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Crítica de Sarazanmai destacada - el palomitron
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SARAZANMAI: CONEXIÓN Y LAZOS

Los creadores nipones son propensos a fraguar historias partiendo de elementos del folclore japonés. Ya sea como eje central o como mero complemento, se sirven de aspectos de su cultura para imaginar. Es un notable contraste respecto a Occidente, mucho más receloso a la hora de emplear tradiciones culturales, cuentos o leyendas para hacer ficción. A bote pronto me vienen a la mente casos recientes como Dororo o Kimetsu no Yaiba, dos series enmarcadas bajo esta misma idea. Y aunque Sarazanmai se ambienta en una época actual y una localización real, Kunihiko Ikuhara impregna la producción de cierto realismo mágico y encuentra en la figura del kappa un elemento clave para la narrativa de la obra. Tiremos de enciclopedia. Los kappa son una clase de yōkai perteneciente al folclore nipón que suelen habitar en ríos o lagos. De forma humanoide y aspecto que reúne características de la tortuga, la rana y el pato, acostumbran a ser ladrones, raptores y depredadores sexuales. Considerados una deidad del agua para el sintoísmo, los kappa tienen una curiosa predilección por la carne de los niños pequeños. De sus presas arrancan y digieren el shirikodama, un tipo de bola que se ubica en el ano y que posiblemente hace referencia a la próstata.

Pero no todo lo que envuelve el mito de dichas criaturas es negativo. A menudo se relacionan con los seres humanos siempre y cuando de ello obtengan alguna clase de beneficio. Algunos incluso llegan a intimar con los humanos, ayudándoles en cuestiones relacionadas con el regadío de sus huertos o en aspectos del ámbito de la medicina. De hecho, existen algunos templos como homenaje a los kappa que supuestamente ayudaron a la población. Con estas pequeñas píldoras de folclore Kunihiko Ikuhara vuelve al ruedo con una producción que se gana a pulso la etiqueta de única. Porque los diferentes temas que pretende tratar el director nipón ganan enteros por la peculiar manera de retratarlos, de exponerlos. Es en su narrativa y su singularidad donde Sarazanmai destaca, donde fácilmente su propuesta puede alzarse con la condecoración de la temporada. Algo que sorprende muy poco si tenemos en cuenta anteriores trabajos suyos como Mawaru Penguindrum o Shoujo Kakumei Utena.

«Este mundo está lleno de conexiones. Conexiones de sangre, de ciudad, de deseos. Todos están conectados en este mundo. Pero esas conexiones pueden perderse fácilmente. Lo sé mejor que nadie»

Crítica de Sarazanmai kappa - el palomitron

Realismo mágico de la mano de Kunihiko Ikuhara

Kazuki es un chico corriente de instituto preocupado por mantener la conexión con alguien especial, por no romper los lazos que les unen. Para lograrlo, debe seguir las indicaciones diarias de una joven idol, portando siempre una misteriosa caja bajo el brazo. Un día se encuentra por accidente con un delincuente juvenil llamado Toi y, por caprichos del destino, terminan en frente de un peculiar monumento: una dorada estatua con forma de kappa. Fruto del forcejeo entre ambos, la estatua cae al suelo y se fragmenta. De ella comienza a surgir un misterioso gas de color negro para, acto seguido, observar a una criatura con la capacidad de comunicarse. Keppi, heredero al trono del Reino Kappa. La anómala criatura convierte a los dos chicos en kappa a través de la extracción del shirikodama, un órgano que cualquier ser humano tiene en su ano y que contiene sus sentimientos de deseo. Y como no hay dos sin tres, Enta, el mejor amigo de Kazuki y que casualmente pasaba por ahí, termina convertido también en kappa. Si desean volver a su forma humana deberán hacer frente a una especie de zombies que pululan por la noche en un plano imperceptible para el ojo humano. ¿Cómo? Robando sus respectivos shirikodamas y conociendo sus más oscuros secretos.

¿Verdad que todo tiene sentido?

Pero no es tan fácil como puede parecer en primera instancia, porque cuando se tiene el shirikodama del enemigo debe llevarse a cabo el sarazanmai, un proceso para que los deseos robados puedan ser digeridos por Keppi. Se trata de un procedimiento en el que mente y alma se conectan, y donde los muchachos se exponen a dar a conocer sus secretos más íntimos y conocer los de los demás. Porque Sarazanmai (la serie) pone especial énfasis en la conexión entre personas y cosas, en la creación de lazos. Pero también en lo fácil que puede ser llegar a perderlos. Y el temor a estar sobreexpuesto, a que otros sepan aquello que se guarda bajo llave, aquello que podría cambiar la visión que tienen los demás de uno mismo. Y es en esa dualidad donde Ikuhara se mueve como pez en el agua, donde hace brillar la relación entre los protagonistas. Una en continua oscilación y cuyo recorrido promete ofrecer algún que otro punto de giro. A veces como un mar en calma, otras como un torrente de emociones.

