ESPECIAL HAYAO MIYAZAKI: EL CASTILLO AMBULANTE
«Un corazón es una pesada carga».
Sophie, El castillo ambulante
El verano en El Palomitrón siempre es sinónimo de sorpresas, y este año hemos querido dedicar nuestras horas de ocio a un grande de la animación: Hayao Miyazaki. En el repaso de su filmografía, hoy es el turno de hablar de El castillo ambulante, la segunda película de su producción nominada al Oscar, aunque, al contrario que la anterior nominación por El viaje de Chihiro, en este caso no consiguió la preciada estatuilla. Esta oda al pacifismo también está llena de múltiples moralejas gracias a la cantidad de personajes que aparecen en ella.
Sophie es una joven que se ve envuelta sin querer en un mundo mágico y extraño debido a un encuentro con un mago llamado Howl. Este encuentro provocará que la Bruja del Páramo la hechice y acabe convertida en una señora anciana en cuestión de segundos. Su viaje emocional y vital consistirá en la búsqueda del contrahechizo que le devuelva la juventud, teniendo que servir en el castillo ambulante, la casa del mago Howl. En este castillo (una especie de máquina viviente) conocerá a los personajes que habitan en él, como Calcifer Markl, además de acabar cobijando a la Bruja del Páramo, culpable de que la jovencita Sophie se encuentre encerrada en ese vetusto cuerpo.
El castillo ambulante se contextualiza temporalmente en el periodo que enmarca la Primera Guerra Mundial, además de inspirarse para su contexto geográfico en la villa de Colmar en Alsacia (Alsacia y Lorena eran las regiones que Alemania y Francia se disputaban en este conflicto). La película está basada en la novela del mismo nombre de la autora Diana Wynne Jones, aunque la película tiene bastantes diferencias con respecto a la novela.
Entre las múltiples moralejas que El castillo ambulante nos ofrece, tenemos esa oda al pacifismo, frecuente en la mayoría de la obra de Miyazaki, traumatizado por su propia vivencia personal. Pero además, subyacen otros temas, como el de la ínfima importancia de la apariencia y de la condición de cada uno, dejando claro que lo que nos representa son nuestros actos. Otros temas que se tratan durante las dos horas de metraje son la vejez, la compasión o el feminismo, pero sobre todos ellos destaca el tema del vuelo: esa obsesión de Miyazaki por representar que el vuelo nos hace libres.
La estética de la película obedece al steampunk, enfatizada por esa primera máquina de vapor que se viene hacia el primer plano nada más empieza la película (¿homenaje a los hermanos Lumière?). A mayores, observamos algunas referencias tomadas de películas de Disney, siendo la más clara La Bella y la Bestia, sobre todo en lo que respecta a la idea de que nuestro aspecto no es lo importante; además, incluye una escena final muy parecida. Siendo arriesgados, incluso podemos ver una clara inspiración de Pixar en la obra de Miyazaki, pues la vieja Sophie subiéndose a una casa volante nos recuerda poderosamente al viejo señor Fredricksen en Up.
En definitiva, estamos ante una de las grandes películas de Miyazaki, donde reúne muchos de los temas que obsesivamente han marcado su vida y su carrera. Su odio hacia las guerras, las cuales sufrió en sus propias carnes, lo llevó a protestar enérgicamente al recibir el Oscar por El viaje de Chihiro. Pero por si sus palabras no tienen la suficiente fuerza, él siempre ha decidido dejar reflejado en sus películas lo que piensa de estos conflictos, lo que nos permite disfrutar de su sensibilidad y su don para la animación una vez más.
https://www.youtube.com/watch?v=cRJd4UQAUck
Lorena Rodríguez