cómo sigue, verdad?

Alfredo Montero.

https://youtu.be/Bmr2fgaoSxs


7. CARLOS MARQUÉS-MARCET

El debut en el mundo del largometraje de este barcelonés, nacido en 1983 y graduado en Comunicación Audiovisual por la Pompeu Fabra, ha cumplido las expectativas de todos los que ya veían en él una de las promesas más firmes del panorama nacional actual. Con una amplia experiencia en el mundo del cortometraje (en 2008 recibió el premio a Mejor Cortometraje por la prestigiosa «Cahiers de Cinema» por UDOLS) la formación de CARLOS MARQUÉS-MARCET se vio complementada con un Master en Dirección Cinematográfica en la Facultad de Cine y Televisión de UCLA. Su película 10.000 KM, preseleccionada por la Academia para competir en la carrera de los Oscar y por la que se alzó con los Premios Biznaga de oro a Mejor película, y Biznagas de plata a Mejor director y Mejor guión novel en el pasado Festival de Cine Español de Málaga, es una durísima mirada a las relaciones a distancia y una de las mejores películas de los que llevamos de año.

La película: SI NON È VERO, È BEN TROVATO.

Creo que entre aquellos que nos dedicamos – o querríamos dedicarnos- a cualquier tipo de disciplina creativa, deportiva o científica, tenemos una predilección especial por construir el relato de “ese momento mágico” del que surge el origen de nuestra pasión.  Rebuscamos entre nuestros recuerdos, y aislamos aquella memoria acorde a la imagen de nosotros mismos que queremos proyectar, para, finalmente, recubrir ese momento de una patina de supuesta revelación. Es casi como crear un falso álbum de familia en el que puedo elegir con quien quiero que me asocien, la mejor forma de adquirir un cierto capital social. A menudo me he descubierto utilizando este o ese relato dependiendo de quien fuera mi interlocutor, según la imagen y la impresión que quisiera causarle. Me olvido de que el-mi relato escogido no es mas que una memoria re-formada a posteriori, una explicación que sustenta mi deseo de hacer cine (y de paso caer bien). Pero si trato de ser brutalmente honesto conmigo mismo, debo empezar por aceptar que es casi imposible identificar de dónde viene ese deseo, y reconocer que las causas son múltiples y, por suerte, misteriosas.

Recuerdo tener once años y devorar los capítulos de la serie anime japonés Neo-Genesis Evangelion. Como la mayoría de niños nacidos en la década de los ochenta, crecí viendo anime japonés. En el colegio no se hablaba de películas, se hablaba de Campeones (“Captain Tsubasa”, o como lo conocíamos todos, “Oliver y Benji”), de El doctor Slump y sobretodo de Dragonball. Pero Evangelion era otra cosa. Bajo la apariencia de “otra serie de robots” se escondía una poética narrativa completamente única, con digresiones metafísicas y largas suspensiones dramáticas, con una exploración de los personajes completamente introspectiva y una elaboración realmente sofisticada de su tema central, el conflicto omnipresente de padres e hijos. Sí, luchaban con robots, pero hablaban de problemas que teníamos todos. No solo trataba ese conflicto paterno-filial, lo llevaba hasta sus últimas consecuencias, hasta la consecuencia final  -ese último capítulo que nos dejó a todos confundidos para siempre. Y no importó que en un primer momento nos sintiésemos estafados. Con el tiempo aprendí que la que hasta entonces había sido mi visión única e integral del mundo, de su sentido, se había desintegrado con ese capítulo final. Creo que por eso las dos películas que hicieron más tarde para intentar “explicar” el final de la serie no funcionaron, porque después de aquel final ya no habían explicaciones simples que nos ayudasen a ver el mundo como completo. Las historias (y la vida) ya no tenían sentido en sí mismo, sino que se lo tenías que encontrar tu mismo.

