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Crítica de Darling in the FRANXX 24
ANIME / MANGA CRÍTICAS REDACTORES

CRÍTICA DE DARLING IN THE FRANXX 24

El primer capítulo de Darling in the FRANXX llegaba bajo el título de ‘Sola y Solitario‘. Esta era la primera metáfora, la primera de tantas y tantos simbolismos que nos acompañarían a lo largo de toda la obra de Trigger y A-1 Pictures.

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Darling in the FRANXX fue, desde el primer minuto, una obra inesperada. Un diamante en bruto que, pese a llegar sobre el indistinguible sello de Studio Trigger, llegaba con una fuerza arrolladora. Así la hemos seguido durante más de 24 semanas, capítulo a capítulo. Pero hoy llega a su fin, las últimas metáforas, las últimas escenas. Gracias por acompañarnos hasta aquí, por vivir con nosotros este largo viaje.

Nunca me dejes ir 

Recuerdo hablar, en las primeras críticas, sobre la conexión entre Hiro y Zero Two. Porque, de nuevo, ‘Sola y Solitario’ simbolizaba sus diferencias, su aislamiento. El hecho de que ambos fuesen seres incapaces de amar o sentirse amados. Un simbolismo escondido bajo el peso de la metáfora original que nos revelaba algo: que ambos estaban hechos el uno para el otro.

Era un secreto a voces, desde luego. Desde el primer momento —cuando Hiro narra la historia del pájaro de Jian— hasta el último, hemos sabido que ambos vivirían juntos sus vidas. Por ese mismo motivo se entiende la forma en la que abre Darling in the FRANXX 24. Por eso mismo se entiende el hecho de que ambos se encuentren solos —de nuevo— pero unidos esta vez.

Porque, alejándose de nuevo de la marca de Evangelion que pesa sobre la obra de Trigger, Darling in the FRANXX va mucho más sobre el amor, sobre el idealismo, que no sobre las relaciones en si mismas.

«Al compartir nuestras alas volamos tan alto como queramos.»

Por eso, incluso tras ese brusco giro que amenazó con acabar con todo su argumento, la escena funciona. Porque son ellos dos, nadie más. El mundo es suyo, el tiempo es suyo. Y todo lo que ha quedado atrás lo han construido ellos mismos.

Un rayo de esperanza

Darling in the FRANXX 24 se divide en dos frentes —señal inequívoca de como va a cerrar la obra—, por lo que el espacio que no dedica al pájaro de Jian lo hace con el resto del Escuadrón 13.

Es una evolución lenta, que juega a favor y en contra de sus enseñanzas a la vez. Porque sí, la obra siempre ha sido lenta. De hecho, casi la mitad de su extensión ha funcionado como arco de evolución primaria para sus personajes. Pero desde entonces ha decidido precipitarse en una carrera de fondo pero que se siente como si fuese un sprint, perdiendo la fuerza antes de llegar a la meta y acabando de forma brusca, sin llegar a pisarla.

Y es que al final, todo resulta familiar. Demasiado familiar. Cierran un ciclo, sí. Pero parece que nieguen todo lo aprendido. Kokoro, junto a Mitsuru, sienta el precedente de la humanidad. No solo trae a la vida al primer niño no artificial sino que además se convierte en un ejemplo, en un pilar.

Mistelteinn se convierte en el verdadero pilar, trae la vida de nuevo y les permite seguir avanzando. Y no es el único detalle que suena a metáfora (de nuevo), tenemos a Ai, que representa el legado que dejan ellos, el simbolismo del amor. E Ikuno también tiene su juego porque funciona al contrario que el Dr. FRANXX, investigando como parar el crecimiento acelerado de los parásitos mientras ella envejece sin parar. Incluso Nana y Hachi tienen parte de ello, hablando sobre el significado de ser humanos y como él, pese a ser incapaz de sentir, ya se ha convertido en uno más.

La evolución está ahí. El FRANXX cubierto por la vegetación —la marca innegable del enfrentamiento y, a su vez, de la paz final— está ahí. Incluso la semilla que aparece de la estatua de Zero Two, con todo el simbolismo que le acompaña en los compases finales. Pero es un final forzado. Uno que apenas se acerca a la sombra de su inicio. Son juegos vagos, casi baratos. Bonito, desde luego, pero inmerecido.

