El Palomitrón

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12 (+1) RAZONES PARA NO DEJAR DE IR AL CINE

Un poco cansados ya de escuchar o leer lo mismo por parte de los mismos de siempre, os vamos a dar 12 (+1) razones para no dejar de ir a los cines. Porque, efectivamente, la oferta doméstica es apabullante en contenido y medios, pero siempre es complementaria, y nunca es sustitutiva. Por eso, y por el agotamiento que supone el uso machacante de algunos recursos fáciles que solo buscan la destrucción desde posiciones muy alejadas del debate, os vamos a contar por qué, bajo nuestro punto de vista, ir al cine es un hábito que no solo no se debe perder, sino que hay que practicar más a menudo.

 

 1. Es un plan BARATO

Empezamos fuerte la lista de razones, y nos encanta hacerlo por aquí. Sí, damas y caballeros, cuñados y cuñadetes del mundo: ir al cine NO ES CARO. Y lo decimos con la cabeza bien alta (y con casco de acero, por si acaso lo de las piedras). Porque vamos a ver, ¿cuántos planes de ocio nos garantizan dos horas de entretenimiento por 8 €? Quizá debamos plantearnos cuánto vale una entrada a un concierto, a un campo de fútbol, al teatro, o incluso una sesión de cañas o vino de dos horitas. ¿Estamos seguros de que 8 € por dos horas sigue siendo caro? Quizá, y solo quizá, haya que cumplir un solo requisito: que te guste el cine. Y sí, lógicamente quedarte a gusto en el bar del cine tiene su precio, pero eso ya es opcional. Lo mejor de todo es que te encuentres (en demasiadas ocasiones) con ese personaje que habla con dureza del precio de las entradas mientras paga con alegría más de 10 € por un gin-tonic en algún bar de moda del centro de Madrid.

 

2. Es un plan cómodo

De los más cómodos, además. Ir al cine no supone en ningún caso un esfuerzo extra, y en muchos sí justifica que salgas a la calle como te dé la gana. Olvídate de acicalarte con esmero y olvida los quebraderos de cabeza a la hora de elegir qué ponerte. Vas al cine, y todo vale. Das muy poca importancia a lo que te pones, y esto puede ayudarte a dar horas de vida a esas prendas en las que no confías desde el día que abriste el regalo o a practicar combinaciones arriesgadas. Ir al cine puede convertirse en un verdadero laboratorio de experimentos con tu ropa. Pocos lugares encontrarás como la cola de un cine, en los que nadie juzga cómo vas vestido. Ni juzgas, ni te juzgan.

 

3. Y socorrido…

Porque también puede ser tu aliado perfecto para aquellos momentos en los que te apetece hacer algo y tus amigos te responden que no hay espíritu. Ir al cine y meterte dos horas de peli puede surgir en el horizonte como un faro que ilumine esos momentos en los que te se cae la casa encima. Y no te preocupes si nunca has ido solo al cine, porque solo hay que probar una vez para descubrir un mundo nuevo en el que solo mandas tú. Es posible que hasta te acostumbres y empieces a prescindir de aparatosas quedadas en manada para ir al cine, desterrando todos sus aspectos negativos (discusión por qué peli ver, el que llega tarde, el que no para de hablar, el que no sabes de qué se ríe tanto a tu lado mientras te sablea las palomitas…) para abrazar un mundo de decisiones donde tú eres el único soberano.

Mucho mejor (y más saludable) que bajarte al chino de enfrente para rellenar las horas muertas plagando la casa de latas de cerveza, no son pocos los que han probado las mieles de la soledad en los cines, y ya difícilmente vuelven a las excursiones en grupo. Desde luego hay material para armar otra entrada hablando de este tema…

 

4. Es el comodín perfecto para el inicio del cortejo

Y casi más que perfecto, socorrido. Décadas y décadas llevamos eligiendo el plan cine para salir al paso en muchas situaciones. Cada vez que alguien se plantea el clásico «qué podemos hacer esta tarde», lo de ir al cine siempre suele ser una de las primeras alternativas en la lista mental de actividades. Pero su naturaleza de comodín se instala en niveles estelares cuando hablamos de primeras citas o encuentros con alguien que te interesa. Que son ya muchas décadas y muchos rollos de celuloide los que han visto los primeros pasos de infinidad de parejas. Es curioso que a estas alturas sigamos proponiendo (o aceptando) el plan «vamos al cine y luego picamos algo» sin que nos dé la risa, porque todos sabemos la verdadera finalidad del mismo. Y lo que es mejor: aun sabiéndolo, nos encanta jugar de nuevo.

