El Palomitrón

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LA VACA

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El cine es el arte más consumido en la actualidad. Es una disciplina con gran poder mediático, capaz de provocar, emocionar, revindicar e incluso aleccionar. Esto último es lo que intenta la propuesta francesa que tiene como protagonista al comediante Fatsah Bouyahmed. Desgraciadamente, la película no da la talla y yerra pasados los minutos. Una pretendida fábula que solo alcanza la cota de endeble comedia.

Fatah, un agradable e inocente campesino argelino, es seleccionado (junto con su vaca Jacqueline) para acudir a la prestigiosa feria anual de agricultura que se celebra en la ciudad de París. Ayudado por sus vecinos y congéneres, dejará el humilde pueblo y pondrá rumbo a Francia. Fatah y su animal recorrerán el camino que separa Marsella de París, una curiosa andanza que le traerá más de un quebradero de cabeza.

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La historia posee una noble causa, una tesis bondadosa y un poderoso símbolo. La obra dirigida por Mohamed Hamidi apela a valores tan loables como la honradez, el tesón o la sinceridad. Pero todas estas buenas intenciones no son llevadas a buen término y no consiguen calar hondo. Aunque establece una conexión entre espectador y protagonista, esta es artificial y puede que no funcione con la gran mayoría de los asistentes. El bueno de Fatah es un tipo encantador, ocurrente, delicado… La construcción de su psicología no tiene ningún tipo de defecto, pero este aspecto nos aleja del argelino y recalca que estamos viendo una película de ficción.

La comparsa que le acompaña apenas tiene peso. Cuando termina la historia nos damos cuenta de lo poco o nada que sabemos de ellos. Entre ese grupo de secundarios se encuentran Jamel Debbouze y Lambert Wilson, cuyos escasos minutos siempre están centrados en ayudar a la empresa del protagonista.

Los diálogos pocas veces dicen algo que realmente merezca la pena ser oído y son frases que recalcan actos ya realizados, palabras informativas y superficiales son la tónica de este cuento francés.

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La preciosa Jacqueline, una vaca de raza Tarentaise es, sin duda, lo mejor del metraje. Un animal que bien podría ser un símbolo (el tesón del protagonista, su buen hacer…). De hecho, esta desaparece cuando la moral de Fatah flaquea. Como buen símbolo que se precie puede (y debe) ser interpretado de forma subjetiva. Sin embargo, este bonito recurso pierde fuerza según avanza.

La vaca no parece tener claras muchas cosas  y pierde el norte al entrar en el temido segundo acto. Al principio parece una fábula con aires oníricos, se asemeja a la fascinante Pollo con ciruelas, pero con el paso del tiempo se torna simple y no pasa de ser una comedia fácil y asequible. La idea es excelente, pero su pobre desarrollo la convierte en un producto de sencilla digestión.

Aun así, no todo es malo. El buen hacer de su actor principal, comediante desde hace años y figura conocida en Francia, consigue sacar alguna sonrisa en medio de la previsible y cansina trama. Esto, y su lugar de origen, son las mayores virtudes del metraje, aunque es una pena que no hayan dado más papel y relevancia a las personas que habitan dicho lugar. De hecho, la forma que tienen de desenlazar la subtrama relacionada con ellos es en los créditos, de mala y precipitada manera.

Esta no es la comedia francesa del año. Tampoco del mes. La película parte de una buena base, pero no crea una obra consistente, y eso que sigue la estructura creada por Joseph Campbell en su gran libro El héroe de las mil caras. A pesar de todos sus defectos, no es pesada, e incluso puede resultar bonita y agradable al público menos exigente.

 

LO MEJOR:

  • La divertida actuación de Fatsah Bouyahmed.
  • Parte de una buena y entrañable idea.

LO PEOR:

  • Las pretensiones no son llevadas a buen término y no consigue lo que se propone.

Isabel García

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