El último vuelo

Pero el episodio no finaliza así. Su guión aún tiene espacio para acabar con la batalla que creó de la nada en ‘Nuevo mundo‘. Sin embargo esta vez parece recuperar parte de eso que le hacía brillar en sus primeros compases. Porque Hiro y Zero Two tienen una determinación, una misión.

Una forma de decirnos que, pase lo que pase, todo ha tenido un significado. El ciclo que inició Hiro, no en ‘Sola y solitario’, sino en lo que vemos en ‘La bestia y el príncipe‘, llega a su fin. Toda la lucha les ha llevado hasta ese mismo momento. Desde el mismo instante en que se conocieron. No porque estén predestinados, sino porque son ellos quien han escogido caminar por su propio camino, por difícil que resulte.

Y es así como Darling in the FRANXX consigue redimirse, de cierta forma, a si misma. Porque los instantes de Hiro y Zero Two son un broche final a todo. A su historia, a su legado, a su obra.

«Tu eres yo… yo soy tu.»

Ese instante, esa cita, representa todo lo que su mismo décimo tercer capítulo, porque aúna a los dos, intenta lograr una inmersión con el espectador y les dedica un momento tan breve como imponente. Es la continuación de esa escena en la que Zero Two se alzaba ante la imponente ciudad y le prometía escapar juntos. Ahora son libres.

Y es por eso mismo que cuando aparece Strelizia todo toma forma. Es el grito final, la última declaración de amor. El pájaro de Jian. Y aunque todo desaparezca tras ellos, no importa, porque ambos lo han logrado. Ambos son bestia y humano a la vez. Es el sello definitivo de su amor.

El legado del Jian [Reencuentro]

La cuenta de los días es una metáfora más en este último episodio. Porque si bien es un indicador del tiempo que ambos pasan fuera, también es una declaración silenciosa. Porque ellos saben que no van a volver, sus compañeros lo saben. Y nosotros lo sabemos a su vez.

Por eso, el salto temporal es la evolución lógica. No es el mejor final, pero si es lo mejor que Atsushi nos podría haber dedicado tras aquel nefasto giro. Y de nuevo, es idealista, es familiar, pero es un cierre bonito. Por el cerezo, la representación de su amor, el árbol bajo el que bailaron juntos, la metáfora del Hanami de nuevo.

El que su guión nos muestre como los Klaxosaurios regalan su vida a los humanos —dejan su legado prometido— no es algo casual. Es su forma de decirnos que se ha cerrado un ciclo. Que los humanos han encontrado la respuesta correcta.

Y, de nuevo, todo es familiar. Porque Goro sigue con sus viajes, Mitsuru y Kokoro son grandes padres, pero no son los únicos. Incluso Miku y Zorome comparten su vida de la misma forma que antes. Naomi, pese a que llegue prácticamente de la nada, acompaña a Ikuno e Ichigo, como no podría ser de otra forma, está embarazada.

Pero falta algo. Esto no es Darling in the FRANXX. En estos momentos —y perdonadme por la intrusión— suena Strelizia Awakening en mi reproductor. Pero no hay nada de ello en este último capítulo. El «despertar» de Strelizia es vívido, desde luego, pero ni siquiera le acompaña su propio tema en el momento decisivo. Es un gran momento pero, a su vez, se encuentra vacío. Le falta sentimiento.

Y ahí tenemos su final. Porque vemos como el legado del Jian se extiende mucho más allá de lo que esas primeras críticas pudiesen imaginar. Y ahí está Hiro. Ahí está Zero Two. Y, de nuevo, su símbolo, el pájaro de Jian. El ansiado reencuentro. Es un cierre simbólico, seguramente el definitivo.

Pero falta algo. Faltan esas notas de piano frágiles a la vez que intensas. Faltan esas emociones desbordantes, el misterio, el amor, el sentimiento. Falta Darling in the FRANXX. Tampoco suena Torikago en su final, algo se siente vacio. No todo es negativo, es un buen final. Pero no es el final que una obra como Darling in the FRANXX se merecía.

Darlinginthefranxx-crítica

Óscar Martínez

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2 COMENTARIOS

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.