 

5. Pantalla y sonido no tienen rival

Da igual. Ya puedes tener un LCD de 60 pulgadas en tu salón o una calidad de imagen 4K, que sabes que no es lo mismo. Nada puede competir con la pantalla de un cine. Lo de «el cine en casa» es un claim comercial que te ayuda a autojustificar el desembolso que estás a punto de hacer, pero no debes perder el norte. El televisor que te llevas a casa y que seguramente te haya costado una discusión con tu pareja, y Dios y ayuda meter en el coche, no se acerca ni de lejos a todo lo que una pantalla de cine puede ofrecerte. Es una alternativa digna pero nunca sustitutiva, a no ser que tengas mucha pasta y te marques tu propio cine en casa.

En el caso del sonido, volvemos a lo mismo. Nos da igual que tu Home Cinema sea de esta o esa marca, y tengas altavoces minuciosamente colocados por el salón. Igualar los sistemas de sonido de una sala es casi imposible, más aún si has optado por lo cómodo y te has acabado decantando por un sistema wireless (sin cables, vamos). Craso error, amigo.

Por debajo de 15000 € no puedes presumir de tener un verdadero cine en casa.

Y si nos adentramos en los terrenos del 3D, o el reciente 4D que algunas cadenas ya han instalado en sus salas, entonces apaga y vámonos.

 

6. Tómate un respiro

Mientras un cada vez más numeroso porcentaje de la población opta por desconectar pasándolo mal con el deporte, el cine defiende su posición como una de las opciones más chulas para mandar a tomar vientos a todo y a todos. Y es tremendamente cómodo. Tanto que hasta estás sentado y con aire acondicionado. Puedes optar por jugarte la vida por las calles de tu ciudad con una bici eléctrica o por correr 20 km y compartir la hazaña luego en redes con interminables trenes de hashtags motivadores que nadie lee. O puedes optar por evitarte tanto sufrimiento y peligro y disfrutar de una historia que te introduzca en otras vidas o en mundos nuevos, creados y desplegados para que los explores.

 

7. Las palomitas

Para muchos es parte de un binomio perfecto. Cierto es que hay gente que las detesta y defiende el silencio absoluto en la sala, pero su batalla está perdida, al menos en este conflicto. El cine sin palomitas no es el cine de siempre. Y hablamos estrictamente de palomitas, no de nachos con guacamole, pizza, hamburguesas o demás desmanes que algunos atrevidos introducen en las salas sin rubor. Nuestra defensa es exclusivamente de este snack (aunque también aprobamos aquellos que no generen ruidos u olores mareantes), que reconocemos logra desatar nuestras endorfinas cuanto más aparatosa es la película. A más efectos especiales, acción o explosiones, la ingesta de palomitas es más voraz. Una ecuación de estímulos que no funciona con la misma eficacia con el cine de autor, en cuyo relato, mucho más intimista e introspectivo, su consumo no resulta tan estimulante la mayoría de las veces.

En cualquier caso, nuestra defensa de las palomitas en las salas es firme. ¿Qué esperabas de una web que se llama El Palomitrón?

 

8. Los trailers

Quizá este aspecto no sea compartido por muchos aficionados a visitar el cine. O quizá haya mucha gente (mucha más gente de la que nos pensamos) muy de acuerdo con nosotros en este punto. Sea como sea, a nosotros lo del cine se nos asemeja más a un ritual que a otra cosa, así que nos cuidamos mucho de controlar los tiempos y llegar al cine con tiempo para todo. Y uno de los objetivos es estar sentado y acomodado antes de que empiecen los trailers, porque nos pirran los aperitivos de la función, y porque por mucho que los hayamos visto en bucle mucho antes en nuestros móviles u ordenadores, verlos en pantalla grande es otra historia.

