Tras la entrega anterior, que devolvió la dignidad a The Walking Dead, nos hemos encontrado con una entrega de mucha acción, con sustos y peligro. La serie parece estar recuperando fuelle, aunque continúa teniendo ciertos detallitos chirriantes (algunos esenciales en la trama). A tres capítulos de terminar la temporada, tenemos esperanzas de que la ficción termine mejor de lo que empezó. Analizamos el episodio de esta semana.

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El capítulo comienza con Morgan teniendo alucinaciones con el difunto Gavin, que continuarán más adelante, y en las que este le repite lo mismo: «Sabes lo que es». Enseguida el hombre dará la alarma tocando el claxon y siendo replicado por otros de sus compañeros: los Salvadores se acercan a Hilltop. Justo en las puertas del campamento, Simon habla con Maggie; esta le recuerda que tiene prisioneros de los suyos, pero al hombre le dan igual y avisa de que va a cobrar las deudas de Negan. Dwight intentar hacer recapacitar a Simon, pero este insiste en acabar con todos, sin importar lo que pueda opinar su jefe (si es que llega a aparecer).

Los Salvadores no esperaban la férrea defensa de la casa de la colina y terminan huyendo con muchas bajas, aunque ellos también dejan un rastro de heridos. Entre estos, Tara, a la que estaba a punto de pillar desprevenida Simon, y que termina siendo herida por Dwight, ante la atónita mirada de Daryl. También resulta gravemente herido Tobin, el interés romántico de Carol, que será auxiliado por esta y por Siddiq. Tras la escaramuza, toca recomponerse en Hilltop: se vuelven a cerrar las puertas, los heridos son curados… Maggie pedirá a Alden, uno de sus prisioneros, que entierre a los Salvadores muertos, y este le agradece que los vea como personas, algo que los suyos no han hecho. Mientras, Siddiq atenderá una herida de Rick e intentará hablar con él, pero este apenas le deja hablar. Por otro lado, Henry (el hermano de Benjamin) ha aprovechado para coger un fusil de asalto.

Llega una nueva noche y la mayoría de los habitantes de Hilltop duermen en la casa. Solo algunos heridos más graves pasarán la noche en el barracón hospital. Serán estos los que empiecen a morir a causa de la infección producida por la sangre de caminantes con la que los Salvadores habían cubierto sus armas; y, por supuesto, a volver convertidos en caminantes. Tobin inicia la matanza de sus compañeros, llegando hasta la casa, donde algún otro mordedor ha empezado a hacer de las suyas. Por fin, el resto se despierta y consiguen acabar con estos nuevos atacantes. A todo esto, Henry ha ido al «calabozo» de los Salvadores, y Gregory pretende descubrir al asesino de su hermano y acabar con él. Pero cuando uno de los prisioneros, transformado en zombi, comienza a atacar a sus compañeros, la situación se descontrola y algunos se escapan. Otros, como Alden, se quedarán para ayudar. Al final del capítulo, Rick ha recordado que Lucille estaba cubierta de sangre de zombi, por lo que deducen que las armas del resto de Salvadores también lo estaban, de ahí la fiebre y las transformaciones; Daryl habla con Tara, que ya no siente ese terrible rencor contra Dwight, aunque la duda está en si la flecha que la hirió estaba manchada o no; y Maggie reflexiona sobre el precio de la guerra.

Como comentábamos al principio del artículo, la temporada está mejorando y esperamos que no sea un espejismo. Acción, cierto suspense, el terror de los zombis… Pero el desenlace de la entrega vuelve a ser forzado, por no decir absurdo. Tenemos a gente que no se despierta aunque uno de sus compañeros se caiga por las escaleras casi encima de ellos, y no hay ni rastro de guardias que vigilen el recinto. Tampoco hay nadie que parezca darse cuenta de que un niño (que haría que hasta Supernanny perdiera la paciencia) se lleva un arma casi más grande que él… Pero podríamos perdonarlo si el nivel sigue remontando. Esperamos con ganas el próximo episodio para saber cómo terminará Negan con sus alucinaciones y qué significan las palabras de su fantasma, si Henry hará más de las suyas o dónde acabará Gregory ahora. Rick, parece que has vuelvo al buen camino.

Rocío Alarcos