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CRÍTICA: STEVE JOBS

 

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Ni KUTCHER ni STERN; la combinación ganadora es FASSBENDER, BOYLE y, por supuesto, SORKIN. Hay ocasiones en las que la magnificencia de una historia supera su propio guion, las interpretaciones, el ritmo, la estructura y hasta el sentido del filme, pero este no es el caso. Que la vida de STEVE JOBS sea algo que fascina e interesa a partes iguales al resto de los mortales no es algo nuevo. Tras varios intentos de llevar a la gran pantalla la vida de este genio creativo con desigual resultado (JOBS, protagonizada por ASHTON KUTCHER y dirigida por JOSHUA MICHAEL STERN), parece que el trío formado por MICHAEL FASSBENDER (MACBETH) en lo interpretativo, DANNY BOYLE (TRAINSPOTTING) en la dirección y AARON SORKIN (LA RED SOCIAL) en el guion, ha logrado plasmar con talento y maestría, por fin, la vida de uno de los nombres más trascendentes de nuestra historia reciente.

Y lo mejor no es que haya plasmado su vida con mayor o menos acierto. STEVE JOBS no es una biografía al uso, ni mucho menos. La cinta funciona como una suerte de flashback de dos horas de duración. En total, tres momentos cruciales en la vida del genio, que articulan con destreza la estructura narrativa interna del filme.

 

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Año 1984. Steve Jobs se enfrente a uno de los mayores retos profesionales de su vida: presentar al gran público su nueva creación, el Macintosh. Todo apunta a que nada saldrá como lo esperado, un defectuoso software de voz se niega a decir «hello» y Jobs no tiene una camisa blanca con bolsillos minutos antes de comenzar la presentación. Además, su expareja, Chrisann (KAHERINE WATERSTON) aparece con Lisa, la hija no reconocida del creador. Su asistente de marketing, Joanna Hoffman (KATE WINSLET), su socio Steve Wozniak (SETH ROGEN) y el director de Apple, John Sculley (JEFF DANIELS) se unirán a la ronda de preguntas y apelaciones que tensarán su templanza.

Este es uno de los tres momentos que BOYLE retrata en su particular revisión de la vida del empresario. Tras este vendrán dos más, en 1988, coincidiendo con la salida del «El Cubo», y en 1998, con la aparición del primer iMac. Estos tres momentos han sido perfectamente elegidos por BOYLE y el siempre eficaz AARON SORKIN mostrando los tres enclaves que despertaron las ansias creativas de Jobs, tras experimentar el fracaso. Apenas abandonamos cada uno de los edificios donde tendrán lugar las respectivas presentaciones. En lugar de eso, son los personajes secundarios los que acuden a Jobs como en una especie de danza en la que cada respuesta es solventada con una nueva pregunta, de una nueva voz, de todo el puzzle empresarial que compone el universo Apple. Ahí reside la fuerza de STEVE JOBS como película. Sin necesidad de acción, sin que lleguemos a conocer cómo transcurrió la presentación de esos productos, el baile dialéctico y la sucesión de diálogos da muestras de cómo ocurrió sin necesidad de ser mostrado. La sutileza, tanto en Apple como en la firma de SORKIN, brillan nuevamente y están presentes en el texto y la puesta de largo de la narración.

 

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Así vemos a un Steve magistralmente interpretado por MICHAEL FASSBENDER que, sin necesidad de guardar el más mínimo parecido físico, logra penetrar en las entrañas del desaparecido empresario y ofrece una visión poco habitual del mismo. Si bien KUTCHER se aproximaba al auténtico JOBS en lo estético pero desafiaba su figura en una representación poco fiel del mismo, FASSBENDER aporta la arrogancia, el histrionismo, la codicia, la condescendencia y la megalomanía de quien se creía un dios, mucho antes de serlo. El Jobs de FASSBENDER es tan humano en lo visceral como mecánico para los negocios. Un gran trabajo de fondo que permite mostrarnos una nueva visión del genio, sí, pero al fin aproximada a la realidad tras la marca. El mordisco de la manzana, y no sus luces cautivadoras.

Pero FASSBENDER no hace bien su trabajo sin ayuda. El actor irlandés encuentra la réplica perfecta en KATE WINSLET,  que da vida a Joanna Hoffman, su inseparable asistente de marketing. WINSLET se desenvuelve una vez más como el enorme animal interpretativo que es y aporta a esta particular biografía el rol de un pragmático Pepito Grillo. Junto a ella, un SETH ROGEN capaz de superarse a sí mismo como el antiguo compañero de Jobs, y Jeff Daniels en un difícil papel de aliado, juez y verdugo. Todos acuden a su inexistente despacho a reclamar lo que no es de nadie, lo que habita únicamente en las entrañas creativas del ídolo informático, aunque pronto el idolillo se muestre de barro y lleno de cavidades franqueables.

 

 

Y mientras BOYLE se sirve de un acabado visual que bien nos recuerda a sus trabajos recientes (SLUMDOG MILLIONAIRE) al mismo tiempo que potencia la característica imagen de marca de Apple, el ritmo frenético, la fotografía efectista y la música casi corporativa hacen el resto. Es una suerte que las tramas personales hayan sido introducidas con tan buen pulso y gusto como para no eclipsar toda la evolución empresarial de Jobs. Y al final, lo personal y lo profesional se mueven a un mismo compás, donde la madurez corporativa se acompaña en paralelo de la toma de conciencia de las responsabilidades familiares, encarnadas en la figura de su hija Lisa (PERLA HANEY-JARDINE).

Así, después de tres actos breves e intensos nos acercamos hacia el final, con un enorme «horno de LOS SUPERSÓNICOS» como gran protagonista, y la silueta de su creador perfilada en la cubierta. STEVE JOBS cuenta más de lo que enseña y atrapa al espectador en un vertiginoso ritmo que solo puede culminar con un estruendoso aplauso.

 

 

LO MEJOR:

  • Las interpretaciones resultan magistrales.
  • El ritmo y la estructura son brillantes.
  • Un guion que roza la genialidad y unos diálogos sobresalientes.

LO PEOR:

  • El escaso parecido físico con los personajes reales.

 

 

Noelia Salcedo

3 COMENTARIOS

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