Si eres de los que llegan a la sala y sienten que la experiencia no es completa porque te has perdido los trailers, tranquilo: no estás solo en este planeta.

 

9. Las tertulias tras el visionado

Y ya no solo las clásicas, aquellas que arrancan tras el visionado y cuyo escenario puede ser la calle, los medios de transporte o cualquier bar que encontremos. También tenemos que empezar a valorar esa formidable nueva arena que suponen las redes sociales. Hablar de cine y compartir sensaciones nunca ha sido tan fácil (¿o arriesgado?). Hoy en día las redes canalizan decenas de tertulias y opiniones para cada estreno, y aunque es fácil encontrarse con ciertos individuos que parece que más que hablar de cine lo que buscan es algo de marcha, en general las redes pasan por ser uno de los espacios más completos para descubrir nuevas lecturas y dar luz verde al debate.

 

10. Ayudas a muchos colectivos pagando tu entrada

Y no, no nos referimos a «los rojos esos del cine», querido cuñado. Vamos mucho más allá. Empezando directamente por las salas de cine, especialmente las que resisten estoicamente en ciudades pequeñas o en calles codiciadas por los gigantes de la moda. Porque sí, está muy bien poner tuits con emoticonos llorando cada vez que se anuncia el cierre de una sala y maldecir el consumismo, pero si después de ese tuit nos vamos a alguna página de descargas ilegal, poco estamos adelantando. Menos postureo y más acción.

En la fiesta del cine de octubre de 2013, servidor fue testigo de cómo lloraban a lágrima viva dos trabajadoras del cine Yelmo Ideal (por aquel entonces la situación estaba muy complicada para estos trabajadores) al ver una cola de espectadores que daba generosamente la vuelta a la manzana. Una imagen que se quedó grabada en mi memoria, y que me emocionó un poquito, por lo que he compartido este recuerdo en muchas ocasiones. La industria del cine nos necesita, y son muchos los trabajadores que dependen de tu entrada para mantener su empleo.

Pero no solo los empleos directos se benefician de nuestra asistencia a las salas. Lógicamente tenemos que señalar a toda una industria, especialmente la nacional, demasiado acostumbrada a sobrevivir, en el sentido más literal de la palabra. Sobrevivir y en muchos casos soportar los mismos ataques de siempre, de los de siempre. ¿Os acordáis del amigo del gin-tonic de más arriba?

 

11. Tu cultura se expande casi sin esfuerzo

Si nunca has sido muy amigo de abrir un libro, aparte de que deberías esforzarte en mantenerlo cuidadosamente en secreto, encontrarás en el cine un aliado para empezar a ser una persona normal. Si, como toca, has sabido compaginar tus épocas más rebeldes con la necesaria sed de conocimiento que todos deberíamos saciar, el cine es un complemento constante de tu formación que te acompañará toda la vida.

La historia de la humanidad, sus culturas, sus conflictos, sus movimientos artísticos, sociales, políticos o intelectuales, y sus protagonistas están todos inmortalizados en imágenes gracias al cine, quizá el vehículo de expresión más potente que ha conocido el siglo XX. Quizá la disciplina que más se ha ocupado de recuperar y rescatar episodios de nuestra evolución como sociedad. Porque el cine no solo atesora en sus tramas su interés cultural, sino que es capaz de posicionarse en su faceta educativa desde múltiples ángulos, y como una navaja suiza despliega todo tipo de recursos para comunicar e instruir al público. Vestuario, diseño de producción, maquillaje, fotografía… Todos los departamentos involucrados en una producción son herramientas visuales de contextualización y aprendizaje para la mirada del espectador dotado de ojos despiertos.

12. ¿Qué tal con los idiomas?

Nunca nos vamos a cansar de alabar el trabajo y la profesionalidad de nuestros actores de doblaje, y siempre hemos defendido que hay espacio para todos los espectadores, los que prefieren versión doblada y los que optan por la versión original. Porque básicamente cada uno es libre de elegir, y porque lo de condenar las cosas por el mero hecho de que no entren entre nuestras preferencias es algo que va muy poco con nosotros.

