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TRES ANUNCIOS EN LAS AFUERAS

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Veinte años han llovido ya desde que Frances McDormand subiera compungida a recoger su Oscar a la Mejor actriz por su papel en Fargo. Dos décadas y multitud de películas después, aquella mujer que hacía de perfecta inocente, incluso tontorrona, enfrentada a lo más podrido del infierno blanco norteamericano, vuelve. Y vuelve, otra vez, como único látigo de la injusticia. La actriz nacida en Chicago da brillo y esplendor al sublime guion de Tres anuncios a las afueras, una obra maestra de lo caótico, la gloria en el desorden.

Tres anuncios en las afueras nos invita a adentrarnos en lo más sucio de la conciencia norteamericana. El sur profundo. El trasero de una de las sociedades más desiguales del mundo. Mildred Hayes (McDormand) ha visto cómo en siete meses nadie ha sido arrestado ni se ha encontrado una sola pista sobre la violación y el asesinato de su hija Angela. Decide entonces, como reza el título, poner tres carteles en la salida del pueblo denunciando la inacción policial en tinta negra sobre rojo sangre intenso. Bombera y pirómana.

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La película dirigida por Martin McDonagh es un auténtico ejercicio de buen cine. Pura y llanamente. Quizás esa etiqueta pueda parecer simplista, vaga, pero es difícil buscarle una mácula al filme. El mástil de interpretación que representa McDormand sirve, junto al guion, para que Woody Harrelson y Sam Rockwell disfruten saboreando cada una de las líneas que les fueron asignadas. Mención especial merece el segundo, que entrega toda la credibilidad humana en pos de su propia transformación, su odisea empática. Será etiquetado como secundario, pero la habilidad de Rockwell para hacer que el espectador vea lo que él ve y sienta lo que él siente es una de las claves de este pequeño milagro cinematográfico que es Tres anuncios en las afueras.

Decíamos, pues, que McDormand firma una actuación magistral. Dura como una roca, firme como su obstinación, cada vez que sale en pantalla es para darle una capa más de personalidad a su personaje. La actriz se sirve de la Mildred de Tres anuncios en las afueras, como ya hiciera con la Marge de Fargo, para pintar un lienzo tan complicadamente complejo que muy pocas actrices son capaces de alcanzar. Si el personaje de Rockwell simboliza el cambio, el de McDormand tira las fases del duelo de Lindemann por la ventana. Terrorismo escénico.

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Por si fuera poco, lo redondo de la película (que ya se vale por sí misma) se enmarca en la tormenta perfecta: Martin McDonagh nos regala un filme que habla del racismo policial, del machismo y del clasismo en menos de dos horas. Y le sobra tiempo para que su película se mueva con la soltura de los clásicos instantáneos por el drama y la comedia, pudiendo llegando a incomodar al espectador más primario. Humor negro y lágrimas de alegría en un envoltorio tan antiestético como digno de alabanza.

La película que nos ocupa es, también, una reflexión del aislacionismo intrínseco del sur de los Estados Unidos. McDonagh, que escribe además de dirigir, se sirve de los manidos tópicos del western para imprimirle a la cinta una capa de patetismo que la convierte en algo totalmente nuevo y disfrutable. El sheriff implacable nos regala un discurso preciosista sobre el amor; el capullo sale de su mismidad y renace como ser paciente; la forajida arrogante en su valentía se derrumba de humildad y necesidad humana. En definitiva, la maestría con la que se desarrollan todos los personajes de Tres anuncios en las afueras la hace merecedora de un hueco entre los mejores minutos de cine que veremos este año.

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La nieve corrupta por la sangre ahora es un campo virgen; el enemigo organizado ahora es esquivo e invisible, y la protagonista inocente ahora es culpable de intentar tener una vida decente. Pero vuelve la mejor McDormand; vuelve gracias a una película extraordinaria. Al fin y al cabo, quizás nunca se fue. Quizás la evolución de la actriz sea la propia de la industria: un accesorio ornamental en una masacre se convierte en protagonista inequívoco de un cambio en los cimientos. El Hollywood de la mujer florero languidece y el cine escrito en femenino ya da sus primeros pasos firmes. Vuelve McDormand. Vuelve para quedarse. Vuelve cuando más la necesitábamos.

LO MEJOR:

  • Frances McDormand reclama su segundo Oscar a la Mejor actriz.
  • Un guion tan brillante como caótico.
  • La soltura con la que se mueve entre géneros.

LO PEOR:

  • Se hace corta.

Matías G. Rebolledo

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