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CRÍTICA: LA FAMILIA BELIER

 

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Cuando uno se enfrenta a una comedia francesa, familiar o no, sabe que puede ocurrir cualquier cosa; a la hora de dirigir este género los cineastas franceses son capaz de lo mejor y lo peor. Pueden hacer pequeñas joyitas como LA CENA DE LOS IDIOTAS (FRANCIS VEBER, 1998), que si bien no puede esquivar los tópicos (un hecho casi inevitable cuando hablamos de comedia) sí que ofrece un aire fresco ya sea por su guión o la construcción de sus personajes. Por el contrario, uno puede encontrarse con películas como DIOS MÍO ¿PERO QUÉ TE HEMOS HECHO? (PHILIPPE DE CHAUVERON, 2014),  que pese a contar con el apoyo casi únanime del público (12 millones de espectadores sólo en Francia) no obtuvo el mismo resultado con la crítica por motivos que saltan a la vista.

LA FAMILIA BELIER no partía con demasiadas expectativas. Su actriz protagonista, LOUANE EMERA, ni siquiera es actriz; es la ganadora de la última edición de La Voz Francia. Aspecto que lejos de lastrar su actuación sirve como pura anécdota ya que la chica consigue una interpretación bastante decente para no contar con una experiencia previa delante de las cámaras; tan decente, de hecho, que le valió los premios a Actriz Joven más Prometedora tanto en los premios César como en los Lumiére. La duda que nos surge aquí es si el hecho de elegirla encuentra sus raíces en motivos artísticos, o bien, que parece lo más obvio, por inclinaciones mediáticas (y económicas). Es cierto que el cine es un espectáculo de masas y que por supuesto este tipo de estrategias son del todo naturales; sin embargo que una película sacrifique, en el sentido artístico, desde los primeros instantes a una figura tan fundamental como es el de la protagonista en pos de una futura optimización de la producción, no induce a pensar que LA FAMILIA BELIER es por encima de todo una obra comercial, y esto no tiene que significar que sea peor, ni mucho menos, porque sobre gustos hay de todo escrito y hay largometrajes que partiendo de esta premisa lograron entrar en la historia del cine. Sin embargo, y centrándonos en la crítica de la película, LA FAMILIA BELIER no pertenece a éste último grupo.

 

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Ya sea por expectativas o no, los primeros minutos de LA FAMILIA BELIER son ciertamente prometedores. Un inicio íntimo, alejado de la convencional mirada superficial que suelen mantener este tipo de comedias. Unos personajes que se separan de los clichés y una historia distinta al tono habitual nos hacen creer que vamos a asistir a una de esas joyas que mencionábamos antes. Finos trazos que recuerdan, muy ínfimamente eso sí, a LA VIDA DE ADÈLE  y su extraordinario voyeurismo, con una protagonista que guarda incluso un cierto parecido con el personaje de Adèle y su look desenfadado. Pero hasta aquí lo mejor de la película; a los pocos minutos de la historia y a medida que se va profundizando en los personajes y en el propio relato todo se desmorona rápidamente.

Todos en la familia Belier son sordos menos Paula, una estudiante de 16 años que aparte de ir al instituto, y además de ayudarles con el cuidado de la granja en la que viven, se dedica a ser la intérprete de sus padres (KARIAN VIARD y FRANÇOIS DAMIENS) y de su hermano pequeño (LUCA GELBERG). Su mejor amiga (ROXANE DURAN), una chica pelirroja que disfruta mucho de la vida, se llama Mathilde. Hasta aquí todo bien. La decadencia de la familia y la llegada de las dudas comienzan desde el momento en el que entra en el coro del instituto. Su profesor (ERIC ELMOSNINO) cree que Paula posee una voz excepcional y le anima a participar en el concurso de Radio France, cuyo premio consiste en ingresar en una escuela de música y pasar a formar parte del coro de la emisora. Ante esta oportunidad, se interpondrán su familia, a la que teme abandonar, y el chico chulo parísino (así le llaman en la película), Gabriel (ILIAN BEGALA).

 

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Pese a intentar convencernos de que no, de que la película no iba a ser tan previsible como parecía, de que no se iba a recrear la clásica situación de sí-no-sí, y de que su humor iba a ser minínimante aceptable; a medida que transcurren las escenas en pantalla, cada una más absurda que la anterior, nuestras esperanzas terminan diluyéndose progresivamente. El propio guión es un despróposito tras otro. Desde la totalmente injustificada presentación de Rodolphe, el padre de Paula, a la alcadía de su ciudad, hasta la afirmación, aún mas incronguente, de la madre de Paula, Gigi, de que había llorado en el nacimiento de su hija porque le entristecía que no fuera sorda como ella. Todo en LA FAMILIA BELIER parece moverse de manera aleatoria. No hay una psicología profunda en unos personajes que parecen no tener justificación alguna, ni siquiera motivaciones que les inclinen a tomar decisiones. Y lo que es peor aún, hay tramas que ni se cierran.

Su humor es muy mejorable pero es casi lo mejor de la película. Aunque un tanto discontinuo, con altibajos que incluyen los mismos chistes de siempre y otros un tanto más originales y por consecuente más divertidos, aparece las suficientes veces como para darle el visto bueno en este sentido. Mención especial a Mathilde, quizá el personaje más espontáneo y natural de la película, con sus incorehencias claro, pero la mejor escrita y desarrollada dentro de lo que es la esfera de LA FAMILIA BELIER.

Unos primeros minutos excepcionales son derrumbados casi instántaneamente por un desenlace decepcionante al que un humor intermitente no es capaz de rescatar. Un relato vacuo de el que pocos aspectos se pueden salvar más allá de su entrenimiento. LA FAMILIA BELIER es una buena opción si lo que buscas es matar la tarde, si por el contrario pretendes ves una obra con motivaciones más artísticas, con una mayor elaboración de su guión, y en realidad en casi todos sus aspectos, desde luego que esta no es tu película.

 

LO MEJOR:

  • Sus primeros minutos, lástima que luego se desinfle.
  • El personaje de Mathilde.

LO PEOR

  • Demasiado previsible, saturada de tópicos que entorpecen la historia.
  • Tramas, como la de la Alcadía, que ni siquiera se cierran.
  • El guión, totalmente incoherente en ocasiones.

 

Víctor Camarero

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