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RE:ZERO, EL PAPEL DEL MARGINADO

Al comienzo de la segunda temporada de Re:Zero me preguntaba el porqué ya no odiaba a Subaru. La forma en la que Tappei Nagatsuki utiliza el avatar, no como vía de empoderamiento, sino como arma arrojadiza era odiosa. La forma en la que el isekai invita a la fantasía suele ser la idea contraria a representar el avatar de forma literal. Lo inverso a evocar, precisamente, la fragilidad personal que se entiende en el reflejo original de ese mismo avatar.

Pero cuando Nagatsuki decide abrazar la deconstrucción antes que adaptarse a las leyes del género que representa en su obra acaba por firmar líneas más propias de Rascal does not dream of bunny girl senpai o Adachi to Shimamura que a las que se podría esperar de los términos de Re:Zero.

Un demostrativo de cómo la obra nunca debe rendirse al género, sino el género a la obra. De cómo el protagonista de un isekai no deja de ser un marginado que siente un abismo abrirse ante sus pies al pensar en volver a clase. De cómo el valor de comenzar desde cero es, a veces, mucho más importante que la exaltación personal surgida de la nada y, especialmente, de cómo la fantasía también puede hablar de depresión, de violencia emocional y del miedo a la soledad. Porque, pese a todo lo que propone en su marco, Re:Zero no deja de ser una obra que habla sobre el papel del marginado.

Solo tienes que pedir ayuda

La fantasía es parte de su escenario. También parte de su engranaje. Una estructura simple sobre las que el autor sostiene un discurso que se mueve entre múltiples factores políticos, racismo y, de nuevo, un enfoque humano que recae primero sobre la exposición para luego perseguir el crecimiento y la mejora en base a los errores de su primera parte. Todo un conjunto de temáticas y situaciones que han dejado su propia marca en la evolución de sus personajes y que desembocaba, finalmente, en la escena final de esa primera división de su segunda temporada; el puñetazo de Otto a Subaru.

Un momento que se ve respaldado por una vorágine de violencia, muerte y desesperación sin igual, que muestran la imposibilidad de su protagonista para salvar todo cuanto quiere. Una demostración más de ese peso emocional que acaba por hundir los cimientos de cada uno de sus personajes. Un momento que toca su fin con, quizás, el reclamo más simple de la obra; «sabes que no eres suficiente, que tienes un límite. Es sencillo, solo tienes que pedir ayuda. A un amigo, por ejemplo».

Más allá de todo su complejo narrativo, al final son las palabras de Otto las que calan a lo largo de toda la serie, como ya lo hicieran las de la madre de Subaru en su momento. Es ese lado humano. El de comprender y querer ser comprendido. La demostración de poder queda a un lado, porque a veces lo que importa es ser capaz de dar un paso adelante y pedir ayuda. Y eso es mucho más difícil.

Aprendiendo a comprender

Subaru es parte de esa red emocional que Nagatsuki teje utilizando la soledad como excusa, lejos de ser el único. The Frozen Bond no es más que un reflejo de esa Emilia que vive todavía atrapada en el pánico absoluto a ser rechazada. El pánico de una persona que vive fuera de los límites que la sociedad establece como algo normativo, obligada a crecer aislada y entendiendo la violencia como la normalidad y cualquier mínima muestra de afecto como la encarnación de la ternura ajena.

No es parte de su atrezzo, sino el núcleo narrativo que da forma y valor a la obra; el ver a Emilia sonreír por ser capaz de intercambiar dos palabras con un extraño, premiándose a sí misma con una sonrisa y poniendo la nueva meta en ser capaz de mantener una conversación real. No como producto de la soledad, sino como incapacidad comunicativa real derivada de la primera. El sentimiento que esconde Re:Zero en sus líneas, ese miedo paralizador que surge incluso ante la idea de dirigir la palabra, ese abismo invisible que se abre al traspasar los muros de un instituto, es mucho más real que la fantasía a la que hace referencia para exponer sus ideas.

Es ese terror que pone fin a los primeros capítulos de esta nueva entrega en los ojos de Emilia, no solo a la idea de volver a quedarse sola, sino a la posibilidad de perderse en sí misma. En que las promesas de Pack y Subaru no son tanto su estricta definición, sino un pequeño puente emocional que la mantiene cuerda y capaz de pisar la orilla que se supone como la estabilidad emocional. Todo cuanto tiene, al final, pende de un hilo.

Es Otto en su infancia, un chico incapaz de comprender, tampoco de ser comprendido. Un chico diferente, abstracto, que se ve apartado de la sociedad por motivos que le son desconocidos, hasta el punto de verse obligado a escapar de la misma antes de lograr su reinserción por el mismo hecho. Por el miedo de quien no consigue comprender a quién sale del molde que se supone como lo establecido.

El papel del marginado solo es un papel

Es todo esto y más. Pero Re:Zero también tiene amabilidad entre sus líneas. Su forma de perseguir la figura del marginado no es tanto una mera exposición sino, de nuevo, parte de su esencia. Es un esbozo del dolor y la soledad, pero también de la capacidad para dar otro paso y seguir adelante. Tras tantas y tantas series hablando sobre la amistad y el optimismo, es aquí donde veo converger ambos puntos, donde se tiende la mano al dolor y se da la posibilidad para volver a caminar.

Donde el amor no es solo la meta sino también una parte del camino que no pretende borrar el fracaso ni ocultar la cobardía de cada caída, sino que ayuda a recuperarse de las tantas heridas emocionales que sus personajes sufren mientras aprenden a confiar les unes en les otres. El papel del marginado es, al final, otra piedra en el camino.

«Sí. Seguro que encontrarás una razón para seguir adelante».

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.