Tenía doce años el día que mi madre y mi hermana alquilaron una película en el videoclub y me dijeron: “No te va a gustar”. En parte por curiosidad, en parte por llevarles la contraria, decidí quedarme sentado en el salón un rato antes de irme a jugar a la Super Nintendo. Si me la hubiesen explicado seguramente habría pensado “vaya coñazo”: un chico y una chica paseando por Viena y hablando sin parar.  Y para colmo con romance de por medio. Pero la película me atrapó, haciéndome sentir que algo tan banal como la vida misma podía ser igual de excitante que la más maravillosa de las fantasías. Al acabarse la película, mi madre se giró y se sorprendió de verme todavía allí sentado. “¿Te ha gustado?” me preguntó confundida. “Sí, creo que sí”. Ella sonrió y le dijo a mi hermana: “¡Se está haciendo mayor!”. Creo que esa frase tuvo más impacto en mí que la propia película. Había algo en ese “hacerse mayor” que me provocaba mucho placer, y que para siempre iba estar ligado con el hecho de apreciar lo cotidiano, e incluso banal, de la vida. Como si el cine tuviese el poder de “hacerte crecer”. No supe nada más de esa película hasta muchísimos años después, cuando Linklater acabó su secuela y volví a oír hablar de Antes que anochezca. La volví a ver y fue triste comprobar que ya había crecido y que la película ya no tenía ese mismo efecto en mí. Pero por suerte soy unos cuantos años más joven que sus protagonistas y cada diez años Linklater nos regala una nueva entrega que me obliga mirar al futuro y me impide instalarme en la melancolía.

A mis quince años, los módems todavía hacían ruidos al conectarse y si querías chatear tenías que usar el mIRC porque ni si quiera existía Messenger. Si vivías en Barcelona y querías descubrir el cine tenías tres opciones: la filmoteca, el videoinstant o esas tertulias inolvidables de la 2 donde te contaban lo grande que era el cine. Por muchas cosas que la gente pueda criticarle a Garci, yo le debo a su programa de televisión grandes momentos de éxtasis sentado en el sofá, descubriendo las obras maestras de Dreyer, Ophuls, o Ford en versiones dobladas. El momento que me marcó más profundamente fue sin duda el día que Ana Karina me miró a los ojos. En la escena de la conversación con el filósofo de Vivre sa vie, ella se giró y me miró directamente. A mí. No era una simple “mirada a cámara”, como tantas otras que había visto en películas de Jerry Lewis  y de Godard. Mi sensación fue que en esa escena me miraba directamente. Y podía leer mis pensamientos. Era la misma mirada que de niño experimenté una vez delante del espejo: la imagen que éste me retornaba no era yo, sino otro, una persona diferente e independiente, de vuelta del otro lado. Era sentir la experiencia de un abismo a través de la mirada, y Anna Karina me redescubrió que el cine tenía ese poder. Quería hacer películas para reproducir ese abismo ni que fuera por un instante. Pero vi la película demasiadas veces y al final su efecto sobre mi se acabó disipando; la sigo apreciando pero de forma distinta.

Lo raro es que aunque esas tres historias pasaron delante de un aparato de televisión, ahora sólo puedo ver pelis en el cine, o como mínimo, en una sala oscura. De hecho, para que mi relato concuerde mejor con mi amor por la sala de cine debería haber contado la anecdota del día que pensé por primera vez que quería hacer películas, saliendo de los cines Alexandra con mi madre después de ver Gattacca. Pero volví a ver Gattacca hace poco. Me decepcionó mucho, y además me pareció un alegato vergonzoso del sueño americano, algo que no concuerda con los valores que me gustaría proyectar hacia el lector.  En resumen, que es muy cansado esto de estar pensando en qué historia me representa mejor, así que les dejo a ustedes que escojan la que más les guste.  En realidad, siendo lo más honesto posible, no puedo decir que me enamorase realmente del cine hasta que no empecé a hacerlo. Y aún así, esa no deja de ser otra historia, una que me sirve para presentarme a ustedes de una forma determinada. Y es que, por mucho que uno lo intente, es difícil ser honesto. Pero siempre es divertido explicar historias, aunque no sean del todo ciertas. Con suerte, si non è vero, è ben trovato.

Carlos Marqués-Marcet.


