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BREAKING BAD: 530 GRAMOS (DE PAPEL) PARA SERIEADICTOS NO REHABILITADOS

br555Look, Skyler, I just haven’t quite been myself lately. I haven’t been myself lately, but I love you. Nothing about that has changed, and nothing ever will. So right now, what I need is for you to climb down out of my ass. Can you do that? Will you do that for me, honey? Will you please, just once, get off my ass. You know, I’d appreciate it. I really would.

(Mira, Skyler, es solo que no he sido el mismo últimamente… No he sido el mismo, últimamente, pero te quiero. Nada ha cambiado en eso y nada lo hará cambiar. Pero ahora, lo que necesito, es que me dejes en paz. ¿Puedes hacerlo? ¿Lo harás por mí, cariño? ¿Podrás, por favor, por esta vez, dejarme tranquilo? Ya sabes. Te lo agradecería. De verdad que sí.)

Walter White

Sería inútil negarlo: el título de este libro define a todos y cada uno de los (verdaderos) fans de Breaking Bad y al vacío que sentimos cuando, a ritmo de Badfinger, la historia de Walter White acababa para siempre. Pensamos (y qué ilusos fuimos) que algún día nos recuperaríamos, que de Breaking Bad también se sale y que llegaría el momento en el que dejaríamos de echarla de menos. Pero nos equivocábamos: no nos hemos rehabilitado.

Y si tú, querido lector, estás leyendo estas líneas y te estás sintiendo identificado, tenemos un mensaje para ti: Errata naturae tiene el libro que necesitas. No te ayudará a suplir el vacío que the one who knocks dejó en tu corazoncito seriéfilo para siempre, pero al menos hará que, durante unas 350 páginas, vuelvas a sentirte como en casa.

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El libro, formado por un compendio de pequeños artículos de autores expertos en materia seriéfila, como Iván de los Ríos o María del Mar Rubio-Hernández (como ya ocurriera con Los Soprano Forever: Antimanual de una serie de culto), aborda cuestiones sobre todos los aspectos de la serie que se nos puedan ocurrir: la figura de Walter White y su afán por mentirse a sí mismo y seguir «viéndose como un hombre de familia que actúa pragmáticamente» (tal y como afirma el propio Gilligan en una entrevista inédita hasta la publicación del libro), su relación con Pinkman y la necesidad de la relación entre ambos para la continuidad de la serie, la importancia de secundarios como Saul Goodman o Gus Fring o incluso cuestiones mucho más relacionadas con lo filosófico, como el mito de Edipo en tanto a la demolición de la figura paternal en esta y otras ficciones… y la moralidad. La moralidad en todos sus exponentes:

Y es que si hay un tema que Breaking Bad toca prácticamente en todos sus episodios es, precisamente, ese: ¿Qué hace a un hombre volverse malo? ¿Por qué un hombre que fabrica los cartones que, después, albergarán unos veinte cigarrillos en su interior no es «malo», pero sí consideramos «menos bueno» a quien los fabrica, cuando ninguno de los dos nos está obligando ni a comprar, ni a consumir lo que contiene dicha cajetilla? Y así, por supuesto, extrapolándolo al consumo de drogas que tan presente (como que es el hilo argumental primero de la serie, vaya) está en la creación de Vince Gilligan. Desde el mismo instante en que Walter White decide empezar a cocinar metanfetamina con el que fuera uno de sus peores alumnos de química, la serie está haciendo que nos cuestionemos qué es bueno y qué no lo es, y nos está haciendo partícipes de cómo las decisiones de sus personajes nos hacen cuestionarnos la moralidad de los mismos.

Este trato constante de cuestiones morales es, precisamente, uno de los motivos que, según señala el libro, sitúa a series como la que nos ocupa, Los Soprano o Mad Men, como mejores que sus contemporáneas. Considera Breaking Bad, además, como superior cualitativamente por ser la única en la que apreciamos claramente que «existe una diferencia irrefutable entre lo que está bien y lo que está mal» y son sus personajes quienes tienen el «auténtico control» sobre cómo eligen vivir (p.16). Claro que también luego la sitúa como la que, probablemente, no pase a la historia de las mejores series de la televisión… Y con eso, como dejamos constancia con los diez motivos que explicamos en la Batalla (y en cualquier momento en el que podemos nombrar Breaking Bad, aunque sea un mínimo), no estamos nada de acuerdo.

Opiniones personales aparte, el libro que nos presenta Errata naturae nos ayuda a ver más allá de lo que el espectador común logra ver durante las cinco temporadas de la serie y nos presenta artículos de lectura, diríamos, obligatoria para todo aquel devorador seriéfilo que no quiera quedarse única y exclusivamente con lo que nos presenta el producto a priori. Porque Breaking Bad no es simplemente una serie sobre un profesor fracasado con cáncer terminal que decide hacerse cocinero de drogas de diseño. ¡Ni mucho menos! Breaking Bad es la historia de cómo una persona consigue cambiar por completo sus ideales y, con un ego sobrehumano y totalmente insano, seguir creyéndose la misma buena persona que fuera antaño, cuando su orgullo no le había hecho perderse en una espiral de la que es imposible salir ileso. Es, a la postre, una historia de cómo ese orgullo acaba desmoronando la vida de una persona que… se ha vuelto demasiado mala para salir airoso de este mundo.

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Todo ello enmarcado en el contexto de crisis actual en el que nos encontramos, donde, como indica Samuel Fernández Pichel en su capítulo del libro, un profesor de química en un instituto tiene que pluriemplearse para poder sacar adelante a su familia, y ni siquiera así puede sacar un sueldo digno. Breaking Bad representa, pues, el imparable e irremediable declive de la clase media y la posterior reacción de uno de esos sujetos (y todo aquel que le rodea, ya sea su hijo Walter Jr., rebelándose con su doble identidad, o Skyler, cometiendo adulterio, siendo cómplice de su jefe en blanqueo de dinero [y después, de su marido] o empezando a fumar precisamente cuando está embarazada).

Y no: no creáis que los capítulos de este libro dejan en el olvido a los aspectos técnicos, uno de los grandes responsables de que Breaking Bad se haya convertido en una serie que pasará a la historia de la (buena) televisión, porque dedica nada más y nada menos que un bloque entero (el último) a tratarlos con el cuidado que merecen. Un cuidado que también se aprecia en la serie si prestamos atención a sus significativos colores en las localizaciones en general, y en el vestuario de su reparto en particular (a ningún ojo le ha podido pasar desapercibido, por ejemplo, el «paso de un universo más luminoso a otro más sombrío» de Walter White (p. 263)); su pluralidad de planos, desde un plano detalle de la cocción de metanfetamina hasta un impresionante general de los desiertos de Albuquerque…

En fin, ¿qué os vamos a decir que no sepáis? Nosotros, quizá, no demasiado. Estas casi 350 páginas… ¡nos atrevemos a adivinar que sí!

Silvia Martínez 

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Ally McBeal fue la primera serie que vi y el personaje de Robert Downey Jr. del primero que me enamoré. A partir de ahí, periodista, cinéfila, seriéfila y una mezcla entre Bridget Jones y la niña de El exorcista en mis ratos libres. Actualmente, en busca de un pacto con el diablo que me otorgue más años de vida para ver todo lo que me queda... ¡Y poniendo orden a este sarao como buenamente puedo!