El Palomitrón

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CINE CRÍTICAS FESTIVALES, EVENTOS Y GALAS SITGES 2024

57 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE SITGES. SECCIÓN PELÍCULAS: PÁRVULOS

ANTECEDENTES 

Sitges, que en terror y fantasía se destaca, ha traído obras de cineastas españoles y latinoamericanos como Apocalipsis Z, Infinite Summer, Un cuento de pescadores y Bodegón con fantasmas. En la misma línea llega Párvulos: Hijos del apocalipsis, el largometraje más reciente del director Isaac Ezban. Adjuntados a su filmografía están películas como El incidente (2014) y Los parecidos (2015), ahora se estrena en el Festival de Sitges con un proyecto que entierra su ancla en la ficción postapocalíptica. 

 

LA PELÍCULA

Párvulos: Hijos del apocalipsis, comienza con un momento de enseñanza en la que a sus espectadores les queda algo muy claro, “hay dos constantes: la familia y el cambio”. Desde esos primeros minutos de introducción, se entiende que cualquier historia que Ezban desee contar en adelante, tendrá sus bases en dichos tópicos. 118 minutos de largometraje en donde se conocen a Salvador (Felix Farid Escalante), Oliver (Leonardo Cervantes) y Benjamín (Mateo Ortega Casillas). Los hermanos sobreviven en una casa en medio del bosque tras ser víctimas de una pandemia mundial que los ha puesto en un temido futuro distópico donde la civilización es un cuento del pasado y las curas fueron peor que la enfermedad. 

La línea narrativa se sostiene a través del vínculo emocional entre los tres protagonistas. Cada uno parece vivir su propia lucha en momentos distintos. Salvador en tener la mente fría, Oliver con el hecho de que la cura está por venir y Benjamín, que en su inocencia, aún quiere creer en la humanidad en aquél universo contaminado. En esa casa llena de dibujos, carne animal y adornos navideños, también residen otras dos criaturas. Ese otro vínculo que los chicos no pueden terminar de romper, el de sus padres. Los que una vez fueron sus protectores, terminaron siendo manchados por la tragedia y destinados a ser ese peligro con el que tienen que convivir día a día. Y, mientras Salvador corta las tripas de quien se ha convertido en la proteína de turno, unas secuencias después, él y su hermano se encascan en caseras armaduras para bajar al sótano y alimentar a infectados con los que comparten ADN. 

Pese al tono monocromático que envuelve a la cinta, con esta paleta de grises que solo deja avistar color en esos objetos o momentos preciados que le recuerdan al público que estos héroes, son en realidad infantes, el tópico familiar pierde ligeramente su centro durante el tercer acto. La manera en que la historia se construye, hace de esta horrible fantasía –a momentos terror, a momentos coming of age– un desarrollo progresivo en la relación de los hermanos con sus padres infectados. Benjamín toma el mando y los incluye en la rutina del día a día, ya no son extras en el cuento, también comen en la mesa, duermen en camas y celebran festividades –o lo hace aquello que queda consciente en esos pútridos cuerpos–. 

Al final, estas actividades irónicamente familiares se nublan por intrusos, fanáticos religiosos y sacrificios que pretenden perpetuar el gore que salpicaba de vez en cuando la pantalla. En cierto momento, se visualiza otra película. Sin esperanza ni explicaciones, solo resignación. 

 

ELLOS Y ELLAS 

El juego constante entre Salvador (Felix Farid Escalante), Oliver (Leonardo Cervantes) y Benjamín (Mateo Ortega Casillas) es lo que refresca constantemente al filme. Cada uno se apega a su edad e interactúa con el mundo exterior de forma distinta. No solo van desarrollando su propia personalidad sino la relación con sus hermanos y decidiendo qué papel quieren jugar en dicho escenario.

 

LA SECUENCIA/ EL MOMENTO

La cena de navidad es un ejemplo claro de la inocencia sesgada del filme. Se convencen de que sus padres pueden ser domados y dejan que se unan a ellos en la cena. Decoran la casa, se visten (como pueden) para la ocasión e incluso deciden replicar un retrato familiar prepandémico. Años más tarde y múltiples variantes víricas después, Salvador se ha cortado el pelo, Oliver lleva gafas, Benja ha crecido y sus padres son más un cúmulo de restos post mortem que seres humanos. Mientras estos últimos se encuentran atados a sus sillas y se restriegan con desagrado, el primogénito de la familia pone el timer en su polaroid y retrata la bizarra nueva normalidad. 

 

TE GUSTARÁ SI…

  • Buscas espacios en el terror en donde se naveguen historias juveniles. 
  • Consumes narrativas postapocalípticas. 
  • Consumes filmes que te recuerden los momentos de pandemia.

 

LO PEOR

  • La pérdida del sentido familiar en el tercer acto de la película. 

 

Karen Darlene Arretureta

 

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