8. MIKEL RUEDA

Mikel rueda Director Cine

Nacido en Bilbao en 1980, este licenciado en comunicación audiovisual y Master por la New York film Academy en Dirección Cinematográfica debutó en el mundo del largometraje en 2010 con ESTRELLAS QUE ALCANZAR. Con A ESCONDIDAS, su segundo trabajo que presentó en el marco de la pasada edición del Festival de Cine Español de Málaga, MIKEL RUEDA se confirma como un director inquieto capaz de abordar temáticas difíciles en sus trabajos, dotados todos ellos de una sensibilidad muy especial. Su experiencia como productor televisivo y guionista, así como la multitud de cortos que ha rodado, entre los que destaca PRESENT PERFECT, que ha cosechado más de 30 premios en todo el mundo, le convierten en uno de los cienastas jóvenes más polifacético del momento.

La película: E.T., EL EXTRATERRESTRE (STEVEN SPIELBERG, 1982)

Puede parecer extraño acordarse de algo que viviste cuando apenas tenías 3 años, pero la verdad es que aún tengo grabadas ciertas imágenes de aquella primera vez. De aquel primer contacto con el mundo del cine.

No sabría definir con exactitud ni el lugar exacto, ni lo que pasó en ese día… pero lo que si que puedo expresar claramente es la sensación, la emoción, la alegría, el asombro y la tristeza que me supuso mi primera película.

 Corría el año 1983, más o menos, cuando mi madre decidió que ya era lo suficientemente “mayor” como para ir al cine con ella… y qué mejor primer contacto para un niño que “E.T”. Tan sólo un maestro como Spielberg es capaz de emocionar a la vez a una mujer adulta y a un niño que a penas sabía andar.

 Como he dicho antes, no sabría explicar con palabras lo que allí ocurrió, pero madre mía como lloré. Mi madre aún me recuerda que no paraba de preguntarle por qué ET se iba y no se quedaba, que yo no lo entendía, que no quería que se fuese… y es que en realidad, hoy en día, todavía sigo haciéndome la misma pregunta: ¿por qué se tiene que ir? Yo no quiero que se vaya ET, no quería que se fuese entonces y no lo quiero ahora tampoco. Porque para mi, un enano de apenas medio metro, la marcha de E.T era mucho más que la marcha de un gran amigo… era el final de la película, el final de las emociones, el final de vivir una vida imaginaria repleta de sueños que se hacían realidad… y joder… es que no quiero que te vayas ET. Quiero que te quedes, que me sigas emocionando, que me sigas contando cosas fantásticas, que juntos viajemos a mundos imposibles… quiero que te quedes conmigo para siempre… porque contigo, nunca dejaré de soñar… y en parte, hacer cine es un poco eso, no? No dejar de soñar.

Más tarde, muchas películas más tarde, vendrían otros. Otros directores y directoras que me ayudarían a comprender mejor la vida y a querer contarla desde mi punto de vista, desde mi prisma particular… pero da igual cuantas películas vea, da igual cuantas historias me cuenten… que  ET… es ET… y ya puedo verla más de 1000 veces, año tras año, en Navidad por TVE, que la sensación seguirá siendo la misma, y cada vez que ET se marche… yo lloraré… como ese primer día, como esa primera vez. 

Mikel Rueda.


9. GABE IBAÑEZ

GABE IBAÑEZ, que debutó EN EL MUNDO DEL LARGO EN 2009 con HIERRO, filme que le valió el Premio a mejor actriz en Sitges para su protagonista, ELENA ANAYA, acaba de presentar su segundo largometraje, AUTÓMATA, de la mano de ANTONIO BANDERAS. El director, nacido en Madrid en 1971, ha sabio administrar con inteligencia un presupuesto muy limitado para concebir una película de Ciencia Ficción de corte clásico que explora aspectos filosóficos y que ha sido recibida con aplausos por el público del reciente Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

La película: KOYAANISQATSI (GODFREY REGGIO, 1983)

No me acuerdo que edad tenía. Por la fecha de estreno de la película en España supongo que unos 11 años. Mi abuelo Nemesio era aficionado a la ciencia ficción. Y había leído en el periódico que había una buena peli de ciencia ficción en el cine. Un sábado por la mañana en un cine del centro de Madrid. Mi hermana de 8 años y yo.  La película de ciencia ficción que mi abuelo había escuchado que estaba bien y que pensó que podía gustar a sus nietos era Koyaanisqatsi.

