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LA PANTALLA DEL SOL NACIENTE (I): HISTORIA DEL CINE JAPONÉS

 

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Para el espectador acostumbrado a los mecanismos clásicos del cine europeo o norteamericano, las películas japonesas se presentan, a priori, como un cine inaccesible y exótico en cuanto a los convencionalismos a los que está habituado el espectador occidental medio. Es natural. Japón es de los pocos territorios orientales que ha resistido a la implantación de la cultura materialista y pragmática de Occidente, de ahí la dificultad añadida que conlleva su cinematografía: el peso de la tradición japonesa es tan importante en su cine que el desconocimiento de su cultura dificulta enormemente su comprensión.

Con este artículo, divido en tres partes, pretendemos disipar las dudas y sombras que el espectador pueda tener sobre este cine, comentando, por un lado, los orígenes y su desarrollo, prestando especial atención a las características básicas que le han dotado de su personalidad, y, por otro, repasando aquellos directores que exportaron el séptimo arte nipón al resto del mundo. Todo esto con el objetivo de hacer del cine japonés una obra más accesible y, por tanto, más disfrutable.

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El especial constará de una primera parte en la que ahondaremos en la historia del cine japonés, ya que es esencial entender su pasado para comprender con mayor facilidad su presente; una segunda en la que explicaremos los rasgos más recurrentes de sus películas, y una última en la que haremos una selección de los artistas nipones más relevantes, con sus respectivas películas, de la historia del país del Sol Naciente.

 

ORÍGENES

El cine llegó a Japón, como al resto del mundo, de la mano de emisarios Lumiére. Gabriel Veyre y Constant Girel limitaron su trabajo con el cinematógrafo a capturar la realidad colocando la cámara sobre las calles y plazas de las principales capitales niponas. Inocentemente habían iniciado uno de los principales rasgos característicos del cine japonés: la contemplación. Los cineastas del país encontraron en ella la manera más fiel de representar su realidad, ya sea con la contemplación de su sociedad, tanto de sus actos más banales (y por tanto, tradicionales) como de su cultura. Hay que tener en cuenta que el público nipón tenía un gusto muy diferente al europeo: estaban acostumbrados a visionar obras de teatro de tres horas de duración, de forma que los cortometrajes que estaban en alza en la época les resultaban insuficientes y se tenían que proyectar hasta tres películas seguidas. Estos teatros eran conocidos como kabukis y contaban con benshis, comentaristas que, por diferencias del idioma, explicaban lo que sucedía en pantalla. Se convirtieron en personajes influyentes. El entretenimiento dependía de ellos y, en ocasiones, hasta se les sobornaba para que adelantasen lo que iba a ocurrir en el siguiente acto.

Superada esta primera fase primitiva, el cine japonés avanzó hacia dos corrientes: el Jidai-Geki, representaciones de leyendas y mitos clásicos grabados en los estudios de Kioto, y el Gendai-Geki, cintas sobre temas contemporáneos grabados por lo general en Tokio. Encontramos aquí un segundo rasgo del cine nipón: el arraigo por su historia y sus mitos. Un cine muy clásico que pasó a un segundo plano cuando una nueva generación de cineastas japoneses regresó a su tierra natal tras haber estudiado cine en las escuelas europeas y norteamericanas. Tanto fue así que, a partir del año 1916, el cine japonés llegará a Hollywood. Aunque es cierto que esto propició una cierta influencia por parte de estas regiones, esta primera generación de directores, entre los que se encuentra YASUJIRÔ OZU, supo en todo momento trasladar al celuloide las inquietudes japonesas sin perder la firma estilística de su cine.

LA PANTALLA DEL SOL NACIENTE (PARTE 1): HISTORIA DEL CINE JAPONÉS Cine y Especiales en El Palomitrón

En los próximos años, la Japanese Motion Picture regularía la producción cinematográfica general y la de las productoras. En 1921 apareció la primera major: Nikkatsu; la segunda major, Shochiku, fue creada en el mismo año, pero en 1923 un terremoto en Tokio destruyó toda la industria. Surgió entonces el género histórico en la nueva capital, Kioto. En 1925 ya había 813 salas de cine repartidas por todo el país. Primaba entonces la conocida ley del tobillo: con la muestra de esta parte del cuerpo, se daba a entender que estaba teniendo lugar una relación sexual en la narración. Aunque esto evolucionaría (y de qué manera), el cine japonés siempre tuvo desde sus inicios un cierto respeto a la intimidad en sus escenas.

 

PRIMERA EDAD DE ORO

En 1930 llegó el cine sonoro con la película MADAMU TO NYOBO, de HEINOSUKE GOSHO. Desaparecieron los comentaristas y surgieron, en su lugar, guiones escritos por figuras famosas e intelectuales. Diez años más tarde se implantó un gobierno militar y se prohibieron las películas de Hollywood. He aquí una de las decisiones más importantes del cine japonés: en pleno crecimiento estilístico y formal, con directores jóvenes que seguían modelando las características de su arte, los cineastas nipones se vieron privados de cualquier influencia exterior. Se inició entonces una retroalimentación constante entre sus directores que explica por qué el cine japonés es distinto a cualquier otro: siempre en los márgenes, los cineastas nipones supieron dotar a sus películas de una personalidad única que difiere, tanto en calidad como en estilo, del resto de producciones. Estamos hablando de la que sería la primera edad de oro del cine japonés: génesis y desarrollo de la expresión nipona en su cine.

