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Crítica de Kimetsu no Yaiba destacada - el palomitron
ANIME / MANGA CRÍTICAS REDACTORES

KIMETSU NO YAIBA: DANZA DE VIDA Y MUERTE

Si algo tiene la Jump es la capacidad de generar expectación con los títulos que se publican bajo su sello editorial. Y esa expectación no solo hay que ganársela al principio, debe mantenerse a lo largo de cualquier serialización. Si ese no es el caso, el gigante nipón no titubea a la hora de «guillotinar» cualquier obra que no cumpla con ciertos requisitos. El anuncio de cualquier adaptación animada suele suponer un buen augurio de cara a la salud editorial de la obra y, de paso, también a la de su autor/a. La animación es un medio que llega a mucha más gente, es mucho más directo y, en la gran mayoría de los casos, suele desencadenar un incremento en el nivel de las ventas de la fuente original. Pero claro, esto también depende de la calidad del tipo de adaptación. Porque no es lo mismo el trabajo de Pierrot con Black Clover que el de BONES con My Hero Academia. Hay adaptaciones que palidecen respecto al material original, que incluso lo denigran —como el alarmante caso de Tokyo Ghoul—. La diferencia entre una buena y una mala adaptación es fácil de esclarecer. Sin embargo, entre una buena y una excelente adaptación la cosa cambia. Entran en juego pequeños detalles, puntualizaciones donde la subjetividad de cada espectador marca esa diferencia. Y la adaptación de Kimetsu no Yaiba es uno de esos casos.

Reseña de Kimetsu no Yaiba #1: «La fantasía oscura de Gotouge se fragua bajo la sombra de una unánime sensación. Qué poco cuesta arrebatar una vida»

Porque Ufotable, estudio a cargo reconocido por anteriores trabajos como Fate/Zero, establece el estándar mínimo en «buena adaptación». De ahí para arriba. Logra captar a la perfección la esencia de Koyoharu Gotouge, emular ese tono de tintes oscuros tan característico y potenciarlo. Magnifica el trabajo de la autora de Kimetsu no Yaiba, hazaña de la que pocos estudios pueden presumir a día de hoy. Lo hace desde el más profundo respeto hacia el material original, tomándose su tiempo para asimilarlo, degustarlo y digerirlo. Para entender ese sangriento baile de espadas y demonios. El sentimiento del amor, la pérdida y la venganza. El valor de la vida, pero también el de la muerte. El destello del acero de dos katanas chocando entre sí; la imparable danza que brinda oportunidad y muerte.

Crítica de Kimetsu no Yaiba Nezuko Tanjirou - el palomitron

La oscuridad y la sangre del Japón feudal

Tanjirô Kamado es un joven de origen humilde que vive con su madre y sus hermanos en las inmediaciones de un poblado minero. Su labor recae en la extracción y venta de carbón para ganar algo de dinero y poder llevarse algo de comer a la boca tanto él como su familia. Su vida no es nada fácil pero, aun así, reconoce que son felices. Una felicidad amparada en el amor y la calidez familiar, que puede esfumarse de un momento a otro debido a la inestabilidad que supone un periodo Taishô poblado por criaturas demoníacas cuya gula por alimentarse de carnaza humana resulta insaciable. Un día, tras volver de su jornada, el joven Tanjirô encuentra su hogar mancillado, manchado por la sangre propinada de los cuerpos fríos e inertes de su amada familia. La única superviviente, Nezuko, ha sido gravemente herida e infectada con la sangre del vil demonio que llevó a cabo semejante crimen. Cuando la felicidad desaparece, todo huele a sangre. Y ahora, Tanjirô debe partir con su hermana en búsqueda de una cura que le devuelva su estatus de humana y, de paso, clamar venganza aniquilando al artífice de su desdicha. Su posterior encuentro con Giyû Tomioka, un reputado cazademonios, es el primer paso, la primera luz que ilumina el difuso futuro de los hermanos Kamado. Pero, ¿podrá preservarse la pureza ante el hediondo olor de tanta muerte y sangre?