Recuerdo sentarme en el cine y recibir esa extraña sucesión de imágenes y música. Recuerdo no entender nada. Recuerdo que estaba desconcertado, que miraba a mi abuelo que estaba desconcertado y también a mi hermana que miraba hipnotizada la pantalla. Y ahí estábamos los tres esperando que en algún momento empezara esa película de ciencia ficción que habíamos venido a ver. ¿Donde están las naves? Tiene que haber naves. ¿Cuándo empieza la película? Y creo que en un momento dado, mi abuelo nos preguntó ¿nos vamos?. Y yo no entendía nada y estaba un poco apabullado recibiendo ese amasijo de imágenes que intentaba pero no podía engarzar en una historia. Y seguía mirándolas…pero no conseguía unirlas, no conseguía saber de qué iba la película esa. No había historia, o yo no la encontraba…solo una música rara y un montón de imágenes alucinantes. Y mi abuelo pregunto otra vez ¿nos vamos? Y yo no entendía nada, pero ahí estaba y no me quería marchar. Y aunque en aquel momento no lo entendí, supongo que estaba dándome cuenta que no era necesario entender algo para que algo te guste, y que de alguna manera el cine podía llegar a sitios de la mente y el alma a los que solo se podía llegar en el cine.

No me acuerdo bien, pero creo que no terminamos de ver la película. Creo que mi abuelo nos sacó de allí antes de que acabara. Pero yo recuerdo aún esa sensación que para mí es tan cinematográfica…”que raro es esto…y como me gusta”.

Gabe Ibañez.


10. NACHO VIGALONDO

NACHO VIGALONDO, probablemente el cineasta más ecléctico de nuestro cine, firmó su primer largo en 2007. A LOS CRONOCRÍMENES le siguió EXTRATERRESTRE en 2011 y su último filme, OPEN WINDOWS, con el que ha logrado una vez más sorprender a público y crítica con un tour de force narrativo que se sirve de la tecnología y los dispositivos de última generación para moldear una historia donde nada es lo que parece. Este Cántabro, nacido en Cabezón de la Sal en 1977, es uno de los directores que mejor ha sabido construir un sello personal que impregna toda su filmografía. Su trayectoria la repasábamos hace poco en esta entrevista en la librería Ocho y Medio de Madrid.

La película: LA MATANZA DE TEXAS (TOBE HOOPER, 1974)

Me viene de perlas el cuarenta aniversario de esta película para mencionarla de nuevo como una de las más importantes en mi educación como espectador… Incluso antes de haberla visto. Yo estaba, con mis padres, frente a la tele la misma noche que la programó TVE, y estaba desesperado por verla. Pero al escuchar el falso texto periodístico del comienzo mi madre, alarmada por la que se venía encima, me mandó a la cama, sin vuelta de hoja. Yo me metí en la cama decepcionado, pero sobre todo aterrorizado por las macabras insinuaciones de la voz del doblador de John Larroquette. Me costó muchísimo dormir, escuchando desde la distancia los altavoces del televisor, los gritos, la motosierra y no pudiendo evitar que mi mente infantil imaginara una película mucho más gráfica que lo que después acabó siendo.
Creo que «La matanza de Texas» es una obra maestra, pero le debo mucho a la versión que ni siquiera existe.

Nacho Vigalondo.


