UN VIAJE DE DIEZ METROS
14 años después del estreno de la multi-nominada a los premios Oscar CHOCOLAT, HALLSTRÖM vuelve a ese terreno ya explorado, pero con una carrera de melodramas avalándole a la espalda. Y es que en esta, como en la película del año 2000, el principal hilo conductor de la trama es la comida que ocupa la pantalla con planos de meticuloso emplatamiento de deliciosos manjares que buscan despertar el apetito entre los espectadores. Sin embargo, sí es un mundo nuevo para el guionista de la cinta, STEVEN KNIGHT (conocido por sus premiados trabajos sobre los bajos fondos de Londres, y que este año ha estrenado sus dos primeros largometrajes, REDEMPTION y LOCKE), para el que UN VIAJE DE DIEZ METROS supone un cambio de rumbo total en sus habituales trabajos. No tanto en cuanto a temática, pues PROMESAS DEL ESTE ya giraba en torno a la adaptación de inmigrantes en un entorno hostil, sino en términos de género: esta es su primera aproximación a la comedia dramática.
Resulta que KNIGHT no se maneja mal en este género, ya sea porque es un buen guionista, porque el material a adaptar ya es bueno de por sí, o porque a la comedia que se juega en UN VIAJE DE DIEZ METROS es una batalla de contrastes (guerra de culturas) entre la familia india, nuevos en el pueblo, coloristas e ilusionados para abrir un restaurante y mostrar a Europa la comida de su país, calurosa y penetrante, y la madame francesa que regenta el restaurante que está a diez metros del suyo, estirada, refinada, fina y sibarita, tal y como lo es a veces la alta comida francesa. El choque de opuestos es manejado con bastante destreza, por lo cual no importa demasiado que los estereotipados chascarrillos que manejan HALLSTRÖM y KNIGHT (los franceses son snobs y los indios escuchan sólo ruidosa música india) sean eso mismo, estereotipos. Como es evidente (y no es ningún secreto el esquema habitual de una dramedia romántica como lo es esta) ambas acaban hermanando, tanto los manjares (en la cocina-fusión del personaje de DAYAL) como las personas (en los dos romances multirraciales), en una lección de compresión, amor al prójimo y armonía étnica y gastronómica.
Es en la vertiente dramática cuando el filme sufre un declive desafortunado: la apresurada apertura y clausura del tercer acto rivaliza con la pobre definición de los conflictos internos del personaje de DAYAL al separarse de su familia como (de lejos) lo peor de la película, y el momento de epifanía gastronómica tomado de esa obra maestra de la animación de BRAD BIRD llamada RATATOUILLE o la leve mención a la represión racial en Francia no consiguen traspasar la gruesa superficie cómica de un filme que busca no dañar demasiado a nadie. Bueno. No nos vamos a enfadar: la comida bien presentada, la comedia simpática que se exhibe entre el acento francés de HELEN MIRREN y los clasicismos culturales de OM PURI, y sobretodo el bello y luminoso retrato de Francia de SANDGREN (director de fotografía en LA GRAN ESTAFA AMERICANA y TIERRA PROMETIDA) no se pueden echar a perder con un corto (en respecto a las algo alargadas dos horas de duración del filme) tercer acto más renqueante.
En definitiva, UN VIAJE DE DIEZ METROS comparte con su casi-contemporánea #CHEF esa pornografía gastronómica (allí fotografiada por KRAMER MORGENTHAU) propia de películas con la cocina como eje principal, y sin duda el sabor de boca que queda al final es más o menos parecido: cuando el autor cree que entrega un menú degustación propio del ‘Arzac’, en realidad está sirviendo un simple (aunque siempre satisfactorio) menú de diez euros de restaurante familiar de barrio. Un plato cocinado desde el cariño al que es fácil sucumbir, pero con muchas más pretensiones de las que luego acaba cumpliendo. Si estáis preparados para una dramedia romántica ligera sobre el choque de culturas india y francesa, sin duda disfrutaréis de UN VIAJE DE DIEZ METROS. Un consejo: ¡comed antes de ir al cine!
LO MEJOR:
- La dirección de fotografía de LINUS SANDGREN, dedicada a los amantes del buen comer y a los estómagos de los espectadores.
- La química entre HELEN MIRREN y OM PURI.
LO PEOR:
- Su excesiva duración de dos horas.
- La poca definición del personaje de MANISH DAYAL en el tercer acto de la película.