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EL CORREDOR DEL LABERINTO (James Dashner)

EL CORREDOR DEL LABERINTO. Analizamos su adaptación. Cine para leer en el Palomitron.

«El corredor del laberinto» es la primera novela de una trilogía homónima que vio la luz en 2009. Para su autor, JAMES DASHNER, instalado en la literatura infantil y juvenil, ésta supone su tercera saga, completada con los títulos «Las pruebas» (2010) y «La cura mortal» (2011).  Su universo se ha visto enriquecido con la publicación de «El Destello»  (2013), una precuela de la trilogía original. En España, hemos conocido esta nueva serie de novelas juveniles gracias al esfuerzo de Nocturna Ediciones, una modesta editorial que desde el principio supo ver el potencial y la fuerza de los libros de DASHNER apostando por ellos y editándolos en 2010, 2011, 2013 y 2014 respectivamente.

La historia arranca con el despertar de Thomas en un ascensor que le transporta a un claro donde vive una comunidad de adolescentes. El desconcierto de Thomas es total ya que su amnesia le impide recordar ningún dato que le ayude a comprender quién es o cómo ha llegado hasta allí. Poco a poco irá descubriendo qué es el claro y conociendo a los jóvenes que habitan en él, jóvenes forzados a subsistir con los recursos básicos que el claro les facilita unas veces, y los «creadores» otras, en forma de suministros, a través del ascensor en el que acaba de llegar. Obligados a diseñar una sociedad en la que cada uno tiene su papel, el orden es una de las máximas de los «claridianos» para poder sobrevivir mientras exploran un colosal laberinto que rodea el lugar en busca no sólo de una salida sino también de respuestas. Nadie sabe por qué están ahí y todos están convencidos de que dentro del laberinto está la respuesta. Un laberinto que permanece abierto durante el día para cerrarse cada noche atrapando en su interior a cualquiera que no haya tenido tiempo de volver al claro. Una muerte segura porque por las noches los pasillos del laberinto están vigilados por unas temibles criaturas: los «laceradores». La llegada de Thomas rompe una serie de normas establecidas y supondrá un elemento turbador para algunos claridianos que ven en él una amenaza para la paz del claro, una posibilidad de perder todo lo que han conseguido, de destruir su círculo de confort, un círculo que no están dispuestos a abandonar quizá porque ya han perdido la fe y se han rendido a seguir buscando respuestas y soluciones.

Que llegue a nuestras manos una nueva propuesta juvenil que juega con la distopía (palabra muy de moda últimamente) y la ciencia ficción no es nada nuevo. Lo que sí es nuevo, y por ello sorprendente, es la premisa de la historia, alejada por completo de todo lo que hemos leído hasta ahora. Y es cierto que en su planteamiento, un grupo de personas sin nada de información y atrapados en un escenario que les obliga a organizarse como una sociedad funcional mientras buscan una explicación a su nueva realidad ha sido explotado con anterioridad, no resulte novedoso, pero quizá varios elementos sí podemos tomarlos como originales en este tipo de sagas: el (casi) exclusivo protagonismo de los jóvenes (ausencia total de adultos) y el laberinto como elemento central de toda la trama.

El corredor del laberinto (SOBRECUBIERTA)c EL PALOMITRON
Una novela adictiva que se devora en pocos días.

Para nosotros el punto fuerte del libro del libro no sólo reside en la solidez y la frescura de la propuesta, que será muy bien recibida por el lector adolescente, sino que encuentra su mejor baza en un estilo, el de DASHNER, realmente adictivo. El escritor norteamericano, muy versado en la literatura juvenil (acumula con EL CORREDOR DEL LABERINTO cinco sagas a sus espaldas), imprime un ritmo casi televisivo a la narración, algo muy notable en cada cierre de capítulo. Algo más de 500 páginas distribuidas en 61 capítulos que se leen sorprendentemente rápido porque DASHNER sabe muy bien cómo generar expectación, empujando su lectura con unas conclusiones de capítulo planificadas para que el lector, ante la aparición de nuevos elementos en la trama que sorprenden quiera saber más y más.  Todos los adictos a las series vais a devorarlo. 

Y siguiendo esta pauta, el autor se recrea en la sociedad de los claridianos y cómo han tenido que abrazar el orden como viga maestra de su supervivencia. Todos tienen una misión asignada y todo transcurre con una normalidad que han tenido que aceptar hasta el punto de que cualquier cambio, y aquí la aparición de Thomas primero y la misteriosa chica después suponen directamente la amenaza al orden establecido, puede ser mucho más aterrador que el propio muro y las sombras que proyecta, porque los clariadianos creen controlar las amenazas del muro y en el fondo se sienten a salvo siempre que todas las reglas sean respetadas. Su  curiosidad y su búsqueda de respuestas casi se han sido anuladas por la rutina, y así la llegada de  Thomas aportará preguntas nuevas y desencadenará una serie de acontecimientos que despertarán de nuevo viejas preguntas y pondrá en evidencia muchos aspectos que los claridianos ya han asumido como normales, en una renuncia definitiva a buscar la verdad, drogados por la monotonía.

