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INDEPENDENCE DAY: CONTRAATAQUE

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Si hay algo que agradecerle (o criticarle) a Roland Emmerich es su total compromiso con su propio cine y su total negación a seguir las corrientes que marca el arte de la cinematografía o el propio blockbuster. Él, ajeno a lo que sus contemporáneos han conseguido hacer desde los años 80 hasta ahora, aplica su fórmula como si más que un director de cine fuera un químico, y obtiene unos resultados prácticamente idénticos una y otra vez. Esta cientificación del cine, que lo aleja del arte y de la impulsividad de este para convertirlo en un objeto medido y calculado (como hace Marvel una y otra vez con éxito), ha encontrado en Roland Emmerich a uno de sus más grandes exponentes. Sus blockbusters apocalípticos poseen la misma estructura argumental, causal y un desarrollo de personajes paralelo. Alguno podría pensar que desde Independence Day hasta Independence Day: Contraataque debe haber habido alguna evolución. Por supuesto que sí, pero en el fondo, lo que hay debajo es exactamente lo mismo, guiños y metarreferencias aparte.

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No desvelaremos, por supuesto, la estructura de su nueva película y secuela de su más mítico trabajo, pero sí diremos que, quien disfrutó con este en los años 90, probablemente disfrutará de igual forma con esta secuela argumental, y a quien le horrorizó todo aquello, le horrorizará sin lugar a dudas esta nueva incursión en ese pequeño mundo de ciencia ficción al que dio forma Roland Emmerich y que ha servido de inspiración para algunos otros desde entonces en el cine. Tenemos que admmitir que siempre hemos sentido cariño por este director y por Independence Day, y hay que entender por supuesto los límites de su cine y, sobre todo, a dónde quiere llevar este, pues, al igual que Michael Bay, esconden un gran poso ideológico (aunque probablemente en el caso de Bay, de distinto signo), bajo esa capa de aparente comicidad patriótica.

Su cine es estadounidense: en sus películas no aparece más que Estados Unidos (siempre con referencias a otros lugares, pero el eje se encuentra en Nortemérica), y, lo que es más importante, la visión de los acontecimientos es totalmente estadounidense. Algunos momentos de Independence Day: Contraataque funcionan como una especie de simplificación y burla de ese espíritu estadounidense totalmente egocéntrico y capitalista, encarnado en pequeñas frases o gestos que le dan una dimensión más satírica (siendo generosos) a su cine.

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El problema, como siempre, es que fuera de esto no hay mucho más. Es cine de catástrofes en su máxima expresión, volátil y de consumo rápido. No hay mucho donde rascar para aquellos a los que les gusta dividir el cine en sus partes: ni un guion ni técnica reseñables (aunque mejor dirigida que la media de los blockbusters), ni interpretaciones sorprendentes o personajes memorables más allá de las referencias a la película original, encarnadas en una colección de actores resucitados de su panteón para goce de fans de la original. Pero resulta que la fórmula que une a todos estos elementos separados funciona moderadamente bien y se construye como un blockbuster (al menos no desdeñable) en el que la tensión está bien construida, si bien carece de la sorpresa iconográfica que escondía la película original (la destrucción de la Casa Blanca, por ejemplo, que curiosamente aquí tiene una pequeña broma al respecto).

Independence Day: Contraataque es fácilmente criticable y difícilmente defendible (probablemente las dos constantes de la relación del cine de Emmerich con el público y la crítica). No obstante, Emmerich es algo más que un simple coreógrafo, y desde luego bastante menos que un autor cuyas películas escondan un subtexto claro invisible a simple vista. Se encuentra en un punto medio entre estos dos títulos, en un mundo creado por él del que parece que no quiere salir, probablemente feliz de ver que no le va nada mal en él.

LO MEJOR:

  • De tan tonta que es, como la primera, se hace muy entretenida.
  • Fiel a la original.
  • El desfile de viejas glorias de los 90.

LO PEOR:

  • Inevitablemente, es cine de consumo demasiado rápido y de olvido fácil, lo que resume sus carencias.

 

Guillermo Martínez

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Intento de físico que descubrió demasiado tarde que el cine era su pasión. Desde entonces, compagino la carrera con el séptimo arte (el arte que más alegrías me ha dado). Desde los clásicos hasta el cine más actual, todo ha trascendido la mera afición para convertirse casi en una forma de vida. Y qué mejor forma de disfrutar algo tan grande que poder escribir sobre ello.