Crítica de Sarazanmai protagonistas - el palomitron

Sentimientos entrelazados a golpe de sarazanmai

Su presentación inicial es simple, y resulta sencillo caer en el pensamiento de que su forma de pensar y actuar se amparan bajo cierto nivel de previsibilidad. Sin embargo, cada capítulo demuestra lo equívoco de ese juicio. Porque cada entrega sirve para construir sólidamente sobre la personalidad del trío protagonista y la conexión entre ellos. Se vuelven mucho más complejos, mucho más humanos. Y el principal detonante para dicha evolución es el componente emocional ligado a sus deseos y secretos más insospechados. Sorprende la naturalidad con la que la ficción ejecuta esta faceta, porque les acerca al espectador, a nosotros. De alguna forma Sarazanmai conecta también con el espectador y juega con lo inapreciable como el tablero de una partida emocional donde los que previamente eran seres humanos ahora son criaturas zombificadas sin anhelo alguno. Una clara analogía frente a la fuerza que nos mueve, aquello que nos insufla de vida y que, de ser arrebatado, deja tras de sí un cascarón vacío, un cuerpo sin alma. Una idea y una puesta en escena que guardan cierta reminiscencia con la franquicia de videojuegos de Atlus, Persona.  

Tratar de analizar aquí con más detalle el desarrollo argumental y descifrar el enorme componente simbólico de la obra es un trabajo tan pueril como innecesario. Y si no lo hago no es por una cuestión de esfuerzo, sino porque creo que Sarazanmai es un título que debe experimentarse, que se debe acudir a él con la menor información posible y, claro está, con la mente abierta para un completo deleite. El trabajo de Kunihiko Ikuhara rompe con cualquier convencionalismo, es abstracto, críptico, hilarante y sumamente genuino. Es un diamante en bruto entre un catálogo poblado de producciones cortadas bajo un mismo patrón. Podría decirse que Sarazanmai juega en en otra liga, su propia liga; una que eleva el espíritu creativo sobre cualquier otra faceta. Aunque, a su vez, su peculiar narrativa y estilo pueden ser un arma de doble filo, sobre todo por aquellos que no buscan indagar más allá de su superficie.

Sarazanmai ofrece un cóctel de emociones a través de una propuesta que aúna drama y comedia de la manera más orgánica imaginable. Claro que no podría ser de otra forma teniendo en cuenta la representación de todo ese lore relacionado con los kappa, sus «enemigos» y una misteriosa organización con fines poco o nada bondadosos —hasta aquí puedo decir—. Su experiencia es mucho más perdurable gracias a la conjunción de un apartado artístico y sonoro que potencian la producción sobremanera. Nobuyuki Takeuchi repite como director de animación como ya hizo en Mawaru Penguindrum, y se sirve de una animación dinámica y psicodélica, además de un estilo y lenguaje visual que en ocasiones recuerda al enorme trabajo de estudio Shaft con la saga Monogatari. La excentricidad de su argumento permea en la representación artística, ofreciendo momentos de auténtico delirio en los que la composición musical es tan indispensable como indivisible, con un acting de voces de alto nivel y una elección musical soberbia; creando así la mayor experiencia audiovisual en términos de creatividad de la temporada. Porque a pesar de que en la estructura de los capítulos se repiten ciertos patrones, es complicado llegar a aburrirse de las coreografías musicales, los bailes y las transición entre planos. Porque incluso aquellos poco dispuestos a pensar en los juegos metafóricos que propone el director, encontrarán un remanso de imaginación y diversión poco contemplado en la parrilla anual de estrenos.     

«Quiero estar conectado, pero quiero mentir.»
«Quiero estar conectado, pero quiero robar.»
«Quiero estar conectado, pero nunca podrá ser.»
«Quiero estar conectado, pero estás muy lejos.»

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4 COMENTARIOS

  1. Acabo de teminarla de ver y me ha encantado, como siempre Ikuhara nunca me decepciona, como jamás lo hizo Mawaru Penguindrum, Utena y Yurikuma arashi. Muy buena crítica!!

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.