La premisa de Kimetsu no Yaiba es tan simple como efectiva. En poco más de un episodio explota el conflicto y se dibuja la motivación del protagonista. Pero también queda patente el tono que impera la ficción, uno que rezuma crueldad y que no teme llevarse cualquier atisbo de felicidad presente. Es una oscuridad que potencia el contraste entre el tono general y la personalidad de Tanjirô; un personaje que gana enteros como protagonista debido tanto a su construcción inicial como pequeña evolución. Porque se trata de un joven afable, generoso y cuya bondad siempre está un paso por delante de él, para bien o para mal. Y habita un mundo donde la bondad es un privilegio al alcance de muy pocos. Los cimientos de su personaje son simples, pero porque su vida también lo era. Carece de infantiles propósitos, sueños o atisbos de grandeza. Y, a diferencia de la gran mayoría de protagonistas de la Jump, no goza de ningún extraordinario poder —más allá de poseer un gran olfato— capaz de marcar la diferencia y hacerle despuntar desde una temprana edad. Es una aproximación mucho más real, más humano que sus congéneres y, por ende, termina siendo fácil empatizar con él, comprenderle una vez la tragedia invade su vida.

Crítica de Kimetsu no Yaiba Tanjirou 1 - el palomitron

El valor de una vida

Porque es incapaz de asestar un último golpe a sangre fría al enemigo que ansía devorarle. Se resiste a cruzar ese umbral que una vez traspasado resulta inútil intentar volver atrás. Y por eso lo único que puede hacer es pedir la ayuda de los demás, como haría cualquiera en su misma posición. Giyû Tomioka es su primer «salvador», pero es Sakonji Urokodaki quien posteriormente se postula casi como una figura paternal. Protector de una Nezuko que se arropa indefinidamente en los brazos de Morfeo, y mentor de un Tanjirô que debe convertirse en cazador de demonios y velar por su hermana en un mundo tan cruel; siendo ésta una meta forzada, fruto del bailén de la vida. El entrenamiento es duro y a Urokodaki no le tiembla el pulso a la hora de poner al límite el físico de su joven aprendiz. Sus lecciones y enseñanzas son frías como el acero de cualquier katana, no entienden de calidez. Porque el mundo (su mundo) no ofrece segundas oportunidades, no brinda el tiempo para recuperar el aliento ante el continuo baile de espadas. Se debe mirar a la muerte a los ojos, mantener el duelo y esquivar su afilada hoz. Por eso Urokodaki no solo le entrena en cuanto a técnica se refiere, sino que utiliza el entorno a su favor para fortalecer a Tanjirô. Cual trampero, hace de la montaña su particular coto de caza. Expone a su pupilo al susurro de una muerte permanente a la que termina acostumbrándose. Su oído sigue su melodía y sus pies siguen el ritmo de su baile.  

Dos años de duro entrenamiento donde Gotouge optó por un ritmo ligero, prescindiendo así de cualquier lastre en términos de ritmo. Un par de capítulos fueron suficientes para avanzar en el tiempo y proveer a su protagonista de las habilidades necesarias para comenzar una nueva vida. Ufotable emula el trabajo original, pero lo mejora con la inclusión de alguna que otra escena y diálogo para otorgar un mayor empaque. Para que ese temprano e inesperado salto temporal se muestre más sólido en pantalla. Kimetsu no Yaiba es una ficción que, al menos en sus primeros compases, es directa, va al grano sin necesidad de tomar rutas circulares y alargar artificialmente la trama. Así pues, Tanjirô se planta en la Selección Final, la última prueba para convertirse en un asesino de demonios. No sin antes ser testigo de la interacción entre los dos planos, de la fuerza de aquellos que perecieron tiempo atrás y velan por los vivos. Una fuerza que alienta, que es capaz de imbuir el acero del vigor necesario para partir una enorme roca por la mitad.

