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CRÍTICA: YO, ÉL Y RAQUEL

 

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El concepto de amistad, ese que se intuye incondicional e irremediablemente necesario para cualquier ser humano que no se considere una solitaria isla social, despierta a menudo esa pequeña (y necesaria) parcela temática en el cine que, en demasiadas ocasiones, desemboca en un sentimiento romántico que quizá no resulta imprescindible para sacar el máximo partido a un buen guion. O incluso a una historia que se antoje mediocre. La inclusión de un aura que relacione la amistad con el amor parece un hecho obligado a la hora de establecer relaciones humanas íntimas, olvidando que, de forma prácticamente ineludible, todo amor tiene un reducto de amistad que, incluso en aquellas relaciones más afianzadas, supone un pilar fundamental para sostener cualquier vínculo afectivo. Sin embargo, existen maravillosas y reveladoras excepciones cinematográficas que apuestan por olvidar el romance, por obviar su constante existencia en nuestro mundo, para centrar sus objetivos y sus intenciones en la exaltación de la amistad pura.

 

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Esta es, precisamente y de forma prácticamente indiscutible, una de las premisas principales de YO, ÉL Y RAQUEL, dirigida por ALFONSO GÓMEZ-REJÓN y traducida de este modo tan insulso al castellano, hecho que resta a su título original (ME & EARL & THE DYING GIRL) esa estupenda hilaridad y esa fantástica predicción que nace del propio largometraje. Son muchas las virtudes que se pueden desprender de una cinta en la que el corte indie supone una de las características que han de ser más alabadas. Sin embargo, es el tono cómico y eminentemente positivo en el que se desarrolla un argumento que, en otro tipo de filme, resultaría tremendamente dramático, el elemento más destacado y que más merece la pena resaltar. Así, el tratamiento cinematográfico de la enfermedad se ve inmerso en un juego de optimismo que puede llegar a hacer olvidar al espectador esa tristeza que, a veces, envuelve a lo que se ve en la gran pantalla. Su principal virtud nace de un cúmulo de componentes que, si bien separados no tendrían apenas sentido, una vez unidos en una misma obra, refuerzan un claro mensaje: la amistad es absolutamente necesaria (aunque esta nazca de una inicial obligación materna, como es el caso).

YO, ÉL Y RAQUEL viene condicionada por la arrolladora personalidad de un personaje protagonista que, en otras circunstancias, sería para muchos objeto de unas inevitables ganas de violencia. Este joven se mueve entre la absoluta arrogancia y un sentido del humor que surge en aquellos a los que su propia inteligencia, a veces, parece superarles, lo que le convierte en un ser único y excepcional para el que la empatía no es una virtud, sino un rasgo más de aquellos que necesitan mostrarse como alguien social. Y, sin embargo, es esta misma carencia la que resulta totalmente atrayente. El retrato de la adolescencia común es en este caso, a grandes rasgos, un hecho que se antoja, quizá, sobreexpuesto en gran medida por el simple de hecho de destacar que los elegidos para ser alguien en el futuro son aquellos cuya juventud estuvo marcada por la inseguridad y la falta de sentido social. No obstante, el modo en el que se reflejan los pormenores del último curso de instituto, ese que siempre parece eterno, es tan atractivo que aquellos mínimos retazos de tropiezo quedan prácticamente anulados para ensalzar esa extravagante energía que solo se ve disminuida por un tercer acto totalmente arrollador.

 

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La evolución propia de la historia que YO, ÉL Y RAQUEL pretende focalizar puede verse sometida en algún momento puntual al absurdo, a la trivialización de unos actos que, a pesar de todo, se tornan irremediablemente serios y preocupantes. E incluso así, con todo el drama impuesto que rodea a una situación tan compleja, el original y episódico modo en el que esta se construye y su propio crecimiento exponencial convierten a este largometraje en algo más que un simple retrato de la juventud. Ni siquiera podría calificarse como una película indie sin más en la que los hechos transcurren del modo más inverosímil posible. Son cientos los ejemplos que centran sus expectativas en pertenecer a este privilegiado grupo. El trasfondo de YO, ÉL Y RAQUEL resulta, sin lugar a dudas, la clave para no pasar por alto esta cinta.

 

 

LO MEJOR

  • Las pequeñas revisiones de clásicos del cine que realizan los personajes principales.
  • El guion. Divertido desde el principio y sin perder fuerza en (casi) ningún momento.
  • La película final.
  • Cat Stevens.

LO PEOR

  • Lo abrupto del giro de guion. Descoloca demasiado.

 

 

Sheyla López

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