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De 1945 a 1952, Japón estuvo ocupado por los norteamericanos, y las películas históricas fueron prohibidas para evitar que se regresara al nacionalismo que había originado la guerra, incitando así a la realización de películas modernas y de actualidad, de los géneros que se producían en América. Durante estos años, la producción japonesa se redujo un 25 % y se estableció un sistema de censura que prohibía cualquier filme relacionado con el feudalismo, el amor a la guerra o el culto a la venganza, tópicos habituales de las décadas anteriores. En la otra cara de la moneda, y fruto de la estructuración que se llevó a cabo durante la ocupación norteamericana, durante esta época se produjeron algunas de las películas de autor más importantes de la historia de este país, como RASHOMON, de AKIRA KUROSAWA, ganador del León de Oro en el Festival de Venecia (1951), o CUENTOS DE LA LUNA PÁLIDA, de KENJI MIZOGUCHI, León de Plata tres años después (1954). LA PUERTA DEL INFIERNO, de TEINOSUKE KINUGASA, ganó el Festival de Cannes y se convirtió en la primera película de habla no inglesa que se llevó una estatuilla en los Oscar.

Fue precisamente esta americanización que sufrió el cine japonés la que facilitó la internacionalización de sus obras. En apenas 10 años, el cine nipón pasó de ser un gran desconocido a liderar los principales festivales de cine. Esto sucedió en parte gracias a los numerosos géneros que surgieron en esta época: cine de entretenimiento inspirado en las producciones norteamericanas de los cincuenta, cine de monstruos y alienígenas (como género en sí) influenciado directamente por las desgracias de Nagasaki e Hiroshima, películas documentales, cine de samuráis, etc. Un sinfín de híbridos que aportaron a Japón una riqueza cinematográfica inigualable a nivel mundial, con una producción que se elevaba hasta las 500 películas anuales.

 

SEGUNDA EDAD DE ORO

La segunda edad de oro del cine japonés se produjo alrededor de los años 60. Había seis majors que controlaban prácticamente toda la producción del país: Nikkatsu, Shochiku, Daiei, Toho, Toei y Shin Toho. Con la llegada de la televisión, los espectadores disminuyeron a 22 millones al año, y se empezaron a buscar soluciones a este problema; el gusto de los jóvenes había cambiado mucho y Shochiku se fijó en el cineasta NAGISA OSHIMA, que con su cine había logrado expresar el desgaste de las nuevas generaciones. Su película HISTORIAS CRUELES DE JUVENTUD (1960) rompió tabúes como el sexo y la violencia y se convirtió en un éxito. No le ocurrió lo mismo a NOCHE Y NIEBLA EN JAPÓN, cuyo contenido explícito le valió la expulsión de la productora.

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En 1976 se realizó una película que convirtió al cine japonés en una novedad absoluta: EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS, de NAGISA OSHIMA, basada en una historia de amor que fue censurada y rechazada (trataba de hacer el amor hasta el extremo de morir); en Japón no llegó a proyectarse hasta unos veinte o treinta años después de su creación. En los años 70 se alcanzaron los 400 millones de espectadores, y Japón se convirtió en la mayor productora de películas del mundo, superando a Hollywood, con más de 700 películas al año exportadas internacionalmente. Toho se especializó en un nuevo género japonés con GODZILLA (GOJIRA originalmente); Toei, en Yakuza (mafia japonesa); Nikkatsu, en porno soft, y Shochiku, en comedias románticas. Daei se declaró en bancarrota en 1971. En los años 80 apareció cierta nostalgia por la infancia y tiempos anteriores del país, como RÍO TURBIO, de KOHEI OGURI, y se produjeron películas con una acción demasiado estática.

 

ACTUALIDAD

A partir de los años 90, entre 200 y 250 millones de espectadores acudían al cine en Japón. De las grandes majors solo quedaban tres y dedicaban más dinero a distribuir que a producir. Grandes directores como TAKESHI KITANO o SHOHEI IMAMURA acabaron independizándose y realizando otro tipo de películas más independientes, como FLORES DE FUEGO o LA ANGUILA, ganadora de la Palma de Oro en 1997. Los temas cambiaron. El cine japonés, que antes otorgaba una gran importancia a la naturaleza (cultura zen: negación de la existencia), pasó a mostrar en su cine ciudades caóticas con contaminación y superpoblación, neurosis del hombre, soledad, violencia… Una serie de características que analizaremos con mayor detenimiento en la segunda entrega.

El cine de animación surgió también en los noventa con HAYAO MIYAZAKI a la cabeza. Suya es EL VIAJE DE CHIHIRO, primera película de animación japonesa en llevarse un Oscar y en ganar el Festival de Berlín. Destaca también el resurgimiento del cine de terror y el «efecto kimono», movimiento que da nombre al reconocimiento del cine japonés a nivel internacional, sobre todo a partir de la película ZATOICHI (2003), de TAKESHI KITANO. En la actualidad destaca, entre muchos otros, la directora NAOMI KAWASE (AGUAS TRANQUILAS, UNA PASTELERÍA EN TOKIO), ganadora del Gran Premio del Jurado en Festival de Cannes de 2007.

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Con este breve repaso a la historia del cine japonés terminamos la primera de las tres partes que dedicaremos al análisis de la cinematografía del país del sol naciente. En el siguiente artículo, y una vez conocidas las bases en las que se asienta la construcción de este arte, profundizaremos en los rasgos y en las características que hicieron grande a este cine y lo colocaron en la élite mundial. Un cine que como ya hemos dicho a lo largo del escrito, encuentra en la cultura nipona, desde los antiguos mitos hasta tradiciones milenarias que aún perviven en la sociedad, la piedra angular de su estilo y forma. Naturaleza, contemplación y cultura Zen. El cine japonés analizado desde dentro.

Continúa en nuestra (segunda entrega)

Víctor Camarero

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