Polémicas aparte, lo cierto es que la versión original (con o sin subtítulos) siempre es una opción muy acertada para no dejar de mejorar nuestro nivel de idiomas. ¿Que la película no es lo que esperabas? Nada, tomémonos la sesión como un refuerzo de idiomas y seguro que al final la disfrutaremos. Porque ciertamente no hay nada en esta vida como adaptarnos a las situaciones con el mejor espíritu posible, manejando nosotros nuestra positividad en todo momento.

Además, ver cine en versión original puede incluso hacer que valoremos aún más el trabajo de nuestros sonidistas, otro recurso facilón de ataque, sobre todo para todos aquellos que viven acostumbrados al cine doblado en un estudio pero nunca se han enfrentado a la dicción de Matthew McConaughey en versión original. Al lado del fabuloso actor texano, nuestros actores son expertos vocalizadores.

 

13. Tu razón

Porque sabemos que hay más razones, porque queremos leeros y porque sabemos que tenéis cosas muy interesantes que decir, comenta en este post cuál es tu razón para no dejar de ir al cine. Y quién sabe: quizá te demos una sorpresilla…

 

Alfonso Caro

9 COMENTARIOS

  1. Son unas razones muy lógicas y muy típicas, pero no lo tengo claro.

    – Pagar 8-10€ por un peliculón está bien, PERO muchas otras veces es una estafa, y eso no lo sabes hasta que sales de la sala.
    – Empezar el cortejo ANTES en el cine estaba bien, pero estar 2h en silencio sin saber qué hacer creo que ya no es tan lógico como antes.
    – Las palomitas o cotufas en el cine son una ESTAFA muy gorda, y el ruido que generan durante la proyección es insufrible.
    – Si tienes la desgracia de coincidir con algún grupito hablador dejas de estar dentro de la película.

    De resto, de acuerdo en todo, no hay nada como ver una película en el cine.

  2. Porque la película en el cine se vive diferente, todo se intensifica, es más divertida, más dramática, más impactante… Las risas colecticas, los sobresaltos que se transmiten a toda la fila de asientos, los sollozos apagados del final de la sala y muchas otras cosas. Una película siempre es mil veces mejor en pantalla grande. Y esa es la magia del cine.

  3. Porque la película en el cine se vive diferente, todo se intensifica, es más divertida, más dramática, más impactante… Las risas colecticas, los sobresaltos que se transmiten a toda la fila de asientos, los sollozos apagados del final de la sala y muchas otras cosas. Una película siempre es mil veces mejor en pantalla grande. Y esa es la magia del cine.

  4. los títulos de crédito, dan un montón de información y, a veces, nos sorprenden… y los finales de las historias que si están bien rematados, estupendo y si se dejan abiertos, podemos rematar… porque los que van al cine son mejores personas… porque, en ocasiones, mejoran a un libro… por todo por todo por todo

  5. Por supuesto, por las palomitas. Y por las reacciones del público (gritos, risas, saltos, caras), sobre todo esas veces cada vez más escasas en que la gente rompe a aplaudir al acabar una película

  6. Porque a pesar de lo mucho por saco que dan los que sacan el móvil y te deslumbran o los que no dejan de comentar ni una sola escena, por muy buena que sea una comedia no se disfruta igual en casa que en una sala llena de gente riéndose contigo. Y aunque sea triste, también porque para muchos es la única forma de ver una peli en compañía, aunque sea postiza.

  7. Porque ir al cine es un ejercicio enfocado, nada más que tú y la película, todaa tu atención va a la pantalla cuando se apagan las luces y todos tus sentidos están atentos a lo que ocurre en ella.
    El cine en casa me encanta por la comodidad de sentarte y darle a un botón y todo esto en pijama, pero en casa siempre entran y salen personas, ruido en la calle, telefonos , o cualquier eventualidad que te «saca» un poco de la experiencia. En una sala lo único importante es disfrutar de esas dos horas que has reservado para la película, ya sea solo o acompañado

  8. Porque vives cantidad de historias de una manera distinta, te provoca sensaciones y emociones maravillosas, aprendes, te hace reflexionar y disfrutas de un momento mágico para luego poder compartirlo con otr@s. Cualquier película gana en pantalla grande y tiene un encanto especial.

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.