El Palomitrón

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CINE FESTIVALES, EVENTOS Y GALAS REDACTORES

ESPECIAL 64.ª EDICIÓN DEL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN: DÍA 5

Por fin hemos encontrado agua en Marte”, nos dice Nacho Vigalondo cuando le pedimos con sorna que nos dé un titular. “Eso es potente, a la gente le va a flipar”. Hacia las cuatro de la tarde en la carpa Keler, con un oasis de cerveza gratuita, sombra y vistas perfectas del mar Cantábrico, nos encontramos con el director de Los cronocrímenes, que presenta fuera de concurso su nueva película, Colossal, un drama intimista enmarcado en el ataque de un monstruo gigantesco a la ciudad coreana de Seúl. “De entre mis películas, Extraterrestre es la película que más se parece a Colossal por ese elemento de género que se relaciona con la narración de forma poco ortodoxa”. Tras transmitirle nuestras impresiones, el director cántabro confiesa que “la película está generando una gran discusión. Yo siempre deseo que mi cine guste de forma unánime, pero mirándolo como cinéfilo prefiero que las películas generen cierta tensión y un poco de discordia”.

Y es que Colossal es una película que le pide al espectador un salto de fe. Porque en su parábola del empoderamiento femenino hay un humor negro y macabro, una premisa que exige un poco más de suspensión de la incredulidad que en otras películas de género y cierta doble lectura poco común en el cine de entretenimiento. Siempre cambiante, mezcla temas y géneros de una forma absolutamente orgánica, pasando de una comedia romántica sobre cómo las adicciones pueden destrozar tus relaciones personales a un drama sobre las relaciones abusivas, siempre con la gigante amenaza de fondo del ataque de un monstruo en Seúl. La premisa de la película, que en manos de otro director se hubiera convertido en una concatenación de explosiones y oligofrenia barata, en manos de Nacho Vigalondo acaba resumiéndose como una película de monstruos intimista, insólita, extravagante y, en definitiva, profundamente vigalondiana. Con todos sus virajes narrativos y cambios de género, Colossal une texto y subtexto con la brillantez del cine de autor y la dulce ligereza del cine de entretenimiento más puro. Anne Hathaway y Jason Sudeikis llevan el peso de la película con sus actuaciones, que pasan por varios registros, tan cambiantes como el género de la película.

Trabajar con Anne Hathaway ha sido no solo un privilegio, sino un placer: no voy a tener suficiente vida como para agradecérselo. No es mi musa, pero gracias a ella se ha levantado la película”, nos cuenta Nacho, que también destaca el gran trabajo de Jason Sudeikis: “Construye un personaje en discordia con el villano tipo de cine, siempre glamuroso y teatral”. Hemos visto una película acabada de salir del horno, con el montaje acabado dos días antes del Festival de Toronto, y que según él puede pasar otra vez por la sala de montaje para ajustar alguna cuestión de ritmo. “Tengo buen rollo con la gente que distribuye la película en Estados Unidos, y por suerte me dejarán tocar la película a partir de las reacciones del público en los festivales”.

Hablando del plano que cierra la película, Nacho cuenta que conservarlo fue la mayor lucha que tuvo con los productores. “Pese a que me han tratado muy bien, batallé duramente para preservarlo. Ellos pensaban que abarataba el discurso de la película, pero yo estaba escandalizado por acabar una de mis películas con una frase pomposa y ridícula. Fue mi pequeña victoria personal. Las epifanías y los cambios son algo de la ficción, pero en la realidad las cosas son más chungas. Siempre estás luchando contra tus dilemas”. Con estas sabias palabras se despide de nosotros para continuar el ritmo frenético de encuentros con periodistas, no sin antes darnos un buen apretón de manos. “Estoy contento con la entrevista, las he tenido mucho más cortas y mucho más chungas”.

Vigalondo SSIFF El Palomitrón
Nacho Vigalondo en el SSIFF. Fuente : El periódico

ALMUERZO: «Ramuntxo Berri», en la calle Peña y Goñi n.º 9. Ensalada de gulas y muslo de pato con salsa de manzana.

A las siete de la tarde, la sala del Teatro Principal de Donostia se llenó a rebosar de críticos esperando ver la última película de la trilogía de las relaciones maternofiliales de J. A. Bayona, otro emigrado español a las Américas y uno de los herederos formales y temáticos de Spielberg. Un monstruo viene a verme peca de cierta manipulación dramática por parte del realizador y de trazar un poco a brocha gorda su carácter metanarrativo. La inclusión de animación en varios momentos de la narración, pese al carácter fabulesco de la película, saca un poco de la película al espectador. Eso sí, su factura técnica es impecable, su sentido del ritmo portentoso, las actuaciones delicadas (pese a una Felicity Jones algo desubicada) y la línea argumental reposa su peso en temas bastante profundos como la cura por medio del arte, donde reside el poder de este, y su uso como herramienta para llegar a la verdad sobre uno mismo. No consigue emocionarnos por el mero hecho de que no hace falta que nadie nos diga en qué momento exacto debemos verter nuestras lágrimas, pero consigue hacer pasar un buen rato de fantasía y evasión con un buen mensaje.

Un monstruo J.A. Bayona El Palomitrón

Por la noche, nos reunimos con otros compañeros críticos en el Club de Tenis de San Sebastián con motivo de una fiesta organizada por Sony por el inminente estreno de La fiesta de las salchichas, el nuevo disparate de Seth Rogen y compañía, que se aventura en la animación para adultos y promete ser irreverente, marciana y profundamente alocada. Salchichas, hamburguesas, quesadillas y, sobre todo, bebidas gratuitas hicieron que a medida que pasaron las horas algunos desbarráramos desvelando nuestros placeres culpables y encumbrándolos a cotas de obra maestra. Esto del networking es más divertido de lo que recordábamos.

Pol Llongueras

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