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CRÍTICA: TRUMAN

 

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La honestidad, a menudo, suele ser una característica que se ha de buscar de manera ferviente en ciertos proyectos cinematográficos. De hecho, resulta incluso peor esa integridad que se antoja fingida y un tanto artificial y que, por supuesto, exprime demasiado la intención de emocionar más de lo que realmente puede, de encontrar en el espectador una conexión que quizá no tiene por qué tener o, por supuesto, no tiene por qué esforzase en sentir. Porque, y no nos engañemos, ese vuelco en el estómago que se genera a partir del visionado de una cinta conmovedora no debe ser una condición obligada. Si bien es cierto que este hecho no ocurre realmente con tanta frecuencia como pueda parecer. Y es de agradecer que no se trate de una cláusula forzosa que debe encontrarse en cada largometraje dramático que aparezca en cartelera. Sin embargo, hay un requisito que, prácticamente en cualquier caso, debería considerarse necesario a la hora de tratar un tema como la enfermedad, un asunto tan complicado y con tanta carga emotiva que, generalmente, concluye con una lección de vida que no siempre resulta abrumadora. A este concepto se llega, de forma irremediable, desde la estupenda mezcla que se produce una vez que se aúnan el componente dramático y el humor.

 

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En este selecto grupo, aquel que prefiere ceder cierto grado de comicidad a una cuestión trágica, se encuentra TRUMAN, un experimento brillante en el que CESC GAY alaba la vida por encima de la muerte, aunque esta se encuentre presente en cada paso del camino y, lógicamente, se torne inevitable. A pesar de la negra sombra que planea por encima de los personajes que construyen la historia, es el tono eminentemente humorístico sobre el que se sustenta en gran parte la cinta el que encuentra un hueco que merece la pena destacar y que consigue, de una forma tan lógica como necesaria, un conjunto que realmente se echa de menos en guiones tan sobresalientes como este. Resulta, así, digno de elogio cómo uno de los elementos que más se distinguen en este trabajo no es precisamente el tratamiento de la enfermedad, ni siquiera lo son los sucesos que podrían tender al llanto descontrolado de aquel espectador al que la empatía le supera.

Es la naturalidad con la que se trata la complejidad que reside en las relaciones humanas y el camino que GAY ha elegido para que recorran sus personajes los aspectos de donde se puede extraer toda la fuerza que se desprende de esta película. TRUMAN es (mucho) más que un sencillo enaltecimiento de la amistad. Va más allá de la simple exposición en la gran pantalla de dos viejos amigos a los que la distancia, las circunstancias y la propia experiencia vital no parece haber afectado en absoluto. Así, sus virtudes no quedan limitadas a una pequeña parcela que muestra la camaradería que surge entre dos personajes, sino que se enfocan hacia cómo el optimismo y la sonrisa ante las situaciones más complejas de la vida son, quizá, la mejor forma de afrontar esos pequeños nubarrones que se colocan encima de la cabeza de quien los padece.

 

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Resulta imposible pasar por alto que gran parte de la culpa de que TRUMAN suponga una obra sobresaliente es precisamente de aquellos que ponen rostro a dos personajes tan dispares como interesantes. Se produce, así, un pulso interpretativo que no concede un instante de tregua entre RICARDO DARÍN y JAVIER CÁMARA, cuyo talento prácticamente rebasa los límites lógicos de la actuación. Es inevitable tener la certeza de que la elección de otros nombres para dar vida a los dos protagonistas de TRUMAN habría desembocado en un fatal error que habría tirado por tierra todo lo que un argumento como este puede dar. A pesar de todo, ambos resultan incluso opuestos, bien por las condiciones en las que se hayan sus personajes, o bien por la simple certeza de que cada uno sabe perfectamente que el otro lucha con las mismas fuerzas interpretativas.

TRUMAN no parece estar destinada a despertar en el espectador una nueva forma de ver la vida ni de enfrentar los problemas que resulten inevitables. Sus intenciones no parecen enfocadas a influir en el público como si de una nueva revelación cinematográfica se tratase. Sin embargo, aquí la tragedia da paso a un humor amable y coherente en el que se despliegan todos los encantos cinematográficos que sean necesarios, sin reparar en que la vida quizá no es así, pero sería más sano entenderla del modo en que TRUMAN la presenta.

 

 

LO MEJOR:

  • Las interpretaciones protagonistas. DARÍN y CÁMARA merecen aplausos en cada sala de cine que proyecte TRUMAN.
  • Un guion inteligente e irónico que no pierde fuerza en ningún momento.
  • El modo en que CESC GAY obvia las líneas argumentales para dar protagonismo a aquello que no se dice.
  • La despedida.

LO PEOR:

  • Que se devalúe el cine español cuando existen ejemplos fantásticos como este que tirarían por tierra cualquier argumento malicioso.

 

 

Sheyla López

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