El hermoso y resplandeciente púrpura de las glicinas ejerce como anfitrión de la prueba. Ufotable se recrea en unos planos que transmiten un aura de melancolía y sosiego que tarda poco en expirar, pues un buen número de demonios espera cautivo en el monte donde tiene lugar la prueba final. El objetivo es adentrarse en ese particular infierno, sobrevivir siete días al acecho de las fauces demoníacas. Tanjirô no es el único aspirante, pero tal vez el que peor lo ha pasado para llegar hasta allí. Claro que teme, que tiembla al pensar en lo que le espera, pero su determinación es máxima. Y esa determinación es la que le lleva a segar sus dos primeras vidas ajenas. Un corte rápido, limpio. Dos cuerpos decapitados. Lágrimas que suceden a ese umbral que mencionaba líneas atrás. Lágrimas por cerciorarse de lo fuerte que se ha vuelto, de que esos dos años de arduo entrenamiento finalmente no han sido en vano. Que podrá proteger aquello que más quiere. Un breve momento de emotividad que, de nuevo, se esfuma de un plumazo con la aparición de un enorme y desproporcionado demonio. Una criatura que representa a la perfección la gula de su clase por la carne humana, pues su ingesta continuada proporciona una mayor fuerza al huésped. El choque entre ellos es la auténtica prueba final, el colofón a una etapa ya vivida. Pero sorprende el clímax de la batalla. No por su visceralidad, sino por el componente emocional, el punto de introspección que vuelve a tender puentes entre vivos y muertos. Ufotable se sirve de lo onírico para que sentir hasta por el más vil de los demonios sea tarea sencilla.

Mi propio acero

Porque tras oler corrupción, Tanjirô huele tristeza; y solamente puede orar para que esa alma maldita renazca teniendo mayor fortuna. Un ciclo se cierra, y diversas almas errantes encuentran por fin descanso eterno mientras Tanjirô se proclama como uno de los cinco supervivientes de la Selección Final. Un pedazo de acero tamahagane con el que forjar su espada, un cuervo kasugai y un uniforme y rango como obsequios. Ya es un cazador de demonios. Ya puede perseguir, proteger. Y con la misma delicadeza y atención con la que Ufotable despide a un demonio con poco protagonismo trata la vuelta de Tanjirô a casa. A ese hogar temporal donde Nezuko dormía un sueño eterno y Urokodaki actuaba como un padre pese a la frigidez de sus palabras. Pero en esta ocasión ni Nezuko duerme, ni Urokodaki tiene más lecciones que enseñar. Se funden en un tierno abrazo que supone un reencuentro, pero uno con cierto aroma a despedida. Porque el camino de los hermanos Kamado se antoja largo, y la noche alberga horrores.   

Como decía al comienzo de este texto, la adaptación de Kimetsu no Yaiba roza la excelencia en la gran mayoría de sus apartados. Esto es algo que ya se podía intuir gracias al material promocional de la obra, pero es que en sus primeros compases el estudio con Haruo Sotozaki como director brinda al espectador un producto que no acostumbra a ver. Kimetsu no Yaiba es puro músculo técnico, un deleite visual que no palidece ni en la inclusión de elementos 3DCGI ni en su vertiente más explícita. El magnífico diseño de sus personajes y el tratamiento del color casan a la perfección con unos escenarios cuidados hasta el más mínimo detalle, ofreciendo algunos planos donde perfectamente se puede sentir la calidez del fuego de una hoguera, el frío calando los huesos o los peligros de la noche. Y esa ambientación, esa capacidad de inmersión, se debe a una composición musical que aúna las mejores melodías y los mejores coros para adornar una fantasía oscura ambientada en el Japón feudal. El estudio nipón elabora una producción que eleva el material original, se aprovecha de sus fortalezas y las potencia en el medio audiovisual. Ufotable hace lo que cualquier estudio debería; respetar y construir a partir de cierta base, manteniendo la esencia y llevando una dirección que compagina la acción, el drama y la comedia de los shônen en un perfecto equilibrio. Es en ese baile de espadas donde vida y muerte cruzan miradas y se desafían, donde acero y acero chocan y de su colisión nace el sonido de la guerra. Donde un simple titubeo o un movimiento en falso pueden costar una vida. Esa danza, ese momento de lucidez para salir airoso, definen a Kimetsu no Yaiba, definen su espíritu. Por suerte Ufotable entiende su danza, su espíritu. Así es como se sale airoso del frenético choque de aceros.

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.