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VERANO EN SERIE: GRACE Y FRANKIE

Grace and Frankie

Marta Kauffman, la venerada creadora (junto a David Crane) de Friends (y de su poco exitoso spin-off Joey), regresó a la ficción televisiva el pasado año de la mano de Howard J. Morris para estrenar en Netflix Grace y Frankie, una comedia sobre la tercera edad producida y protagonizada por Jane Fonda y Lily Tomlin.

Grace y Frankie son dos septuagenarias cuyos maridos son socios y amigos desde hace décadas. Una noche, estos las citan en un restaurante y les confiesan que son homosexuales, que mantienen una aventura desde hace veinte años, y que van a divorciarse y a casarse entre ellos en cuanto puedan. El bombazo, como es de esperar, conlleva repercusiones inmediatas: ambas deciden mudarse, sin que la otra lo sepa, a una casa en la playa que los dos matrimonios compraron juntos por la insistencia de los maridos.

Grace and Frankie

Ellas nunca se habían soportado. Grace (Jane Fonda) es una mujer conservadora, de gustos refinados y acostumbrada al lujo, y Frankie (Lily Tomlin), una hippie acomodada con aficiones esotéricas, un pasado comunista y consumidora habitual de marihuana. Uno de los pocos motivos de alegría que les supone el divorcio es no tener que verse la una a la otra nunca más, pero las circunstancias les obligan a convivir temporalmente bajo el mismo techo.

Grace y Frankie es como si, cuarenta años después del final de Friends, Rachel y Phoebe se hubieran ido a vivir juntas. Ambos personajes heredan algunos tics de los de la serie noventera y sus diferencias sirven para construir muchas de las situaciones cómicas de una ficción que no tiene miedo en acercarse al drama cuando la narración lo requiere.

Los exmaridos están interpretados por Martin Sheen (Apocalypse Now, El ala oeste de la Casa Blanca) y Sam Waterston (The Newsroom). A ambos les cuesta tener química como pareja, pero el paso de los capítulos les ayuda a estar más cerca de conseguirla. Waterson, que interpreta a Sol (el exmarido de Frankie), está más histriónico que sus compañeros de reparto. El resto de secundarios está formado por los hijos de ambas parejas, entre los que destaca una June Diane Raphael, que hace de su Brianna una robaescenas a la que solo aguanta el peso Lily Tomlin

Brianna

Pese a la premisa inicial, Grace y Frankie no deja de ser una comedia conservadora (que no rancia) que sabe claramente a qué público se está dirigiendo. Perfecta para un votante demócrata de mediana edad y pro matrimonio igualitario; aun así, se deja ver con facilidad por todo tipo de espectadores gracias a su combinación de humor blanco, algunos buenos personajes y la casi total ausencia de series del mismo perfil.

Es de extrañar no ver más producciones de este tipo en televisión, sobre todo a partir de la proliferación de plataformas que viven de las cuotas de sus abonados y no del target comercial. En los últimos años se han multiplicado los estrenos de lo que la periodista María Guerra (La Script) denomina «cine geriátrico». Historias protagonizadas por actores en su senectud y enfocadas a atraer espectadores de la misma edad que, además, son un público muy fiel a los contenidos que consumen. Títulos como The lady in the van o El exótico Hotel Marigold, éxitos de taquilla, animan a producir más cine protagonizado por ancianos.

Grace y Frankie es básicamente una historia sobre el amor y el desamor en la tercera edad, contada con humor y ternura por unas intérpretes en estado de gracia (sobre todo Tomlin, que ya acumula dos nominaciones a los Emmy por este personaje) que visibilizan, además, algunos de los problemas cotidianos a los que se enfrentan las personas al alcanzar la vejez, por muy acomodadas que estén.

LO MEJOR:

  • Lily TomlinJune Diane Raphael.

LO PEOR:

  • El humor es algo irregular y algunos capítulos desmerecen al conjunto de la serie.

 

Fon López

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He crecido viendo a Pamela Anderson correr a cámara lenta por la arena de California, a una Carmen Maura transexual pidiendo que le rieguen en mitad de la calle, a Raquel Meroño haciendo de adolescente con 30 años, a Divine comiendo excrementos y a las gemelas Olsen como icono de adorabilidad. Mezcla este combo de referencias culturales en una coctelera y te harás una idea de por qué estoy aquí. O todo lo contrario.