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CINE REDACTORES

VERANO DE UNA FAMILIA DE TOKIO

LOS ANTECEDENTES

Tras el éxito de Maravillosa familia de Tokio, la secuela de la exitosa relectura con tintes cómicos de la obra maestra de Yasujiro Ozu Cuentos de Tokio, Yôji Namada toma de nuevo el timón de esta peculiar y a la vez típica familia japonesa en la tercera y última parte de la saga que homenajea al cineasta nipón. Con el antecedente de haber salido airoso de un remake libre de la obra más reconocida del director japonés más referenciado en el cine trascendental, había más de una razón para tener esperanzas, a pesar de que su segunda entrega resultase algo desalentadora.

LA PELÍCULA

Después de que el matrimonio entre Shuzo y Tomiko se enfriase, ella decide irse de viaje a los fiordos noruegos con sus amigas mientras su marido disfruta de la compañía de su nueva amante y reencuentra amistades pasadas, a la vez que su familia urde un plan para hacer que el abuelo deje de conducir. Y, con esta premisa, Verano de una familia de Tokio consigue cumplir: no solo mantiene reminiscencias de la raíz de la que parte (la película de Ozu, y, por ende, una casi perfecta comunión con la sociedad japonesa y sus valores), sino que la cinta funciona como un cóctel perfecto de dos de los elementos que hacen grande al cine japonés: un sentido del humor casi infantil en el que subyacen grandes problemas sociales y una sensibilidad inusitada a la hora de tratar un tema recurrente en la cinematografía de ese país como es el respeto por los mayores y de los valores familiares. 

La sensibilidad, el carácter reposado de la película y los valores que esgrime (muy en consonancia con la situación de muchos ancianos en Japón), cuestionando el propósito de los mayores en nuestra sociedad, son los elementos que se pueden encontrar en cualquiera de las partes de esta trilogía. Sin embargo, esta tercera entrega (cuya entidad propia la hace poder ser disfrutada sin haber visto las entregas anteriores) se presenta como la más oscura y cruda, poniendo los temas antes mencionados sobre la mesa pero con el añadido de la muerte. Todo esto sin dejar el sentido del humor, que va haciéndose más y más negro y cruel a medida que la historia va haciéndose menos cómica. Este ejercicio de diaforización logra rayar el poshumor en algunas situaciones en las que el espectador sabe que se está encontrando ante una situación que pretende hacer reír, pero no sabe si le hace gracia o lo aterra. Lo que hace grande a estos gags es que, a pesar de lo crudo de sus premisas a medida que el filme avanza, no pierden la amabilidad y la ternura que tiene el humor blanco japonés. 

Si tuviese que haber una pega para con esta película, esta se referiría a la exagerada infantilización del humor nipón, que llega a niveles un poco vergonzosos. Asimismo, el carácter reposado antes mencionado puede suponer un problema para el espectador occidental que esté acostumbrado a una comedia de ritmo más frenético y regular. Por último, Namada refleja de una manera tan notable a la sociedad japonesa que, de igual manera que con su ritmo, el espectador que no tenga unas nociones mínimas sobre la historia de Japón o su filmografía alejada de los samuráis podría sentirse perdido.

ELLOS Y ELLAS

A pesar de que hay ocasiones en las que desaparece por completo de la trama para dar paso al plan de sus hijos de quitarle por fin la idea de seguir conduciendo, la mayor carga narrativa (tanto dramática como cómica) se la lleva el cascarrabias pero entrañable Shuzo, que a lo largo de la película se moverá entre el personaje gruñón genérico y el anciano desorientado con el tiempo en el que vive, y cuya opinión sobre su familia va más allá de la de resentimiento por no dejarlo conducir.

LA SORPRESA

Una de las mayores proezas de la película es la que la hace sorprendente, y es cómo logra hacer malabares entre una película con alma propia, una parte de una trilogía (y, por tanto, con elementos dependientes de las dos entregas anteriores) y, aun así, homenajear (que no plagiar) tanto en estilo como en forma al maestro Yasujiro Ozu.

LA SECUENCIA

Por su sencillez, por su ritmo, por las implicaciones que tiene para la trama y para su idea controladora (y siendo uno de los puntos de inflexión en el cual el humor se hace cada vez más ácido), es muy reseñable la secuencia en la que tanto bomberos como policía y ambulancia entran en la casa de la familia.

TE GUSTARÁ SI…

Eres un asiduo del cine japonés y conoces sus implicaciones formales y estilísticas, si quieres disfrutar de un rato agradable o si echas de menos a un familiar que ya no está entre nosotros.

LO MEJOR

  • Su sentido del humor.
  • La forma en la que sus protagonistas están construidos.
  • La banda sonora, compuesta por un habitual de Hayao Miyazaki.
  • Se disfruta igual sin haber visto ninguna de las dos anteriores.

LO PEOR

  • Posee un ritmo irregular.
  • Algunas secuencias parecen no pintar nada.
  • Su sentido del humor fluctúa entre lo inteligente/subversivo y lo exageradamente infantil.
  • Tiene una puesta en escena genérica, casi televisiva, en la que la marca del autor se encuentra en las situaciones y los diálogos, no en la dirección.

Álvaro Salas

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Soy ese tío que va solo al cine y aplaude cuando la peli termina. Cuando estoy triste me veo una peli de Bergman y, o se me pasa, o me pongo peor. Defiendo las precuelas de Star Wars (a excepción de El Ataque de los Clones) y El Consejero como la mejor película de Ridley Scott desde Thelma y Louise. Las pelis de Béla Tarr se me pasan volando. Si crees que ser guapo y tener un talento inconmensurable no van de la mano, piensa en Paul Thomas Anderson.