11. PAULA ORTIZ (BONUS 10+1)

Nacida en Zaragoza en 1979, PAULA ORTIZ debutó en 2011 con DE TU VENTANA A LA MÍA, una cinta que presentaba tres historias paralelas ambientadas en diferentes épocas en la que destacaba una gran riqueza de simbolismo alojado en sus planos, y que le valió el Premio Pilar Miró a la Mejor dirección novel en la Seminci de 2011, y la nominación al Goya también en la categoría de Mejor director novel. Doctorada por la Universidad de Zaragoza en Teoría de Escritura de Guion de Cine, ha escrito dos libros y numerosos artículos de investigación relacionados con la narrativa y el guion cinematográfico. Actualmente se encuentra inmersa en su próximo largometraje: LA NOVIA. Una adaptación de BODAS DE SANGRE, de Federico García Lorca.

La película: AZUL (K. KIESLOWSKI, 1993)

Si me paro a pensar esos primeros impactos de la pantalla en mi memoria, estirados, agrandados, y fascinados por el recuerdo, vienen a mi imágenes y sensaciones de un poder difícil de explicar de “La historia interminable”, “La reina cristina de Suecia”, “ET”…  Si me tengo que quedar con un recuerdo temprano diría que “Cinema Paradiso” y su propio mundo autorreferencial del cine donde mostraba la infancia mediterránea marcada a ritmo de una máquina de proyección…

Pero creo que fue “Azul” de K. Kieslowski la que me dejó en la mente, en la garganta, y en el pecho, decenas de emociones encontradas que no lograba entender. Y la fascinación profunda de la experiencia única que una película podía regalarte…

Recuerdo que la vi un invierno en un cine de Zaragoza, una de las pocas salas antiguas que aún siguen abiertas, el cine Elíseos. Fui con mi madre y mi tía Filo. Ellas me llevaban al cine desde muy pequeña. Ellas me abrieron las puertas a la oscuridad de la sala. Y probablemente esta fue una de las últimas películas que vimos juntas en el cine antes de entrar  de lleno en el contradictorio momento de la adolescencia, donde no vas al cine con tu madre.

Recuerdo cómo arrancaba: esa bola de madera golpeando incesante, tac, tac, tac, justo en el instante en que chocaba un coche contra el árbol, el ojo de Juliette Binoche… la angustia inmensa.  Y recuerdo cómo en unos pocos segundos estabas dentro del abismo de dolor de aquella mujer de un compositor, creo que francés. Con el tiempo aprendería que eso solo lo pueden hacer los genios, abrir en el detonante de la película…

Recuerdo las bolitas azules de la lámpara, recuerdo esa anciana que intenta una y otra vez meter una botella en un contenedor de vidrio, las flautas que sonaban aéreas, hirientes…, el puño de Juliette arrastrásdose contra un muro de piedra para que el dolor físico aliviara el dolor del alma, y es escena brutal… donde ella hacía el amor con aquel personaje masculino gris contra un cristal, como si fuera una pecera. Y sentías el placer que  quería huír de la muerte y una agonía inmensa al mismo tiempo…

Apenas recuerdo el argumento, era frágil y profundo. Sólo viene a mi  ese momento de revelación del desengaño… Pero las impresiones epifánicas de aquella mujer que pierde lo que más ama, que ve romperse su vida, y no adivina lo que va después nunca se han borrado.

He pensado y pienso mucho en “Azul”, y en Kieslowski, y otras de sus películas, en cómo hacía un cine vertical, de metáforas, de raíces y alas, de los instantes más iluminadores de una vida… de las punzadas de dolor en imágenes, colores, atmósferas…  Muy pocos consiguen hacer cine simbólico.  Es difícil y fascinante. Encapsular en un instante tanto significado…  Yo sigo buceando para conseguir, quizá algún día, un momento lejanamente similar.

No he vuelto a ver “Azul”.

Paula Ortiz 

11 directores que son el futuro de nuestro cine, y 10 directores que han tenido la deferencia de escribir en nuestra web y a los que deseamos la mejor de las suertes con sus futuros proyectos. No podíamos tener un regalo mejor, de verdad. Muchas, muchas gracias a todos por hacer posibles las fantasías de un grupo de locos apasionados.

A tí, querido lector, te dedicamos este esfuerzo y esperamos que hayas disfrutado de este especial.

El equipo de El Palomitrón.

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.