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CRÍTICA: THE END OF THE TOUR

 

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Hay veces en las que, inconscientemente, nos olvidamos de vivir, o lo que es lo mismo, estamos tan preocupados por sentirnos vivos que dejamos atrás la propia experiencia vital. Y al final un día, suena el teléfono, y la vida se detiene en un instante. Ese instante en el que el reportero DAVID LIPSKY descuelga el teléfono y descubre que DAVID FOSTER WALLACE, autor de LA BROMA INFINITA, ha fallecido. Entonces comienza la regresión y WALLACE vuelve a la vida en THE END OF THE TOUR, la nueva película de JAMES PONSOLDT acerca de los cinco días que el periodista de ROLLING STONE y el escritor pasaron juntos durante la gira promocional de su obra cumbre. La cinta es una experiencia intimista y cálida, donde el diálogo se salpica de formas de vida. Ese modus operandi que nos obsesiona y nos aturde, persiguiendo una única respuesta: «¿Acaso soy un fraude?«

 

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JAMES PONSOLDT (AQUÍ Y AHORA) ha creado una película pequeña, pero de gran calado. El auténtico valor de sus imágenes reside en un libro estratégicamente colocado, un póster de ALANIS MORISSETTE que no debería estar ahí, una conversación suspendida en el aire o en una sonrisa incómoda que se prolonga demasiado tiempo. Esos detalles llenan de armonía una existencia poco armoniosa, la de Dave Wallace, el auténtico hombre tras la magnética foto en la solapa de la cubierta de un libro. Para darle forma a todo esto solo hacen falta dos voces: la de JASON SEGEL dando vida al propio WALLACE y la de JESSE EISENBERG como el intrépido periodista DAVID LIPSKY. Ambos son la auténtica esencia del film, sin la cual nada tendría sentido.

SEGEL afronta con excelencia el reto de dar vida a uno de los escritores más controvertidos de las últimas décadas, pero también defiende con humildad y solvencia el que es, hasta la fecha, el papel más destacado de su carrera. EISENBERG, por su parte, da la réplica con complicidad, pero mientras SEGEL pone el alma, EISENBERG pone la técnica. Lipsky funciona como anclaje a la realidad, se sitúa del lado del espectador y lo devuelve puntualmente a la sala. Le recuerda implícitamente que todo a lo que asistimos es fruto de una grabación sonora y se encarga de demostrarlo grabadora en mano.

 

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Wallace contra Lipsky, SEGEL contra EISENBERG, ¿es una lucha de egos? Ni mucho menos. THE END OF THE TOUR se desarrolla como una entrevista bidireccional: la del entrevistador al entrevistado y la del entrevistado a su entrevistador. Tanto se desarrolla dicha entrevista que al final nuestro corazón nos dice que sabemos más del periodista que del individuo mediático. Pero también sentimos que la película, ese viaje y esa convivencia de cinco días han servido como una experiencia de autoconocimiento. Al final del trayecto, Lipsky parece necesitar a Wallace tanto como este último al primero. Y lo hacen de forma tímida, sí, pero no necesariamente amable. La cordialidad desemboca en tensión y, a decir verdad, no siempre la relación entre ambos personajes parece estable. Ni la mejor de las comedias románticas podría representar esta magnífica relación de amor-odio, que no es más que admiración-desconfianza.

Porque esa es la clave del entramado narrativo. ¿Quién fue DAVID FOSTER WALLACE? ¿Autenticidad o montaje? PONSOLDT nos lleva de la mano hasta una idea final, esa en la que tanto Lipsky como el espectador han de averiguar si lo que hacía extraordinario al escritor era precisamente el hecho de ser un tipo normal. Pero la sombra de la impostura planea siempre sobre nuestras cabezas. Lo infieres de los diálogos y de su entorno: lo que verdaderamente le importa son las chicas, la cerveza y la televisión. Aunque nunca ligue, aunque ya no beba alcohol, aunque no tenga un televisor en casa. El guion de DONALD MARGULIES se encarga de recordártelo, en las palabras y en los hechos. De ahí el uso de su inseparable pañuelo, como símbolo de lucha contra sus propias inseguridades.

 

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THE END OF THE TOUR habla de la integridad y la autenticidad, de esa preocupación constante por ser dueños de nuestra vida y no títeres de la sociedad, pero también habla de la represión y las adicciones, de cómo afrontar la vida cuando menos ganas tienes de vivirla. Y lo hace con elegancia, pero la sutileza a veces parece olvidada y cada escena disuena y se vuelve tan intensa como incómoda, y tan profunda como plana, agarrándose a una posible pretendida naturalidad. Se agradece tener a DANNY ELFMAN poniendo música a las imágenes, bañándolas en agua caliente entre tanto frío y tanta nieve.

Así pues, tras una hora y cuarenta y cinco minutos, encaminamos el final de un viaje que es, a su vez, una entrevista que se convertirá en un reportaje. Horas y horas de conversación que finalmente vieron la luz en forma de libro y que ahora cobra vida en imágenes. Y cuando por fin hemos abandonado a WALLACE siendo él mismo, THE END OF THE TOUR nos atrapa en una escena más astutamente encriptada entre los créditos. En ella, sin contar nada nuevo, nos muestra una faceta más de la forma de ser de DAVID FOSTER WALLACE (el hombre, no el mito), atrapado para siempre en las cintas de aquella entrevista de 1996.

 

 

LO MEJOR:

  • JASON SEGEL dando vida al escritor DAVID FOSTER WALLACE.
  • La magia reside en los detalles.

LO PEOR:

  • A veces la desconfianza de LIPSKY salta al espectador.
  • Puede llegar a resultar poco natural.

 

 

Noelia Salcedo

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