Esta autocomplacencia que inunda a la mayoría de los personajes que pueblan el claro contrasta mucho con la avidez de Thomas de buscar una explicación, fiel reflejo del lector, que ve en él el guía que necesita para ir poco (y aquí DASHNER se cuida con celo de mantener la intriga hasta el final) alumbrando todas las sombras que ofrece la historia, que no son pocas. Quizá esa crítica a la aceptación de lo impuesto sea uno de los puntos fuertes de la novela, y resulta muy efectiva representándola en unos jóvenes que en el fondo han elegido renunciar a luchar, pese a que la juventud siempre a estado ligada al espíritu de lucha y a la revolución frente a las normas establecidas. Resulta en cierto modo perturbador.

Un libro muy recomendable que difícilmente defraudará y con mucha seguridad dejará al lector con ganas de más. Una saga a descubrir. Una saga a disfrutar.

 

NOVELA VS PELÍCULA

EL CORREDOR DEL LABERINTO. Analizamos su adaptación. Cine para leer en el Palomitron.

El trailer de EL CORREDOR DEL LABERINTO  prometía mucho pero finalmente ha vuelto a pasar. De nuevo la decepción es el sentimiento más positivo que embarga al espectador que ha leído el libro con antelación cuando abandona la sala de cine. Esta vez las diferencias son más que notables, y la torpeza en su traducción en imágenes, tanto en conceptos como en adaptación es más que evidente. Sólo podemos salvar de la quema la más que aceptable recreación del claro como entorno custodiado (y sometido) por las colosales paredes del laberinto, pero es un oasis en medio de un mar alarmante de desaprovechamientos, sacrificios e incoherencias. El filme lamentablemente será mucho más disfrutable y aplaudido por todos aquellos que no se enfrenten a él sin haberse acercado a la novela previamente.

Por un lado nos encontramos con un un diseño fílmico del laberinto que efectivamente rinde justicia al descrito en las hojas de la novela, pero la sensación de desaprovechamiento de éste como un elemento más de la historia es terrible. Como elemento narrativo el laberinto podía haber albergado algunas de las secuencias más espectaculares de la película si se hubieran trasladado a la pantalla las vertiginosas carreras de los corredores por sus entrañas descritas en el libro. Se echa de menos escenas que rindan justicia a esas galopadas que nuestros protagonistas emprenden por sus tortuosos pasillos, con todos sus recovecos memorizados, sin tiempo para pensar o vacilar. Un detalle muy visual que hubiese funcionado a la perfección en la pantalla grande con sólo planificar una carrera con tomas cenitales para potenciar la el gigantismo de la estructura. Muchos detalles del laberinto no son recogidos con fidelidad en la película y sus moradores, los «laceradores» experimentan un cambio en su diseño sustancial en pos de un tipo de criatura quizá más cinematográfica en lo que a dinamismo se refiere pero ciertamente menos sorprendente o enigmática que la que es descrita en la novela, mucho más lenta y más parecida a una babosa gigante.

Más que desaprovechamiento, el tratamiento de Teresa raya el sacrificio porque si en el libro este personaje es clave y su influencia en Thomas es decisiva, en la película Teresa tiene asignado un rol casi decorativo. Ni aporta ni tiene mucho sentido su existencia, quedando relegada a meras funciones de enfermera o soporte estéril para Thomas. Si bien es cierto que los personajes están todos muy bien definidos, llama la atención la superficialidad que sufre este personaje en su paso del libro a la pantalla.

Otro aspecto que destaca en su adaptación al cine es la incoherencia, especialmente en las últimas secuencias de la película. Mientras en el libro todo queda bien atado y todo lo que pasa no es más que un efecto de la causa, en la película todo parece concluir de manera precipitada y con un giro realmente deleznable por lo manido que resulta, y la carencia de toda explicación arruina el efecto buscado por los guionistas del libreto. Una última secuencia que funciona como broche de oro para una última media hora de opereta que sólo mantiene el tipo gracias a la potencia de la premisa, y que termina por dejar muy mal sabor de boca por lo que pudo ser y finalmente no fue.

Los más de 100 millones recaudados en pocos días por el filme han asegurado ya una segunda parte en la que esperamos no repitan ni director ni guionistas, para que la saga pueda tener una reválida en sus próximas entregas y su adaptación al universo cinematográfico sea mucho más fiel al espíritu de la saga, porque si en el libro los adolescentes son tratados y dibujados bajo una óptica adulta, es justo que se haga lo propio con la adaptación de la trilogía de DASHNER al cine. Porque el cierre de la cinta sí promete, fiel al libro, el comienzo de una saga en la que aún hay muchas cosas por descubrir.

 

Alfonso Caro

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.