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PRIMERAS IMPRESIONES REDACTORES SERIES

LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD DE KIMMY SCHMIDT VUELVE A FUNCIONAR

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Cuando Netflix desembarcaba en nuestro país el pasado mes de octubre, con Jessica Jones como abanderada, muchos nos preguntábamos acerca del resto de series de producción propia de la plataforma de las que todavía no habíamos escuchado hablar (demasiado) en nuestro país.

Así, descubrimos la bondad de Pablo Escobar dejándonos elegir entre plata y plomo en Narcos, la vida más allá de Los Soprano en Bloodline o cómo, una vez más, una sitcom venía dispuesta a salvarnos los momentos en los que nos apetece dejar de pensar y, simplemente, disfrutar. Hablamos, como imaginaréis quienes estéis un poco al tanto del catálogo de Netflix, de Unbreakable Kimmy Schmidt. Y no, como la mayoría de las producciones de Netflix, no tiene traducción («Irrompible Kimmy Schmidt» nos hace daño en los oídos incluso a nosotros), por lo que, entre nosotros: vamos a llamarla simplemente Kimmy Schmidt y ahorrarnos disgustos en nuestra lengua, ¿no creéis?

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Trabalenguas aparte, el caso es que Unbreakable Kimmy Schmidt prometía ya ser un descubrimiento que tener en cuenta desde el mismísimo instante en el que nos dimos cuenta de que Tina Fey, a quien ya admirábamos por 30 Rock o incluso por su corta aparición en la infravalorada Chicas malas (siempre es un buen momento para nombrar esta cinta), era la responsable de su producción y creación. Después indagamos y vimos que la Kimmy en cuestión era Ellie Kemper y que Tituss Burgess y Jane Krakowski le acompañaban la mayor parte del tiempo. ¡Ah! Y Jon Hamm dejaba a Don Draper atrás y aparecía como estrella invitada. ¿Qué podía salir mal? Os vamos a spoilear: NADA.

Los trece episodios de la primera temporada de Unbreakable resultaron lo suficientemente interesantes para crítica y público como para conseguir siete nominaciones a los pasados Premios Emmy y una casi automática renovación por una segunda temporada. Una segunda temporada que, precisamente, es la que nos ocupa en este artículo. Porque para contaros la primera… ¡ya está Netflix!

Unbreakable Kimmy Schmidt

Y aquí la tenemos: sin trabajo después de que su jefa decidiera volver a sus raíces, todavía acostumbrándose a la vida posbúnker, enamorada de su exnovio chino de curioso nombre que ha tenido que casarse para que no lo deporten y enterándose en horripilantes citas a ciegas de que respetar los derechos de los animales no significa permitirles que se casen entre ellos. Si a todo esto le sumamos que sigue viviendo con Titus en un minúsculo apartamento con una casera que dice tener un cabello que se asemeja a «riquísimos espaguetis», cualquier persona caería en una profunda depresión. Pero Kimmy, nuestra Kimmy, no, ¡porque ha conseguido un empleo en una tienda navideña! Y, quizá exceptuando las cenas repletas de chucherías, no creemos que haya una manera mejor de que esta pelirroja muchacha disfrute de su tiempo libre.

Mientras tanto, Dong sigue con su falsa mujer y con un nivel de inglés mejorado gracias al reality de las Kardashian; Titus intenta deshacerse de la esposa que le apareció al final de la primera temporada; Lillian presume de pelo y encandila a un señor que acaba patinando sobre hielo con ella y con su maleta de dos ruedas, y Jacqueline… ¡Jacqueline vuelve a casa! Ni las tradiciones indias están hechas para ella, ni sus padres para aguantar sus meteduras de pata, por lo que dejar de pedir café en su lengua materna (porque eso e «idiota blanco» es lo único que sabe decir), ponerse de nuevo sus lentillas azules, volver a la civilización de high level estadounidense y renovar sus aires de superioridad de manera que pueda sobreponerse a su reciente ruptura con el señor Voorhees y así volver a aparentar que es más de lo que realmente es ante el resto de madres del colegio parece la mejor salida. Todo ello si se lo permite Deirdre (Anna Camp), uno de los nuevos fichajes de esta temporada, que, en su papel de una de las madres del prestigioso colegio donde Jacqueline lleva a su hijo, ejercerá de líder de este peculiar y vomitivo aquelarre de «pijería» estadounidense. Pondremos especial atención a la relación entre ambas, porque la constante lucha de egos entre las dos, si Fey, Carlock y el resto de guionistas quieren, promete ser de lo mejor de la temporada.

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Por si con toda esta verborrea no os ha quedado todavía demasiado claro si los treinta minutos (sí, ¡ahora tenemos diez minutos más de Kimmy!) de la segunda temporada de Unbreakable cumplen igual que lo hicieron sus capítulos predecesores, os adelantamos que lo hacen con creces. Y es que si algo caracteriza a esta sitcom, además de la frescura y agudeza de sus bromas (gracias, guionistas, gracias), es el optimismo que Kimmy en particular y el resto del reparto en general derrochan en todos y cada uno de sus minutos. Es imposible no ponerse automáticamente de buen humor nada más oír su cabecera y seguir de esa guisa durante el resto del capítulo. Eso es lo que esperábamos mantener a lo largo de la segunda temporada y parece que, de momento casi seguro, lo vamos a tener:

Titus va a seguir con sus giros dramáticos de cabeza y siendo, casi, tan «insoportablemente gay» como fuera el Damian de Chicas malas. Y eso nos gusta. Lillian va a seguir estando loca de atar, hablando extremadamente rápido con aires alcohólicos y siendo la sinceridad personificada. Y eso nos gusta. Jacqueline va a seguir siendo de lo más pijo que podamos echarnos a la cara y, ahora que «solo» tiene doce millones de dólares, parece que vamos a verla sufrir un poquito. Y eso nos gusta. Y Kimmy… Kimmy es Kimmy. Y eso no nos gusta, ¡nos encanta!

El día 15 tendréis a vuestra disposición todos los episodios de la segunda temporada y podréis ver que no nos equivocamos: Unbreakable Kimmy Schmidt vuelve a dar la talla. ¡Ya nos daréis la razón!

 

Silvia Martínez

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Ally McBeal fue la primera serie que vi y el personaje de Robert Downey Jr. del primero que me enamoré. A partir de ahí, periodista, cinéfila, seriéfila y una mezcla entre Bridget Jones y la niña de El exorcista en mis ratos libres. Actualmente, en busca de un pacto con el diablo que me otorgue más años de vida para ver todo lo que me queda... ¡Y poniendo orden a este sarao como buenamente puedo!