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BIBLIOTECA: GILLIAMISMOS

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Podrá gustar más o menos, pero Terry Gilliam es un artista con personalidad. Ha llevado a cabo solo los proyectos que ha querido, los que ha sentido de forma más personal. Así se entiende que haya dirigido únicamente 11 largometrajes (sin contar Los caballeros de la mesa redonda, codirigida con Terry Jones), a pesar de que en Gilliamismos confiesa haber querido realizar más proyectos de los que ha acabado haciendo. Conocido por tener problemas con los estudios, también tiene fama de director maldito, con sus rodajes complicados o directamente fallidos, como el de El hombre que mató a Don Quijote, inicialmente con Jean Rochefort y Johnny Depp en el reparto. Ahora, Malpaso Ediciones presenta las memorias de este genial cineasta, escritas por él mismo, en colaboración con Ben Thompson.

Los que no hayan leído ninguna entrevista de Terry Gilliam y empiecen la lectura de sus «memorias prepóstumas» quedarán asombrados al descubrir que el director de cine y ex Python dice no haber tomado ácido en los 60. Había visto lo que la droga había provocado en los cerebros de conocidos suyos, así que el pánico que le tenía al LSD es entendible. Pero que el director que tan bien transmitió el efecto de las drogas en Miedo y asco en las Vegas no haya hecho uso de ellas es toda una sorpresa. Podría mentir, claro, pero a estas alturas de su vida (ya tiene 75 años), cuesta creer que no sea honesto con todos nosotros —pero también consigo mismo— y no nos diga la verdad. En cualquier caso, después de esta revelación, Terry Gilliam nos lleva de la mano por un viaje en el que repasa su vida: desde sus inicios en Minnesota, los tiempos en la universidad y su trabajo como dibujante satírico hasta su experiencia en el Ejército, la animación y los Monty Python y, finalmente, un repaso a sus películas como director.

Terry Gilliam no es un cineasta corriente y sus memorias tampoco lo son (para empezar, utiliza el subtítulo «memorias prepóstumas»), y en esta estupenda edición de la editorial Malpaso encontraremos una serie de fotografías, dibujos del propio cineasta e incluso la correspondencia que mantuvo con el Ejército con tal de escurrir el bulto de la vida militar. Aunque quizás su infancia y sus inicios como dibujante no capten toda nuestra atención (a pesar de que se trata de un aspecto clave para entender la figura de Gilliam), una vez el cineasta empiece a hablar de su etapa como Python, mantendrá al lector enganchado con sus anécdotas, contadas de forma amena e ingeniosa. En las 285 coloridas páginas de Gilliamismos, el director inglés (en 2006 renunció a la ciudadanía estadounidense, por lo que ahora solo se le permite pisar suelo norteamericano unos 30 días al año) aprovecha para rendir homenaje a algunos de sus amigos ya desaparecidos, como George Harrison, que llegó a salvar la producción de La vida de Brian, o el actor Heath Ledger, de quien dice que se habría convertido en el mejor actor de su generación. También se acuerda de gente como Robert de Niro (quien le ayudó a defender su versión de la magnífica Brazil) o Colin Farrell, Johnny Depp y Jude Law, quienes no solo aceptaron participar (con tan poco margen de tiempo) en El imaginario del Doctor Parnassus tras el fallecimiento de Heath Ledger, sino que donaron sus honorarios a la hija del actor de El caballero oscuro.

Pero a sus 75 años también se permite el lujo de criticar al escritor Hunter S. Thompson (autor del libro en que se basa Miedo y asco en Las Vegas), describiéndolo como alguien que buscaba llamar la atención, demasiado ocupado haciendo de Hunter S. Thompson, un personaje que había seguido interpretando para ocultar el hecho (dice Gilliam) de que no escribía nada bueno desde hacía 30 años. Todos sabemos que el ex Python no nació para quedar bien, pero sorprende que lo critique tan duramente ahora que ya no se puede defender (Hunter S. Thompson se pegó un tiro en febrero de 2005). No es extraño, por otra parte, que critique el cine de Spielberg o la parodia de sí mismo en que se ha convertido Johnny Depp, pero deja bien claro el pésimo recuerdo que tuvo del hombre responsable del periodismo «gonzo» cuando tuvo que lidiar con él en la producción de Miedo y asco en las Vegas.

Imprescindible para fans de Gilliam o cinéfilos en general; incluso sus detractores pueden disfrutar de Gilliamismos, pues podrán encontrar razones para entender su cine o apreciarlo desde otro punto de vista. Gilliam no tiene reparos en criticar a nadie ni se olvida de agradecer a todos los que le ayudaron en su camino; se detiene, además, en contar aspectos menos conocidos de su biografía, pero también profundiza en los entresijos de cada una de sus películas y habla sin pedantería de sus preocupaciones artísticas y filosóficas. Todo ello contado con un tono cercano, agradable y con gran sentido del humor, por lo que quienes se acerquen a las páginas de Gilliamismos encontrarán una lectura didáctica, interesante y amena sobre uno de los artistas más fascinantes que ha dado el séptimo arte.

Pau García

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